Archivo de la etiqueta: fairuza balk

Placeres culpables del cine

palomitas

Por Raquel Ortega-Martínez

Ah, los placeres culpables… Aquello que, de ser confesado en público, supondría sonrisitas de lado y gestos de incredulidad. Sí, todos tenemos uno, aunque pocos nos atrevamos a confesarlo. Y si trasladamos esto de la culpabilidad y los gustos personales y particulares de cada uno al mundo del cine, nos encontramos con todo un catálogo de confesiones veladas y películas malas que nos encanta ver una y otra vez.

 Hoy hablaremos de esas películas que jamás reconoceríamos que nos gustan (“¿Una rubia muy legal? ¿Yo? Anda, por favor, no digas tonterías…”, afirmas entre risas, mientras por dentro sudas la gota gorda por el miedo a que sepan que la guardas en DVD escondida en el armario), pero que, si las pillamos a medio en televisión, no podemos evitar verlas y disfrutar con ellas.

Hoy me pongo mi letra escarlata, una H de ‘hortera’, y reconozco ante todos vosotros que estos son mis placeres culpables cinematográficos. De los otros ya hablaremos otro día si lo consideramos oportuno.

El secreto de mi éxito (Herbert Ross, 1987)

Ya de antemano diré que Michael J. Fox fue siempre uno de mis grandes amores durante la infancia. Si a eso le sumamos una historia ambientada en ese Nueva York de finales de los 80 repleto de yuppies donde todo parecía posible… en fin, que es difícil resistirse a esta película de grandes corporaciones, malentendidos incentuosos y jóvenes profesionales urbanos.

El príncipe de Zamunda (John Landis, 1988)

Oda a esa tierra de las oportunidades que son Estados Unidos y McDonalds. Perdón, McDowell’s. ¿Alguien ha podido olvidar la poderosa actuación de Randy Watson y su banda, Chocolate Sexy? Sin duda una de las mejores películas de Eddie Murphy (¿Superdetective en Hollywood? Por favor,…), acompañado esta vez del gran Arsenio Hall, hoy prácticamente desaparecido de la faz de la Tierra.

Poli de guardería (Ivan Reitman, 1990)

En algún momento de finales de los 80 el Ivan Reitman post Cazafantasmas se plantó ante los jefazos de Universal Pictures y les dijo: “Quiero hacer una peli en la que Arnold Schwarzenegger haga de maestro en una guardería y toque el ukelele”. Y voilà, 20 años después podemos disfrutar de esta estupenda película que ha amenizado millones de tardes en La 1.

El último boy scout (Tony Scott, 1991)

Un policía pasado de vueltas, interpretado por el entonces estrella de acción en ciernes Bruce Willis, y un ex-quarterback al que da vida uno de los hermanos Wayans (¿Damon? ¿Marlon? ¿Shawn? ¿Keenen Ivory?), se alían para investigar un asesinato con conexiones en las altas esferas de la política y el fútbol (americano) profesional. Genial y malhablada y violenta película de acción, infinitamente imitada, pero todavía no superada.

Vuelven los mejores (Sam Weisman, 1994)

¿Cuántas veces oímos eso de «Los patos vuelan juntos» a lo largo de las tres películas de la saga? Era imposible no querer a este grupo de niños perdedores que tenían como entrenador de hockey a un abogado amargado con apellido de ginebra. Las tres son estupendas, pero la segunda, con esos Juegos de la Concordia y ese exacerbado patriotismo americano… Sencillamente fantástica.

Waterworld (Kevin Reynolds, 1995)

‘Waterworld’ es una película tremendamente incomprendida. El punto de partida era bueno, de verdad, lo que pasa es que todos (actores, director,…) se perdieron por el camino. Vale, era un poco una copia de Mad Max pero en agua y con el tío de Bailando con lobos, y tenía agujeros argumentales por todos lados, pero sigue siendo una gran película de acción de domingo por la tarde.

Jóvenes y brujas (Andrew Fleming, 1996)

Confesad, chicas, ¿cuántas de vosotras intentasteis con vuestras amigas eso de “rígida como una tabla, ligera como una pluma”? Fairuza Balk nos metió el miedo en el cuerpo con esta película (luego vino a terminar de arreglarlo con American History X), en la que cuatro adolescentes tonteaban con la magia negra, y donde también salían Robin Tunney, Neve Campbell y hasta Assumpta Serna.

Un pueblo llamado Dante’s Peak (Roger Donaldson, 1997)

No podéis negarle a esta película su enorme carácter didáctico en materia vulcanológica. ¿Acaso alguno de vosotros sabía qué era eso de una nube piroclástica antes de ver a Pierce Brosnan explicándolo? Eso sí, hay que reconocer que Linda Hamilton nos decepcionó un poco con su papel de alcaldesa de pueblo que no sabe para dónde tirar después de verla dando caña en Terminator 2.

George de la jungla (Sam Weisman, 1997)

Soy muy consciente de lo tremendamente absurda y simplona que esta esta película, pero sí, lo confieso, me hace una gracia enorme. Salen Brendan Fraser y Leslie Mann y Thomas Haden Church cuando nadie sabía quiénes eran, y John Cleese le pone la voz a un mono que cocina y hay un elefante que cree que es un perro. No sé qué más queréis para que una película os enganche.

Godzilla (Roland Emmerich, 1998)

Roland Emmerich es el director ‘destroyer’ por excelencia: destruyó Nueva York en Godzilla y El día de mañana (ambas en esta lista), destruyó la Casa Blanca en Independence Day y, como vio que todo esto se le quedaba un poco corto, se cargó el resto del mundo en ‘2012’. Pero, al margen de eso, Godzilla es un peliculón. ¡Si hasta le hacen un test de embarazo al bicho, por el amor de dios!

Tienes un email (Nora Ephron, 1998)

En un principio iba a poner Algo para recordar, pero con 20 años a sus espaldas se ha convertido ya en un clásico del cine romántico. Tienes un email es más vergonzosa de confesar, porque por momentos es cursi y empalagosa hasta decir basta, pero aun así es imposible no disfrutar con ella y con su visión de Nueva York y de la literatura. Además, es de las últimas películas en las que Meg Ryan no parece abducida por los extraterrestres.

La momia (Stephen Sommers, 1999)

Cine palomitero 100%: un héroe de acción guapo, rudo y misterioso, una heroína inteligente y tímida pero peleona, un hermano torpe y divertido y un malo malísimo que manda de nuevo las siete plagas sobre Egipto. Y ya está. Así se hace una película de aventuras que jamás nos vamos a cansar de ver una y otra vez. Eso sí, olvidaos de la tercera entrega, es verdaderamente lamentable.

10 razones para odiarte (Gil Junger, 1999)

Sí, lo confieso, me vuelve loca esta película. No os voy a dar diez razones para amarla, pero casi: un Heath Ledger arrebatadoramente guapo y por entonces casi desconocido, un Joshep Gordon Levitt encantador tomándose un descanso de Cosas de marcianos, una banda sonora genial y una historia de Shakespeare ambientada en un instituto de finales de los 90. Combinación ganadora.

El día de mañana (Roland Emmerich, 2004)

Quién nos iba a decir que el tío de El chip prodigioso acabaría recorriendo medio Estados Unidos en esquís para salvar a Jake Gyllenhaal de una glaciación. Ya sabemos que en el fondo todas las películas de catástrofes tienen más o menos el mismo argumento, pero hay que reconocer que ésta aprovechó muy bien el tirón del cambio climático para hacer taquilla.

Domino (Tony Scott, 2005)

Injustamente vapuleada por la crítica y el público, Domino es una estupenda película de acción a ritmo de videoclip que no todo el mundo supo entender. Keira Knightley pasó de interpretar a la pavisosa Elizabeth Bennet a enrollarse con Édgar Ramírez y zurrarle a todo el mundo en compañía de Mickey Rourke. Desde mi humilde punto de vista, un cambio sin duda a mejor.