La cura del bienestar: El encanto de la imperfección

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Gore Verbinski se acaba de ganar todo mi respeto. Hasta ahora se podía hablar de un director cuya carrera se ha caracterizado por un eficiente trabajo al servicio de las majors. De la primera trilogía de Piratas del Caribe al remake de The Ring, pasando por Un ratoncito duro de roer, El hombre del tiempo, Rango o The Mexican. Un cineasta que ha pasado de ser un mero peón de la industria a dirigir un filme de terror gótico de dos horas cuarenta, sin estrellas y con suculentas idas de olla. Quizá La Cura del bienestar de la que habla el filme es la que ha tomado Verbinski, dejando encargos de lado y haciendo de una vez por todas lo que le ha salido del nabo.  Y bien saben los lectores que en esta página somos enemigos de los que piden moderación desde el sofá contándonos que ‘El cementerio está lleno de valientes’. Tal vez desconocen que la hora nos llega a todos, y de palmar, palmar con estilo.

El comienzo de La cura del bienestar es de esos a lo Apocalypse now: Un hombre con la misión de encontrar a otro hombre. Un tiburón de Wall Street es enviado por los mandamases de la empresa a buscar a un compañero que se niega a volver a Manhattan tras su estancia en un balneario suizo. Todo se complicará al comprobar que el enclave alpino no es tan idílico como aparenta.

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Las referencias son evidentes. Imposible no mencionar al Scorsese de Shutter island. Por parecer se parece hasta Dane DeHaan, protagonista de la película, a Leonardo Dicaprio. Aunque en todo momento se ve más un homenaje que un plagio. También hay guiños a El resplandor, como ese plano aéreo de la carretera camino al balneario que recuerda tanto al del inicio de la película de Kubrick, o a La Escalera de Jacob. El resto es una Hammer de serie A.

La película que va sobrada visualmente. La fotografía y la dirección artística son de Oscar. Por el precio de la entrada nos llevamos una treintena de planos perfectos. Por momentos La cura del bienestar nos traslada a ese balneario. La hipnosis de Verbinski funciona y el viaje merece la pena. A pesar de que estamos ante un título que también cuenta con algunos problemas evidentes. El más notable su reiteración de ideas. También padece de uno muy habitual en los títulos de suspense: La sobrexplicación en el último acto. Pero en ningún momento esto provoca el derrumbe, mérito añadido tras sus casi 160 minutos. Quizá esa irregularidad, esos pasos bruscos de la solemnidad al What the fuck son los que consiguen que la película acabe conquistando.

Y además La cura del bienestar nos muestra el lado oscuro de los avances de la ciencia. Esa búsqueda del progreso se ha cobrado muchas vidas en el pasado y se las sigue cobrando hoy en día. Es el fantasma que se esconde tras nuestra rutina, eso que algunos llaman bienestar. Desde ya reivindicamos este título, que está dejando las salas tras su primera semana de proyección con bastante más pena que gloria. Con el tiempo quizá se hable de esta película como un título de culto. Merece la pena apuntarse a la cura.

Trailer: