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La vida de Adele: El Azul es un color cálido. Capítulos 1 y 2. La adolescencia en 180 minutos.

Reconozco que ver hoy en el día una película de 180 minutos sin hobbits ni nada de eso es cuando menos arriesgado. Aún así me he acercado al cine atraído por las buenas críticas, la polémica y el peso de un galardón llamado Palma de Oro en el Festival de Cannes. Aunque la Palma de 2012, titulada pretenciosamente Amour (Amor y encima en francés) me pareció un tostonazo light de dimensiones Hanekianas.

Comienza la película y ya vemos por donde va a tirar el director franco tunecino Abdel Kechiche. En los primeros minutos observamos el uso y abuso del primer plano, molesto por repetición, pero cuando dejamos de ser conscientes y nos acostumbramos Kechiche ya nos tiene donde quiere. A partir de ese momento seremos Adele, comeremos espaguetis como come Adele, Beberemos vino blanco como bebe Adele, nos enamoraremos como se enamora Adele e incluso follaremos como folla Adele. ¿Y quién es Adele? Adele es simplemente una adolescente de 17 años. Ni tiene superpoderes, ni la ha mordido un zombie ni se transforma en mujer lobo, Adele podría ser cualquiera de nosotros. A la película se la podría acusar de no contar ningún hecho extraordinario, pero esa es precisamente su virtud. Si lo que buscan es una gran hazaña pueden apostar por el Capitán Phillips.

Como testigos de su intimidad leeremos en imágenes las páginas de su diario y viviremos su despertar sentimental y sexual. Esto incluye las escenas de sexo explícito más realistas y auténticas jamás filmadas. La primera de ellas es un gran ejemplo de lo que suele ser esa primera vez, posiblemente la mejor pérdida de la virginidad de la historia del cine. Lo siento por todas esas pelis de baile de fin de curso y pim pam pum.

La vida de Adele beso

Las actrices están espectaculares, en especial la protagonista Adèle Exarchopoulos, sencillamente antológica. Si no la vemos recogiendo el oscar será un clarísimo #RoboaAdele. Desprende realidad en cada gesto, en cada impulso, en cada lágrima.

Sobre su excesivo metraje comentar que no se me hizo cuesta arriba. Incluso da la impresión de que La Vida de Adele da para una versión extendida, puesto que deja a personajes y situaciones al margen del metraje. Se centra en su protagonista dejando de lado las vidas paralelas.

Pero no os penseis que estamos ante un simple despertar, en la película también hay drama, y dolor, mucho dolor, acompañado de desesperación. El no saber que hacer cuando las cosas se ponen cuesta arriba es otro de los rasgos típicos de la adolescencia, sinónimo de inexperiencia. Y es que cuando las cosas van bien, por desgracia, nadie te explica que después pueden ir mal, y que del primer golpe cuesta más levantarse. Por suerte Kechiche lo ameniza haciendo bailar a Adele, especialmente entrañable en este apartado. Sin demasiado ritmo, a veces con alegría, otras con tristeza, pero siempre dispuesta a bailar. Que es la adolescencia si no una época de baile continuo. De los temas que aparecen en la película seguramente recordareis este: «I follow rivers», de la sueca Lykke Li.

Desconfiad de las críticas que se centren su discurso en la homosexualidad. Huíd de las que utilicen la palabra bolleras. Adele habla de dudas, de una búsqueda de la identidad sexual, pero no es una película de cine gay, ni por ni para homosexuales, es simplemente una historia de amor.

Incidencias durante el metraje:

Abandonaron la sala una decena de personas. Un anciano se hinchó a reir durante la ya célebre escena de sexo lésbico de diez minutos. Acto seguido se marchó del cine. Una señora decidió compartir su crítica con el resto de asistentes al dejar el cine con un sonoro… “Qué coñazo”.  A pesar de esto, La vida de Adele es una obra incontestable.