Horns: Crepúsculo cambia colmillos por cuernos

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No es nada nuevo en este blog afirmar que nos encanta Alexandre Aja. Nos dejamos conquistar en su dia por Alta tensión, y aunque puede que el resto de su filmografía no esté a la altura, su marcha a Hollywood nos ha dejado varias películas disfrutables. Es el caso del remake de Las colinas tienen ojos o Piraña 3D. En este ocasión adapta la novela homónima de Joe Hill con Daniel Radcliffe como protagonista.

Horns, su última película, es víctima de la indefinición. Comienza como Perdida de Fincher, con un joven acusado del asesinato de su novia, pero enseguida aparece el elemento satánico en forma de cuernos.  ¿Necesario? Tengo mis dudas. Despojada de él, Horns es simple y llanamente un culebrón.

Aja se empeña en darle al conjunto un toque de solemnidad, cuando realmente es en el gamberrismo donde ha encontrado la gasolina para que sus anteriores trabajos arrancaran. Lo mismo le ocurría a su Mirrors (Reflejos), que despojada de esa rebeldía acababa resultando una peli de terror para la sobremesa. Quizá haya sido el querer llegar a un público más amplio que el de jóvenes con ganas de gritar, y echarse unas risas. Y ahí el error, salvo por algún detalle gore estamos ante una película «so sweet», que intenta abarcar demasiado y acaba por prescindir de personalidad. A grandes rasgos, la historia de Ig y su amada no está demasiado lejos de los Cullen.

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Tampoco Radcliffe consigue brillar en el que parecía el papel definitivo para quemar en el infierno a Harry Potter. El ex mago parece destinado a llevar una carrera similar a la del ex Frodo Elijah Wood. Más acertados están secundarios como Max Minghella, David Morse o Heather Graham, nadie mejor que ella para dar vida a la eterna camarera americana.

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Por último, su gran pecado final es el espacio entre sus dos desenlaces. Horns se alarga innecesaramente hasta los 120 minutos cuando no da para más de 90. Su última página es más de cuento que de película, moraleja incluída. Esperamos que Alexandre Aja coja aire y vuelva al lugar en el que se encontraba, la cima del terror, una colina con ojos.

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