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La bruja (The Witch): Mas de autor que de terror

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Advertencia: Esta película no es la película de terror al uso que vende su trailer. Yo iba con la lección sabida, pero los grupos de adolescentes que poblaban la sala se llevaron un desagradable chasco. Estamos ante una película que más que terror es cine de autor.

Ahora si, hablemos de La bruja. No es fácil valorar esta película. Gran fotografía, excelente realización, capacidad para inquietar… ¿Pero miedo? Por ningún sitio. La película ofrece algo nuevo al subgénero, y vende su ficción con el rigor de un episodio histórico, pero la verdad es que mentiría si dijera que ha conseguido entusiasmarme. Por decirlo de alguna manera, le sobra tono solemne y le falta Rock & Roll. Y aún así tiene potencia icónica, como la de ese cabrón (en sentido animal) oscuro que los pequeños de la familia protagonista bautizan como Philip El negro y que se puede adivinar como protagonista de la canción popular «La cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió».

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La bruja puede funcionar a la perfección como precuela de The lords of Salem, mejor película para este blog en el año 2014. Su final encaja como un guante con el principio de la película de Rob Zombie. El relato del director Robert Eggers tiene bastante más coherencia que el que nos ofreció Zombie, pero le falta la psicodelia de las imágenes del rockero.

Aunque no ha logrado engancharme del todo, soy incapaz de afirmar que La bruja es una mala película. La cinta aporta una nueva visión sobre la realidad bruja en Nueva Inglaterra previa a los juicios de Salem, y por momentos consigue cautivar. Un título indispensable ya en la colección de todo satánico, que está más cerca de Cannes que de las mutisalas.

 

Brujas y hombres y viceversa

beso entre mario casas y hugo silva en las brujas de zugarramurdi

Alex De la Iglesia recurre en su última película a una fórmula de la que han tirado muchas bandas de rock en decadencia a lo largo de la historia de la música: Volver a los orígenes, a sonar como en sus primeros discos. Y lo cierto es que al director bilbaino le ha salido bien la jugada. Si en El día de la bestia el padre Berriartua se desplazaba a Madrid para luchar contra el mal convirtiendose en un pecador, en Las brujas de Zugarramurdi son dos pecadores (Hugo Silva y Mario Casas) los que realizan el camino de vuelta desde la capital de España para acabar en Zugarramurdi, donde de nuevo el mal puede ser resucitado. Aunque no se trata de un viaje de ocio, sino de una fuga tras un robo en un compro Oro de la mismísima Puerta del Sol.

El director no se ha olvidado del actual contexto de crisis. Todos los personajes, cada uno a su manera, parecen estar afectados por la actual situación económica. El inicio recuerda a la reciente El mundo es nuestro, aunque los cofrades son esta vez Jesucristo, un soldadito de juguete, El hombre invisible, un Mickey Mouse de Serie B y Bob Esponja. Lo hace por segunda película consecutiva, puesto que la trama de La chispa de la vida también hablaba de medidas desesperadas para abandonar este panorama. De la Iglesia demuestra ser un creador comprometido, aunque sin llegar a convertir en martires a sus personajes, puesto que ninguno está libre de pecado.

Otra de la temática sobre la que versa la película es la eterna guerra de sexos. De hecho se podría decir que las catastróficas desdichas de los protagonistas son consecuencia de una mala gestión de las relaciones. Y es que la crisis no se puede colocar de excusa para todos los problemas de este siglo. Mujeres brujas, hombres tontos… Todos condenados a entenderse.

Hugo silva haciendo de Jesucristo en las brujas de zugarramurdi

Las brujas de Zugarramurdi es una borrachera de referencias, propias y ajenas. No recuerdo tantas juntas en una sola película española. Por mi cabeza pasaron REC 3: Génesis (De nuevo Bob Esponja), Braindead (Hay algo muy parecido a la versión gigante de la madre), El dia de la bestia (El final tiene varios paralelismos), The lords of Salem (He visto a las vecinas encarnadas por Segura y Areces), Los Renegados del diablo (El personaje de Botet recuerdo al deforme de la familia de los mil cadáveres), Acción mutante (He visto a Carmen Maura hablándole a la masa como si fuera Ramón Yarritu), 28 semanas después (He visto a brujas correr en masa sobre verdes prados), Se lo que hicisteis el último verano (He visto un atropello en una carretera secundaria y como desaparecía el cuerpo), The wicker man… Podría seguir.

Tampoco es discutible la visión comercial del director, que involucra en la película a Mario Casas y Hugo Silva consciente de que esto también se trata de llevar público a las salas. Ambos cumplen con creces, y más si nos atenemos a las previsiones. En especial Casas brilla con esplendor gracias a un personaje hecho a medida. Para mi, debería estar al menos entre los finalistas al Goya. De lo mejor de la película. Muchos ya se estarán dando de baja en el club antimariocasas.

Álex recupera además otra de sus grandes virtudes: Los personajes secundarios. Terele Pávez está sobresaliente. Cada vez que habla sube el pan y se rentabiliza nuestra entrada. También destaca el papel de Enrique Villén haciendo de hermano inadaptado socialmente. Su «Arma Tiro Pum» acojona. Entre los cameos me quedo con el de Gargantua.

Macarena gomez en las brujas de zugarramurdi

De la Iglesia no se olvida de la música. Ya hablamos en un artículo anterior de sus momentazos musicales. A ese repertorio podríamos sumar el ya histórico Baga Biga Higa que suena en todo su esplendor durante el Akelarre. El mejor homenaje que le ha dado el cine al gran Mikel Laboa. En los títulos de crédito repite la formula que tan buenos resultados le otorgó en Balada triste de trompeta. De nuevo un acierto.

Más que ante una película redonda estamos ante un gran acontecimiento cinéfilo. Hay calidad, hay ritmo, hay diversión, hay chispa, pero también hay pasajes irregulares: Momentos en los que se agota el chiste. Aún así, sus imperfecciones no la penalizan, puesto que los aciertos están muy por encima de los fallos, y algunos de estos tienen su encanto. De otro modo no se podría haber convertido el Akelarre final en una puta locura, y esa sensación de estar ante una puta locura nos encanta.

Esperamos ansiosos el próximo proyecto del director bilbaino, que a pesar de La chispa de la vida, ha recuperado terreno y está de nuevo en la senda que marcó Balada triste de trompeta. El cine español necesita a muchos Álex De la Iglesia para sobrevivir.