Spectre: El Jes Extender de James Bond

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Para los no iniciados, el Jes Extender es un mítico alargador de pene que anunciaba la teletienda. Es lo primero que me viene a la cabeza tras ver el último Bond, una película de 80 minutos extendida hasta los 148 por un Sam Mendes con licencia para alargar. Hasta me ha parecido ver hobbits. Hacía tiempo que no iba a mear en mitad de una película.

El último Bond empieza bien, con buenas secuencias durante el día de los muertos en el DF mexicano y con uno títulos de crédito de Top Ten sellados por la música de un inspirado Sam Smith, y no me atrevería a decir que estamos ante una mala película, pero ya he hablado en el primer párrafo de su principal pecado, pero no es el único. Se podría hablar de Spectre como una colección de actores desaprovechados, desde Christoph Waltz a Lea Seydoux pasando por una muy fugaz Monica Bellucci. La brillante idea del malo de malos que encarna el actor alemán es víctima de una película cuyo guión no termina de funcionar.

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Quizá lo más interesante de este willyfoggiano episodio es el uso del metalenguaje bondiano, con un choque de placas tectónicas en el que impactan el bourneizado Bond de los últimos capítulos y el Bond en sentido más clásico. El de Martini con Vodka intenta hacerse camino en lugares en los que no está bien visto beber alcohol. La esencia del cine de espionaje a la antigua usanza se abre paso en un mundo de drones y amenaza ciberterrorista.

Quizá lo que acaba de reventar la cinta es que su predecesora sea Skyfall, indiscutiblemente la mejor película de toda la saga. Y no solo eso, la franquicia Misión imposible también le come terreno. Lo mejor sería un MI6 que cruce a Hunt con el agente británico. Con un «No hay huevos» igual se anima algún productor.

Los Vengadores. La Era de Ultrón: Otro sparring con masillas para el Dream Team

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Es dificil explicar lo que me pasa por la cabeza tras el visionado de la Ultrairregular secuela de Los Vengadores, una película capaz de mutar del espectáculo a la vergüenza ajena en cuestión de segundos.

En la Era de Ultrón, la pandilla superheroica se enfrenta a un robot licencidado en filosofía consecuencia de las chapuzas de Tony Stark. No está solo, los Gemeliers también se unirán a la causa antivengadora. Toca salvar el mundo, otra vez.

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Josh Whedon empieza fuerte en su última aparición al frente de la franquicia. Los vengadores comienza como una crítica en todo regla al invasionismo americano. Ese que se cuela en un país X con la excusa Y para imponer su particular ley del talión. Y lo hace además con acción dinámica y varios vengadores en plano. Vamos, que empezaba bien. Lástima que tras un afortunado prólogo la película se convierta por momentos en algo demasiado parecido a Trascendence, la película que se alzó el pasado año con la caca de la vaca 2015. En otras palabras, se mete en una ciénaga de inteligencia artificial de la que es dificil salir.

Ultrón, el malo de turno, es fiel reflejo de lo que le sucede a la cinta. Estamos ante un robot de inteligencia avanzada que alterna interesantes monólogos con pataletas de niño chico. Son esas incongruencias las que impiden que esta entrega sea lo buena que pudo haber sido. Al igual que en la primera entrega, el oponente es un mierdas secundado por millones de masillas de los power rangers. Aquí falta un Joker, un Bane, un hijoputa del universo DC.

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A algunos vengadores se les nota ya el desgaste de tanta entrega, lo que se traduce en una gran pérdida de carisma. El que más lo sufre es Iron Man, convertido en una parodia de si mismo. Lo mismo le ocurre a Thor o El Capitán América, aunque en menor medida. La única que parece aguantar el tipo entrega tras entrega es la viuda negra, más ligera de equipaje al carecer de película propia. Johansson protagoniza además un guiño en camilla de Whedon a la escalera de Jacob.

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Por suerte encontramos también algún pasaje de acción digno de mención, como ese Iron Man en versión Megazord que tendrá que enfrentarse a un Hulk completamente desatado. El gigante verde sigue funcionando mejor como criatura que como «persona humana». De hecho Mark Ruffalo nunca estuvo peor que en esta entrega. ¿De verdad alguien pretende que nos creamos que Romanov se quiera chuscar a este pan sin sal?

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A pesar de algún tramo de acción inspirado, también hay acción de relleno. Incluso los FX flaquean cuando los vengadores comienzan a volar. El final también peca de excesos. En el desenlace Whedon se postula a ser el próximo director en trasladar el universo de Bola de dragón a la gran pantalla. En otras palabras, nos cuela un miniepisodio de la serie de Akira Toriyama cambiando a Goku por Ironman.

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A pesar de los pesares hay que reconocer que estamos ante una película adictiva. Como dice Visión en la recta final de la película: «Hay belleza en sus defectos». Así que los que ya esteis en el barro Marvel podeis degustarla sin problema. Eso sí… Si no os gustaron las anteriores ¡CORRED INSENSATOS!

Marte (The Martian): Matt nos ahorra el Dramon

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¡Al fin una película de supervivencia en la que el espectador no sufre hasta vomitar sangre! Esa es mi primera reflexión tras salir del cine de ver Marte (The Martian), todo un acierto de Ridley Scott. Este tipo de cine suele basarse en que el espectador las pase putas. Por suerte, The Martian apuesta por la diversión sin complejos, entretenimiento además de primera calidad.

The Martian nos cuenta la historia de Mark Watney, un astronauta especializado en botánica que es dado por muerto erroneamente en el planeta rojo. Watney se las apañará para sobrevivir convirtiendose en un auténtico Juan Palomo espacial mientras en la tierra se estudia la posibilidad de traerle de vuelta.

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Las dos horas y media que dura la película pasan como un suspiro. Todo encaja, desde la acertada fotografía marciana al ágil trabajo en la sala de montaje, amenizado por una banda sonora repleta de éxitos de la música disco. Otro tanto más a favor, cuando lo obvio hubiera sido añadir una partitura tensionista del palo «vamos a vomir todos».

Muchos hijos del cine de autor acusan a The Martian de ser un producto, condición que la película asume sin ningún tipo de complejo. En la época de la trascendencia, Marte se quita peso para que disfrutemos del «Qué», y el «qué» es mucho «qué». El uso del humor también funciona.

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Hay que aplaudir el gran trabajo de Matt Damon, que triunfa en un papel  sobre el que recae la posibilidad de éxito de la película. Damon está mejor que nunca. Ni desatado ni comedido. Una interpretación que se apoya en el vitalismo apartando el drama. A mi juicio merece como mínimo una nominación al oscar, aunque seguramente la vena comercial de la película le aleje de la carrera por la estatuilla. En realidad todo el casting resulta encantador, desde la Chastain a Ejiofor. Lo cual nos ayuda aún más a empatizar con la película.

Cierto es que la personalidad de Ridley Scott está menos marcada en esta cinta que en trabajos como la reciente Exodus o en Prometheus, lo que tratándose de una adaptación literaria hay que tomarlo como algo positivo. Recordaremos Marte como la mejor película sobre el planeta rojo hasta la fecha. Una cinta de aventura con vocación de clásico.