El mensajero del miedo: Soldados de plomo

He decidido rescatar El mensajero del miedo, película de Jonathan Demme, un director del que se esperaba muchísimo tras encadenar dos grandes películas seguidas en los 90, El silencio de los corderos y Philadephia, y que no respondió, ni de lejos, a las expectativas.

El mensajero del miedo es una revisión de la novela de Richard Condon que ya fue llevada al cine en 1962. En esta ocasión, Demme se armó de pesos pesados: Denzel Washinton, Meryl Streep y Jon Voight. secundados por un emergente Liev Schreiber.

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Tras un suceso bélico en Kuwait, varios miembros del ejército empiezan a tener extrañas pesadillas. Uno de ellos es el comandante Marco (Denzel Washinton), cuyos sueños le llevan a contactar con Raymond Shaw, héroe tras aquel suceso y actualmente en la carrera por la vicepresidencia de Estados Unidos. Marco empieza a dudar de la realidad de aquel episodio.

La película se mueve en el terreno del thriller psicológico. Las paranoias del personaje de Denzel Washington evocan a La escalera de Jacob (gran obra a reivindicar), o a la habitación roja de Twin peaks. Los primeros 40 minutos se siguen con interés, pero pasado el ecuador de la cinta todo se empieza a desmoronar. Lo primero que empieza a cojear es el protagonista. Washington nunca estuvo peor, pero no, la culpa no es suya, es de un guión y una dirección confusas. Se intenta crear al espectador un dilema entre locura y cordura, pero aún en sus reacciones cotidianas se dibuja a su personaje como un tarado mental, lo cual resulta demasiado forzado y, sobre todo, muy poco creíble. Aspectos como esto son lo que provocan que una trama en la que el interés debería ser creciente decaiga por completo.

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Schreiber tiene presencia, pero con su personaje ocurre algo similar. La ciborgización juega en su contra. El primer encuentro Washington vs Schreiber resulto demasiado brusco. En este entuerto brilla una vez más Meryl Streep, bordando el papel de madre sobrecontroladora y mezquina.

La segunda hora es dura. El guión se decanta por continuas huidas hacia adelante hasta llegar a un desenlace poco satisfactorio. Ni rastro del director efectivo que vimos en la ya mencionada El silencio de los corderos. La trama política inicial hacia presagiar un thriller de altura, pero una vez inmersos en la conspiranoia todo se derrumba. Y eso que elementos como el de las sociedades secretas resultaban más que interesantes.

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En definitiva, no merece la pena rescatar ua película que es más por lo que pudo ser que por lo que es. Una oportunidad desaprovechada también para ir de frente en temas por los que solo se atreve a pasar de puntillas, como la trastienda de la guerra del golfo o el uso de la política del terror que se ejerce en campaña. Una pena.

 

El amanecer del planeta de los simios: Guerra mundial César

El origen del planeta de los simios parecía un producto directo a ostiarse, la enésima precuela tardía frustrada, pero contra pronóstico sus simios hicieron buenos números en taquilla y tanto crítica como público la valoraron positivamente. La secuela no iba a tardar en llegar. Al igual que blockbusters de los últimos tiempos como El hombre de acero o Godzilla, las primeras críticas americanas fueron totalmente entusiastas. En estas líneas intentaré resolver si la fama era merecida o nos encontramos ante el enésimo camelo.

El argumento nos sitúa años después de los hechos acontecidos en la primera entrega. Los simios liderados por Cesar van creando su propia civilización, mientras los humanos supervivientes de la gripe simia viven en un escenario postapocalíptico. La búsqueda de recursos y de energía de los segundos provocará un choque entre ambos bandos.

El prólogo es interesante. Nos muestra el día a día de los simios, con sus avances en la caza o en la educación. La novedad es que los monos van subtítulos en esta entrega, lo cual hace que, salvando las distancias, esta presentación me recuerde a la de Apocalypto. El conflicto con la raza humana no tarda en llegar. Ese tenso juego entre especies es la gran virtud de la película. Las chispas son evidentes, entre humanos y simios, entre simios y simios, entre humanos y humanos… Como la vida misma.

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El juego de poder simio pronto nos hará reflexionar, pues su conflicto no nos es en absoluto ajeno. Veremos traiciones, y la política del miedo como vehículo, algo que siempre le ha funcionado de maravilla a los grandes hijos de puta de la historia. No estamos ante una obra patrocinada por el PACMA que nos venda animalismo, los simios son un fiel reflejo de lo que somos.

A nivel técnico destaca el espectacular y estruendoso tratamiento sonoro que con toda seguridad optará al oscar. También funcionan sus FX. Hay que ver cuanto hemos avanzado desde los putos monos de Jumanji. Incluso comprobamos grandes mejoras en comparación con su antecesora.

La pata que cojea para que la película no sea redonda es la parte final, que parece obedecer más a las necesidades de la franquicia y al posible negocio que a inquietudes artísticas. No en vano ya perdonaron la vida a James Franco (ausente en esta entrega) en el Origen a pocas semanas de su estreno.

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El director Matt Reeves, que sustituye a Rupert Wyatt, completa un buen trabajo y nos deja interesantes detalles, como esa secuencia en plano fijo de mono en tanque, que tanto me ha recordado a la escena inicial de helicóptero en Terminator Salvation. Me sobra parte de la acción, sobre todo las peleas entre simios, que caminan en el borde entre lo serio y ridículo. La película gana cuando se le da cerebro. La diplomacia vence sobre la acción.

El trabajo de recreación de Serkis es brillante, si bien discrepo con todas esas voces que parecen querer entregarle el oscar. Su César responde a expectativas y vuelve a convencer, pero la película se apoya en una base mucho más amplia.

En definitiva, estamos ante una de las películas del verano, pero no tengo claro aún si estará entre lo mejor del año. El hype está en parte justificado, y las dos horas de evasión con extra de reflexión están aseguradas, pero no, El Amanecer del Planeta de los simios no es el padrino, ni falta que hace.

Open Windows: La ventana discreta

Había ganas de ver Open Windows. Sigo a Nacho Vigalondo desde que vi en un FANT de hace una década sus lecciones de cine, en las que veíamos por ejemplo el efecto de una batbola del Todo a cien al ser lanzada contra una vaca. Sus cortos de Código 7 o 7:35 de la mañana me fascinaron. Las expectativas eran altas, pero su debut cinematográfico, Los cronocrímenes, estuvo por encima de ellas. Una de las mejores películas de viajes en el tiempo jamás realizadas. Disfrutamos también Extraterrestre, su segundo largo. Las primeras críticas de Open Windows, algunas negativas, no me echaron atrás.

La premisa era buena. Un fan (Elijah Wood) consigue el premio de cenar con su actriz favorita (Sasha Grey). Antes de la cita aceptará una videoconferencia con un tipo que le propondrá abrir ventanas para espiar a la actriz. A partir de ahí la acción se desarrollará a través del portatil.

Y ahora es cuando tengo que dar mi valoración. No hay practicamente nada salvable en Open Windows, quizá esos primeros minutos de cine dentro del cine, que sorprenden desde el absurdo. El problema reside en el guión. Quizá la «forma» ha hecho que Vigalondo olvide algo básico: La trama. Y a decir verdad, la forma tampoco me ha parecido nada del otro mundo.

Esperaba algo más rompedor, pero Vigalondo decide decantarse por el portatil en plena época del Smartphone, lo cual hace que no todo resulte tan novedoso como pretende. La cámara se mueve de ventana a ventana con movimientos a veces algo bruscos. Esperaba un recurso más elaborado que la cámara grabando una pantalla, cual capturador de video.

Los personajes no ayudan, más bien todo lo contrario. Wood y Grey están pintados con brocha gorda, y carecen de una simpatía que les haga conectar con el público. Eso provoca que su vida no nos preocupe demasiado, y en un escenario que no me importa si viven o mueren es muy dificil crear tensión. Por desgracia, a la función se suma un trio hacker que me ha sacado totalmente de la película. Si bien nos movemos en la ficción se echa de menos unos mínimos de verosimilitud. Bastaba con un buen asesoramiento hacker a la hora de escribir el guión. El trio fan-estrella-psicópata era más que suficiente.

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Si aún no te has ido de la película con las incongruencias tecnológicas aún queda lo mejor. La trama se decanta por los giros, y lo que parecía una curva pronto se convertirá en el Dragon Khan. Extraños movimientos argumentales en su parte final que más que sorprender acaban dinamitando lo poco conseguido. No entiendo como alguien no paró los pies a Vigalondo al leer el guión. Un «Nacho, se te está yendo de las manos» hubiera bastado.

Trance de Danny Boyle, es un antecedente reciente de el exceso de giros, de querer rizar el rizo, solo que la dirección artística de Boyle funciona mucho mejor que el frio universo de Open Windows. También se echa en falta un poco de humor que haga más llevadero el trago, porque el conjunto resulta demasiado serio. Quizá llevándola hacia la comedia hubiera funcionado.

En definitiva, estamos ante una de las peores películas de lo que va de 2014. Quizá Vigalondo se ha salvado de la quema porque es un tipo que suele caer simpático, pero si la llega a dirigir un Michael Smith o un Juan Sánchez sin antecedentes, seguramente le habrían masacrado. Esperemos que recupere el rumbo en una carrera que hasta ahora era impecable.

 

El Consejero: La avaricia y sus consecuencias

Michael Fassbender, Cameron Diaz, Javier Bardem, Penélope Cruz y Brad Pitt a las órdenes de Ridley Scott con un guión original del escritor Cormac McCarthy. La base de El consejero era espectacular. De vez en cuando Hollywood nos ofrece una de estas películas del género Constelación de estrellas, películas que rara vez funcionan. El consejero no es una excepción. Ya me duele decir esto, porque la película tiene un gran look, pero claro, para hacer un buen regalo no basta con un buen papel de regalo.

El viaje que propone Scott llevará a un abogado a inmiscuirse (Fassbender) en asuntos turbios. Un descenso a los infiernos por elección personal con compañías nada recomendables.

Uno de los grandes fallos de la película es la impaciencia. Nos quiere colar diálogos magistrales desde el primer minuto de película, pero eso no puede hacerse dejando al espectador fuera de juego, necesitamos motivos. El filme echa de menos una buena premisa, una buena base que haga que esas conversaciones, brillantes por momentos, no lleguen a nosotros como palabras vacías. Falta un «que» potente que le de sentido a esas grandilocuentes conversaciones. En este sentido estamos ante una película tremendamente teatralizada.

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Lo más interesante es sin duda el duelo interpretativo, del que solo sale victoriosa una inmensa Cameron Díaz, de largo lo mejor de la película. Erotismo al servicio de la inteligencia. Consigue que el resto del reparto baile a su son. A Fassbender no le acaba de sentar bien el traje de «víctima». Como en No es país para viejos, al personaje de Javier Bardem lo recordaremos solo por las pintas. Penélope Cruz interpreta a un florero, y ni en esas cumple, pero quizá el peor parado sea Brad Pitt, un cowboy con pinta de chuloputas del que no no me he creído absolutamente nada. Su caracterización está más cercana a un imitador de Elvis que al tiburón que pretende ser.

No diré que estamos ante un bodrio, porque El consejero aporta hermosas imágenes y contiene una escena de sexo al estilo Cronenberg de Crash que puede dejar satisfechos algunos paladares. Se puede hablar de pelicula fallida, puesto que Scott parece creer que hace una obra maestra, y esa ambición en un veterano merece un aplauso. Es un filme ideal, por ejemplo, para crear debate en una clase de filosofía.

Cameron Díaz en las Bardenas reales

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Una de las primeras escenas, en la que Bardem y Díaz ven cazar a sus leopardos, está rodada en Navarra, concretamente en el Parque Natural de las Bardenas Reales. Alex De la Iglesia ya utilizó este escenario semidesértico para dar vida al Planeta Asturias de Acción Mutante.

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También Terry Gilliam pensó allí parte de su frustrada El hombre que mató a  Don Quijote, que podemos ver en el documental su rodaje Lost in La Mancha.

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El mundo nunca es suficiente o Airbag, el clásico de Juanma Bajo Ulloa, también pisaron las Bardenas reales.