El autor: Nightcrawler literario

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La Sección Oficial del Zinemaldia ha acogido a El autor, de Manuel Martín Cuenca, tras su paso por el Festival de Toronto. La película adapta El móvil, la primera novela del escritor Javier Cercas. En ella, un aprendiz de escritor que vive eclipsado por el éxito de su mujer decide tomar medidas drásticas para abrirse paso en el mundo de la literatura.

Varios alicientes de partida. El primero, un director que parece que en cualquier momento puede que va a dar el campanazo. Cuenca estuvo cerca con La flaqueza del Bolchevique y Canibal, películas que a pesar de su calidad, no terminaban de rematar. La segunda un intérprete que desde que se destapó en La isla mínima vive en estado de Gracia: Javier Gutiérrez. Motivos más que suficientes para sentarse en la butaca.

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Y empieza bien El autor. Su primera hora es de gran nivel, con algunas de las mejores secuencias del cine español reciente y un animal como Gutierrez comiéndose la pantalla, bien secundado por el siempre extraordinario Antonio De la Torre. Lástima que haya un pero. La película se mete en un laberinto en la segunda mitad del que no consigue salir, lo que desemboca en una ausencia de climax y un final que no resulta satisfactorio. Es una pena, porque tras los primeros minutos se puede llegar a pensar incluso que estamos en lo que podría ser un clásico del cine español. El filme funciona mejor cuando se desata del todo. De la Torre regala escenas que recuerdan a una versión literaria del J.K. Simmons de Whiplash, mientras Gutierrez se va convirtiendo con los minutos en el Jake Gyllenhaal de Nightcrawler.

Por el camino, la película lleva al extremo la búsqueda del “yo escritor” y su convivencia con el “yo persona”. Cada cierto tiempo leemos sobre las locuras que cometen algunos intérpretes para preparar algunos papeles, extravagancias que siempre son aplaudidas por prensa y público. ¿Pero que pasaría si los creadores hicieran lo mismo y decidieran implicarse de lleno con su historia? Seguramente algo parecido a lo que cuenta la película de Martín Cuenca. Al final, lo que se esconde detrás de su personaje protagónico es la historia de una obsesión.

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En definitiva, estamos ante filme irregular que funciona mejor por piezas que en conjunto. A pesar de que el sabor de boca que deja no es el muy bueno, al salir del cine sus momentazos hacen que la experiencia merezca la pena. Sin ser la mejor, estamos ante una de esas pelis españolas que hay que ver en 2017. Si el filme os ha dejado con ganas de más, nada mejor que revisionar En la Casa, una gran película sobre procesos creativos que ganó la Concha de Oro en 2012.

 

 

IT: El trauma infantil se disfraza de payaso

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Lo tenía verdaderamente jodido Andrés Muschietti. El nuevo proyecto de IT cobró relevancia gracias a las noticias que sentaban en la silla del director a Cary Joji Fukunaga, director de la primera temporada de True Detective. Una noticia ilusionante que dejó de serlo cuando se confirmó que el también autor de Beast of no nation y Jane Eyre abandonaba el proyecto tras desavenencias con el estudio. El marrón le quedada a Muschietti, autor argentino que debutó en el terror sin pena ni gloria con Mamá. Las expectativas bajaron, pero volvieron a subir tras los primeros screenings y las aterradoras imágenes promocionales. El hype comenzó a crecer, y parecía que la burbuja, una vez más, iba a explotar. Pero esta nueva IT ha flotado por encima de las expectativas. Contra todo pronóstico, estamos ante uno de los mejores trabajos de horror de los últimos años.

El gran acierto de la película es tomar la valiente decisión de apostar por los personajes, una opción que no es la mayoritaria dentro del género. Los niños protagonistas crean un vínculo casi inmediato con el espectador, lo que nos hace cómplices de su terror. Un mecanismo más elaborado que la habitual colección de sustos, que seguramente defraude a los que solo acudan al cine a paliar los problemas de estreñimiento, pero que a la vez conquistará a los que busquen algo más que entretenimiento.

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IT es una gemela oscura de títulos como Los Goonies, Cuenta conmigo o Super 8, aunque su pariente actual más cercano se llama Stranger Things. La nostalgia vuelve a dar buenos resultados. Estamos ante una nueva confirmación de que lo retro es tendencia en el presente audiovisual.

IT es uno de esos proyectos en los que si algo falla el resultado final puede ser completamente ridículo, pero el acabado técnico de la cinta logra colocarse fuera de la sombra de la serie B. Esto se consigue gracias a una elegante fotografía, una banda sonora de calidad y unos impolutos efectos especiales. El resto lo hace un acertado casting en el que destaca la magnética Sophia Lillis, la actriz que da vida a Beverly. Ojo, que quizá estemos ante el nacimiento de una estrella.

De Pennywise, el payaso protagonista al que da vida Bill Skarsgård, decir que en los primeros minutos me ha dado la impresión de que quedaba eclipsado por el recuerdo del excelso trabajo de Tim Curry en la TV movie noventera. Ese payaso, de apariencia más humana que en esta nueva versión, es sin duda uno de los rostros más célebres de la historia del género. Pero este Pennywise se hace ‘querer’ según avanza el metraje. Aunque hay que tener en cuenta que el clown no deja de ser un falso nueve dentro de lo que de verdad cuenta la película. Los niños protagonistas desarrollan diferentes fobias, pero cada una de ellas esconde un problema más grave que el natural temor infantil. El verdadero miedo del grupo de ‘Los perdedores’ está en la vida real.

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A pesar de todas las virtudes, el título también cuenta con algunos problemas, como la redundancia de algunas escenas o el alargamiento excesivo del desenlace. No obstante, queda patente que en la sala de montaje se ha tenido que tirar de tijera. Por suerte, hablamos de exceso, pero no de aburrimiento. De hecho este IT deja con ganas de más. De esa segunda parte ya en proyecto que muestra a los protagonistas 27 años después del fatídico encuentro. Por si fuera pequeño el Hype, suena Jessica Chastain como Beverly adulta. Por favor, que así sea.