Jurassic World: Dinos del futuro pasado

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La franquicia de dinosaurios por excelencia ha vuelto, y más que en forma de secuela, reboot o remake lo ha hecho en forma de revival, una película hecha para los nostálgicos del parque original.

La historia es la de siempre. A pesar de los incidentes anteriores, Jurassic World se ha convertido en el Disney World del planeta. En ese contexto dos jóvenes visitarán el parque con pulsera VIP cortería de su tía. Todo idílico hasta que, como era de esperar, alguien deja una jaula abierta.

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Lo primero que se agradece en este nuevo parque es la falta de pretensiones, y más en la época en la que se tiende a hacer la versión «seria» de todo Blockbuster. Así es como nos tragamos el pasado año un drama familiar llamado Godzilla, que ni siquiera era capaz de ofrecer una gota de humor. La capacidad de autoparodia de este Jurassic World juega en favor del conjunto. Estamos ante un blockbuster de los de antes.

Los nuevos tiempos han llegado al parque, que a pesar de los avances tecnológicos comparte ese aire cutre y prefabricado de todo parque temático, ese look Marina D’or con aspecto zoológico. En los tiempos en los que la parada de metro de Sol se llama Vodafone Sol era de esperar que la nave principal del complejo estuviera patrocinanda por Samsung. También han llegado nuevos dinosaurios, fabricados a medida del consumidor, lo que hace que se pierda un poco de esa magia de antaño, en la que el tiranosaurio nos dejó boquiabiertos. Ver una especie de la que no hablan los libros nunca será tan espectacular.

La crisis también ha llegado al recinto. La célebre frase «No hemos reparado en gastos», de John Hammond, ha sido enterrada, y ahora se busca patrocinios fuertes y capital extranjero. El que pone la pasta en este capítulo viene de Asia, como uno de esos jeques que por capricho se comprar un equipo de fútbol.

El director Colin Trevorrow parece dirigir convencido de que el trabajo de Spielberg en la primera entrega no se puede superar. Teniendo eso en cuenta nada mejor que utilizar la nostalgia como arma. Esto se hace recurriendo a la banda sonora o a los elementos que hicieron grande el inicio de la saga. Se busca esa sensación de cuando encontramos por ahí el cuadernos del instituto o el book de plástica del colegio, que por un momento añoremos ese pasado y, como todos sabemos, eso suele funcionar.

Además de recorrer la película original, Jurassic World deja interesantes guiños a otras películas. El morsasaurio toma el relevo de Tiburón en clara referencia al clásico de Spielberg. La escena de los dinos alados es un claro homenaje a los pájaros de Hitchcock. También asistimos a una persecución en la jungla con inspiración y colores de Depredador.

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Chris Pratt y Bryce Dallas Howard son los héroes de ocasión. El primero ejerce el rol de Indiana Jones rollo empotrador. Un hombre que tiene la templanza para adiestrar velociraptores y la pasión suficiente como para dar un puñetazo sin antes preguntar. La segunda pasa de esclava del trabajo a Teniente Ripley en tacones. ¿Quién dijo Gore Tex? Dallas Howard se mete a la selva con zapatos y sale de ella impecable, como para ir de boda. Ambos forman un tandem cómico-romántico-erótico inspirado en el cine de aventuras clásico. Se ha sustituido la inteligencia de los personajes de Sam Neill y Laura Dern por músculo y acción. Son como Hannah y Mess. O en el Cadillac & Dinosaurs de recreativas.

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Los efectos especiales han confirmado algunos temores que dejó el trailer. Los dinosaurios digitales son menos dinosaurios. El realismo del primer Jurassic Park ha desaparecido. Tan solo en algunos planos aparece la grandeza de esa primera etapa. Los dinosaurios han perdido la capacidad de sorpresa.

En definitiva, estamos ante un homenaje diseñado para los fans de la película original, que sin ser una gran película si puede ser disfrutable. Un digno regreso que aporta poco o nada nuevo. La franquicia muestra evidentes síntomas de agotamiento, y otro regreso al parque podría ser letal. Veo imposible una secuela. Lo de soltar a tiranosaurios por la city dio un resultado nulo en El mundo perdido, y para ver a este especie conquistar la tierra me quedo con los simios.

Horns: Crepúsculo cambia colmillos por cuernos

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No es nada nuevo en este blog afirmar que nos encanta Alexandre Aja. Nos dejamos conquistar en su dia por Alta tensión, y aunque puede que el resto de su filmografía no esté a la altura, su marcha a Hollywood nos ha dejado varias películas disfrutables. Es el caso del remake de Las colinas tienen ojos o Piraña 3D. En este ocasión adapta la novela homónima de Joe Hill con Daniel Radcliffe como protagonista.

Horns, su última película, es víctima de la indefinición. Comienza como Perdida de Fincher, con un joven acusado del asesinato de su novia, pero enseguida aparece el elemento satánico en forma de cuernos.  ¿Necesario? Tengo mis dudas. Despojada de él, Horns es simple y llanamente un culebrón.

Aja se empeña en darle al conjunto un toque de solemnidad, cuando realmente es en el gamberrismo donde ha encontrado la gasolina para que sus anteriores trabajos arrancaran. Lo mismo le ocurría a su Mirrors (Reflejos), que despojada de esa rebeldía acababa resultando una peli de terror para la sobremesa. Quizá haya sido el querer llegar a un público más amplio que el de jóvenes con ganas de gritar, y echarse unas risas. Y ahí el error, salvo por algún detalle gore estamos ante una película «so sweet», que intenta abarcar demasiado y acaba por prescindir de personalidad. A grandes rasgos, la historia de Ig y su amada no está demasiado lejos de los Cullen.

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Tampoco Radcliffe consigue brillar en el que parecía el papel definitivo para quemar en el infierno a Harry Potter. El ex mago parece destinado a llevar una carrera similar a la del ex Frodo Elijah Wood. Más acertados están secundarios como Max Minghella, David Morse o Heather Graham, nadie mejor que ella para dar vida a la eterna camarera americana.

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Por último, su gran pecado final es el espacio entre sus dos desenlaces. Horns se alarga innecesaramente hasta los 120 minutos cuando no da para más de 90. Su última página es más de cuento que de película, moraleja incluída. Esperamos que Alexandre Aja coja aire y vuelva al lugar en el que se encontraba, la cima del terror, una colina con ojos.