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Robocop 2014: El cofre del hombre muerto

Había ganas, muchas ganas de ver lo que daba de sí el remake de Robocop con José Padilha (Tropa de élite) al mando.  Hay remakes que son copia plano a plano (Funny games U.S.A) o remakes que únicamente ponen color (Psycho). Robocop no pertenece a ninguna de estas familias. Aquí hay que hablar de relectura, de revisión del mito. No os fieis de ninguna crítica que hable de copia, estamos ante otra película.

En el argumento nos encontramos de nuevo al agente Alex Murphy investigando una trama criminal, pero esta vez cambia el contexto, un futuro cercano en un Estados Unidos que vive bajo un debate por la seguridad nacional: El de la utilización o no de máquinas para sustituir a los policías humanos. Un magnate de la industria robótica intentará hacer un modelo mixto de hombre-máquina para poner de su parte a la opinión pública.

Quizá a Padilha le ha llegado este gran presupuesto demasiado pronto. El director idoneo para este filme tiene nombre y apellidos: Christopher Nolan. Vivimos en una época en la que toda secuela o reboot se tiende a Nolanizar, práctica que consiste en buscar el lado realista de la trama, en dotar de lógica al conjunto. Padilha nos habla del uso de máquinas de guerra, los drones, esos aviones no tripulados de los que hablan Amazon y el telediario. La resurrección de Murphy está vinculada a la tecnología, a la ciencia, y poco tiene que ver con el sistema «Levántate y anda» de Verhoeven. Hasta el pesado traje original está Nolanizado, al igual que la moto con la que se desplaza.

robocop izquierdas
Queda claro que este Robocop es de izquierdas

Le falta épica a este Robocop, le falta Shakespeare a su venganza. Le falta Mary Shelley a este Frankenstein. Padilha acierta en las escenas de laboratorio, pero no es capaz de mantener el nivel cuando salimos de Omnicorp. La acción es lo más aburrido de la película, y no se termina de apostar claramente por las ideas. Esta irregularidad denota que Padilha ha tenido que alternar lo que quería con el trabajo de encargo. Es lo que tiene una primera incursión USA. Verhoeven supo (o pudo) imponer su personalidad en 1987. Padilha no ha podido tumbar a la corporación de Hollywood, aunque por suerte ha colado el mensaje, que se traduce en una crítica voraz al imperialismo, a la corrupción y a la obsesión U.S.A. por la seguridad.

Joel Kinnaman lo intenta, pero carece de algo que le sobró al Robocop que encarnó Peter Weller: Carisma. El antiguo Robocop tenía putoamismo, y era capaz de apuntar a las pelotas ante un intento de agresión sexual. El Robocop de 2014, en cambio, es una recopilación de traumas. En su tono serio y atormentado no encontramos lugar para la simpatía. Estamos de parte del héroe, pero no conseguimos que nos caiga bien. Mucho más fácil es posicionarse del lado de su mujer, Abbie Cornish.

El auténtico resucitado del reparto no es Murphy, si no Michael Keaton. Un megalómano que sueña con un mundo mejor, poblado de robots. Un mundo que llene sus bolsillos. Su aire desenfadado encaja a la perfección con la figura de magnate en tiempos de Facebook y Google. Samuel L. Jackson brilla como de costumbre, esta vez haciendo de presentador de una futurista Intereconomía. Gary Oldman es el aliado del bueno, un pariente del papel que interpretó en la trilogía del Caballero Oscuro.

En conclusión, estamos ante lo que pudo ser y no fue. Un conjunto fallido que pegó muchos tiros al aire pero no centró ninguno. Una de las maneras de mejorar el material presente sería un montaje del director en edición doméstica. Intuyo que eso podría elevar el producto entre uno y dos puntos. Tras el primer fin de semana USA, debutando en taquilla con poco más de 20 millones de dolares recaudados y en tercera posición, se antoja casi imposible ver un nuevo Robocop 2. Siempre nos quedará 1987.

Para acabar con buen sabor de boca, nada mejor que el tema de los créditos finales. The Clash, todo un acierto