Black Panther: Wakanda de la vaca

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Marvel también la caga. Nos las prometíamos felices con Black Panther, el héroe afroamericano por excelencia pedía a gritos un salto a la gran pantalla. Más en tiempos donde salir en un viñeta te da pasaporte automático a la sala de cine. El universo cinematográfico del imperio Disney sumaba películas de más o menos entidad, pero siempre efectivas. Lástima que esta pantera negra, se haya saltado las normas del estudio para abrazar con fuerza la Serie B. Black Panther es una superproducción de segunda, y lo peor es que parece que nunca pretendió serlo.

El problema de la película reside sobre todo en la ejecución. Los efectos especiales parecen en ocasiones salidos de la app de un teléfono móvil, mientras que los decorados son sencillamente sonrojantes. Todo sucede en un falso exterior, que en escenas como la de la pelea en la cascada canta demasiado. El copy paste de personajes digitales le gana la batalla a los figurantes, y la pantalla verde tumba a los escenarios naturales. Lo mismo ocurre con los rinocerontes digitales. Pasa como con los monos de Jumanji ¿Acaso no hay rinocerontes en la naturaleza?. Alguno tras la película se preguntaba si se habían extinguido.

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La dirección de Ryan Coogler (Creed: La leyenda de Rocky y Fruitvale Station) es profundamente impersonal. Casi se sitúa en la antítesis de lo que James Gunn ha logrado con ‘sus’ Guardianes de la galaxia. El otro problema grave son todos los palos que se quieren tocar. Vamos de El rey león, a Tron: Legacy, y desde allí a El señor de los anillos. Todo sin orden ni concierto. A eso hay que sumarle una trama más previsible que el resultado de España en Eurovision.

Pero hasta de los desastres más monumentales se saca algo bueno. Lo hace con timidez, pero Black Panther indaga en los problemas de África, y el vibranio va en claro paralelismo con la explotación de Coltán. Tampoco se omiten los problemas históricos de la población negra en el pasado, presente y futuro de los Estados Unidos. La crítica no se esconde, aunque en conjunto carezca de la profundidad que una película ajena a romper taquillas le hubiera otorgado.

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En el casting la gran sorpresa es Letitia Wright y su carismático personaje: Shuri, una experta tecnológica que acaba con el estereotipo masculino que impuso Alfred en Batman. Ella sí tiene hueco en el universo Marvel. La noticia negativa es la aberrante interpretación de Daniel Kaluuya (W’Kabi) que acaba con el buen sabor de boca que nos dejó en Déjame salir, papel por el que está nominado al Oscar. Poco que decir de T’Challa, Chadwick Boseman. La mejor noticia es que ni el ni su personaje sufren desgaste de cara a futuros filmes marvelianos.

Este error de la casa de las ideas, casi en el descuento de Infinity War, rebaja levemente las expectativas ante la película más prometedora de la franquicia. Pero Marvel ya demostró en Civil War que es capaz de triunfar en una misión suicida: La de acumular decenas de personajes carismáticos en un mismo metraje y que el aforo no se resienta. Confiamos que los hermanos Russo resuelvan la ecuación como hasta ahora. Thanos is coming.

The Cloverfield Paradox: Para dox, lax dox primerax

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Parece que la saga Cloverfield está dispuesta a tocar todos los palos. Tras el debut en clave Kaiju mockumentary de Monstruoso, llegó Calle Cloverfield 10, una agobiante historia postapocalíptica de espacios cerrados. Ahora llega por sorpresa a Netflix The Cloverfield Paradox, un título que abandona la tierra para instalarse en el terrpr sci-fi espacial.

El punto de partida de Paradox recuerda al de Interstellar, con un planeta al borde de perder todos los recursos y una expedición que tiene como misión alargar la esperanza de nuestra especie. Un comienzo esperanzador y una premisa interesante. Los primeros minutos se desarrollan de manera irregular. La película no encuentro el ritmo, pero destellos de guión como el «Not in Kentucky Anymore» o la terrorífica aparición de la chica entre cables mantienen viva la esperanza. Incluso los momentos de puro Alien, aunque mil veces vistos, mantienen la tensión. Así es como llega el primer WTF mayúsculo de la película, con un brazo que recuerda a la ‘cosa’ de La familia Adams. Por un momento Sam Raimi se apodera de la cinta. Pero con ese brazo en fuera de juego se acabó lo que se daba. El pasaje del terror se va cerrando, y el guión, que pretende ser una ecuación difícil de resolver, se convierte en una resta con llevadas.

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Tampoco ayudan las esperpénticas interpretaciones. Daniel Brühl está peor que nunca, con una cara continua de… ¿Quién me ha engañado para participar en esto? Así es como poco a poco Paradox se va quedando demasiado lejos de sus antecesoras. Quién mucho abarca poco aprieta dicen, y en este caso es literal. Es en este punto es cuando vas entendiendo la decisión de Paramount de ‘regalarle’ a Netflix esta película, que en principio debió verse en las salas de cine. A este Paradox le pasa lo mismo que a aquellas secuelas que tuvo Cube, Hypercube y Cube zero, que intentaban resolver cutremente los enigmas de la original. Intentaremos quedarnos con los buenos momentos, todos mencionados en este reseña. Por lo demás, una gran pena para una de las sagas más misteriosas del cine de los últimos años.

 

El hilo invisible: Lo que amas es necesitar

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Pues nada, que lo ha vuelto a hacer. Paul Thomas Anderson ha vuelto a demostrar por qué es uno de los mejores directores de cine de los últimos años. El autor de Pozos de Ambición, Boogie nights o The master ha recurrido al mundo de la moda para hablarnos de amor, más concretamente de un amor enfermizo.

El hilo invisible nos presenta a Reynolds Woodcock, un brillante diseñador que vive acomodado en una tortuosa disciplina. Una vida dedicada al trabajo en la que apenas hay sitio para nada más. Su rutina se ve alterada cuando conoce a Alma, una joven que no solo se convertirá en su amante, también en su modelo predilecta.

Todo es más fácil con Daniel Day Lewis. El actor británico vuelve a realizar una interpretación monumental, demostrando los motivos por lo que es considerado uno de los mejores en su oficio. Una actuación que deja un halo de tristeza, porque Day Lewis ha anunciado que esta será su última vez. No es la primera vez que lo deja. En 1999 también comunicó su retirada para convertirse en zapatero en Florencia, pero Scorsese le recuperó para el cine en Gangs of New York. Esperamos que alguien le vuelva a sacar de la jubilación, porque el cine no puede permitirse prescindir de uno de los actores más grandes de todos los tiempos. Le da la réplica Vicky Krieps, que aunque no está al nivel, no le negamos el mérito de mantener el tipo. La que si sorprende con un potentísimo personaje secundario es la nominada al Oscar Lesley Manville, que interpreta a Cyril, hermana de Reynolds. Sus minutos en pantalla son de oro.

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No estamos ante una película sencilla. Anderson se toma su tiempo en la construcción del entorno y, sobre todo, en la de los personajes. Que nadie espere un ritmo alto, porque el director cocina a fuego lento sus verdaderas intenciones. Y para que esto funcione nada mejor que cuidar el detalle. La fotografía, como en todos sus títulos, es impecable. Pero hay algo aún mejor: La cuidadísima banda sonora de corte clásico que ha compuesto el guitarrista de Radiohead Jonny Greenwood. Hay que ser muy bueno para llevar a cabo un trabajo de este nivel. Más aún cuando eres conocido por formar parte de una legendaria banda de pop alternativo.

El director no nos muestra sus cartas hasta el último cuarto de la película. Es en su tramo final cuando El hilo invisible se cita con la excelencia. PTA arriesga y gana en un final sin concesiones que desnuda en totalidad a sus protagonistas. Al abandonar la butaca mucho por asumir, y varias preguntas para el espectador ¿Es la historia que cuenta el hilo invisible un caso aislado o es la forma más común de amor? La teoría de Anderson parece inclinarse ante esto último. Una vez más el espectador contra las cuerdas, y la sensación haber visto una gran obra. Pero lo que hace aún más grande a El hilo invisible es que se presta a múltiples visiones, y cada espectador saldrá del cine con su película. Guste o no, estamos ante una experiencia única.

Reflexión en Spoiler (Déjalo aquí si no has visto la película)

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All you need is love es uno de los temas más populares de los beatles y, por ende, de toda la música británica. Anderson le da la vuelta al estribillo relacionando el amor con la dependencia emocional. Alma gana la partida cuando se da cuenta de que el hueco que debe llenar es de la madre de Reynolds. Esa dependencia emocional que se intuye con la pérdida. Todo lo que necesitas no es amor, lo que amas es necesitar a alguien. Lo mejor en las últimas escenas es que los dos protagonistas ya conocen sus roles, y aún así todo fluye. Un final en el que la pareja protagonista es feliz y como perdices, y aún así atroz.

Reynolds Woodcock: Kiss me, my girl, before I’m sick.

Los archivos del Pentágono: Periodismo contra el miedo

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Steven Spielberg confirma en cada nuevo título su trabajo como gran cronista de la historia del Siglo XX. La lista de Schindler, Salvar al Soldado Ryan, Munich, El puente de los Espías… Poco queda del otrora Rey Midas de Hollywood. Hemos perdido al cineasta que asombraba en la fantasía y ciencia ficción, pero hemos encontrado a un gran historiador con ecos del mejor cine clásico americano. Los archivos del Pentágono no hace más que confirmar esta afirmación.

La película aborda uno de los episodios clave en la historia del periodismo durante el mandato de Nixon, el de los Pentagon papers. Dichos papeles, con información clasificada, ponían en tela de juicio el papel de Estados Unidos en Vietnam, una guerra ya de por si muy cuestionada con protestas a lo largo y ancho del país. Y tampoco quiero contar mucho más, puesto que los que no conozcan lo sucedido tendrán ese plus al sentarse en la butaca.

El guión de Liz Hannah y Josh Singer indaga en la parte privada de la historia. Especialmente en la relación entre Katherine Graham, editora del Washington Post, y Ben Bradlee, director del periódico. Spielberg ha contado con dos primeros espadas para defender los personajes: Meryl Streep y Tom Hanks. Ambos intérpretes resuelven el papel con la efectividad marca de la casa. Especialmente interesante resulta el personaje de Streep, que da vida a una poderosa mujer que tendrá que enfrentarse a una dura decisión y a un momento de hombres que no la respetan. No solo ella y el Post estuvieron en juego, también el papel del periodismo en la sociedad.

Los archivos del pentágono gustará especialmente a los que disfrutaron con Todos los hombres del presidente, la obra cumbre del periodismo en el cine. De hecho, ésta última actúa como la precuela perfecta. Este subgénero, también llamado Porno para periodistas, reescribe las letras doradas de la profesión en estos tiempos oscuros. «La prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes”, dice Katherine Graham en un momento de la película. Las carcajadas en la sala fueron sonoras, y no hace falta explicar el motivo. 

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En definitiva, Los archivos del pentágono es una pieza sólida de la marca Spielberg. Una historia que toca especialmente a los que somos parte del periodismo, pero que duele al ver la triste realidad. Sólo hay que ver el caso de El país en España para presenciar la decadencia del periodismo y su derrota ante los intereses políticos y económicos. Aun así, vale la pena recordar que esto sucedió. La libertad de prensa también ha tenido que ganar batallas, y esta fue una de las más importantes.

Spielberg regresará a la fantasía en marzo con Ready Player One, película sobre un icónico mundo virtual. Si consigue estar a la altura de estos archivos habrá cumplido sobradamente.

Call me by your name: El verano no vivido

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Entro a ver Call me by your name con los prejuicios de siempre ante una película que los premios convierten en hype y temiéndome un Moonlight 2. A eso hay que añadirle mi particular alergia al género romántico y la crema pastelera. Salgo encantado de haberme vuelto equivocar. Estamos sin duda ante uno de los títulos de la temporada y una de las mejores películas de amor de los últimos años.

La premisa la hemos visto muchas veces. Comienzo del verano de 1983 para un adolescente, o lo que es lo mismo, viaje iniciático y despertar sexual. Todo esto en el idílico norte de Italia. Elio acoge junto a su familia a Oliver, el típico guaperas Made in USA que llega a Europa para conocer in situ la historia del arte. Ambos jóvenes irán creando poco a poco una particular amistad.

El director italiano Luca Guadagnino crea desde la sencillez una interesante historia de amor alejada de los tópicos y con más capas de lo que aparenta. Todo ese sentimiento se entremezcla con otro amor con el que encaja a la perfección: El amor al arte. Además, la película evita el desarrollo sencillo de los acontecimientos para transitar por un camino más complejo, lo que hace que el guión se reserve la capacidad de sorprender. El simbolismo también está presente, como se puede ver en la escena en la que se saca a flote la escultura, en la que también salen a la superficie del film otros restos del naufragio a modo de sentimientos.

El protagonista Timothée Chalamet, nominado al Oscar por su papel, lleva a cabo una interpretación inolvidable, que redondea con un antológico plano final. Una escena para el recuerdo, y no es la única de la película. La célebre escena del melocotón, de la que no diré ni mu, es ya historia del cine. Al igual que el momentazo Timothée Chalamet Chalamet- Michael Stuhlbarg, con un texto de los que atraviesan la pantalla y abren en canal al espectador. Un gran conjunto que se ve mejorado por la brillante aportación de Sufjan Stevens en la banda sonora.

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Además del Awakening, la película explora otros temas interesantes como las relaciones familiares. Los padres de Elio son parte fundamental de la historia, y un ejemplo de libertad en el convulso 1983. Ambos son perfectos espejos aún para los padres y madres hoy en materia de comunicación, aunque también sean consecuencia de los tiempos. Por desgracia, algunas mentes tardarán décadas aún en abrirse, y habrá quién se sienta incómodo viendo la película. Los que detecten esa sensación en 2018 tienen un problema severo.

En definitiva, Call me by your name es cine que transmite, y también cine que rompe. Estamos ante un nuevo clásico en su género, una de las películas del año que no se quedará en eso, puesto que deja escenas que permanecerán en el tiempo.

La frase

“La naturaleza tiene formas muy ingeniosas de encontrar nuestro punto más débil”

Profesor Perlman

 

 

Reflexión en Spoiler (SI NO HAS VISTO LA PELÍCULA NO LEAS ESTO)

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Mantengo una teoría sobre la película. Elio es en realidad el Profesor Perlman, y  su verano el que no pudo vivir como quería, de ahí el título de esta crítica.