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EL HOBBIT: De Erebor vendrá el enano que de casa te echará

por Samdra

Comprendan de antemano los fanáticos de la literatura de Tolkien, a los que respeto y admiro por ese don para no extraviarse entre linajes, que como bien saben, el paseíto del anillo se ha convertido ya en un fenómeno cinematográfico de entidad propia y es posible valorar el trabajo de Peter Jackson sin haber recurrido antes a las páginas de la novela. Ofreciendo una visión menos precisa e inconclusa de la adaptación y permaneciendo impasible a los guiños con El Silmarillion, si-bueno-vale-de-acuerdo, pero no por ello debemos ser castigados a arder en el infierno de la ignorancia, ¿no?

Me voy a permitir el lujo de dar por sentado que los aquí lectores han visto las anteriores aventuras de La Comunidad, entre otras cosas porque es básicamente a ellos a los que va dirigido este nuevo episodio de La Tierra Media que, narrativamente, se sitúa 60 años antes de la partida de Frodo y Sam hacia el fuego de Mordor. Jackson apela descaradamente al recuerdo para devolvernos a La Comarca desde el minuto 1, manipulando nuestras emociones -en positivo- con el reconocible tema del compositor Howard Shore que llama al hobbit que llevamos dentro.

Los enanos de El Hobbit

Me apetece definir ‘El Hobbit’ dentro de las mismas fronteras del basto y surtido universo Jackson-Tolkien. Me explico. Pongamos que la trilogía de El Señor de los Anillos es el King-to-be Aragorn-hijo de Arathorn-heredero de (Tristán e) Isildur pronunciando con majestuosidad y valentía aquello del “…veo en vuestros ojos el mismo miedo que encogería mi ojayer…” frente a la Puerta Negra de Mordor acompañado de un ejército de bravos y leales soldados de Gondor y Rohan. Miremos la escena desde la divinidad slow motion de los movimientos de Arwen en todas sus apariciones. Ese aplaudido empacho de batallas épicas, hazañas heroicas, situaciones trascendentales, diálogos de sentencia rotunda, paisajes de wallpaper, criaturas dantescas y seres entrañables, sangre de orco y hierba de La Comarca… ¿Me seguís, no?

Bien. Pues El Hobbit sería, entonces, el punto intermedio entre la party-hard de Bilbo Bolsón en La Comunidad del Anillo y el “YOU-SHALL-NOT-PASS!” de minas Moria, observado desde la mirada curiosa del Pippin que pone en riesgo su vida para evitar la muerte por calcinación del caballero Faramir-hermano de Boromir-hijo de Denethor-rey de Gondor. Traducido a la lengua romance para los no familiarizados con el lenguaje élfico: las aventuras de Bilbo Bolsón en El Hobbit no siguen ni el tono, ni las pretensiones, ni la grandilocuencia que encumbró merecidamente a la trilogía que le precede. Pero no por ello pierde en espectacularidad, lo mantiene e incluso lo supera gracias a la mejora de los efectos y el amor por el detalle.

El nuevo Gollum de El Hobbit

El objetivo de esta nueva Comunidad no es la defensa ante un mal endémico que ansía el poder absoluto y la destrucción de toda forma de vida en un entramado memorable sobre la lucha Bien-Mal y la unión-hace-la-fuerza. Es más modesto, los múltiples frentes dinámicos de allí se reducen aquí a un viaje iniciático de Bilbo Bolsón y a la travesía de una compañía de enanos que anhela recuperar su hogar, y de paso un tesoro que allí les aguarda, que tontos tampoco son. Y en medio de todos, como no podía ser de otro modo…el viejo y sabio Gandalf (el abuelo de Heidi de la Tierra Media), una vez más encargado de poner un poco de orden y cordura al `Aquí no hay quien viva´ constante de la Tierra Media.

Un Viaje Inesperado es una presentación, el inicio de una larga aventura que tiene por delante dos discutidas secuelas -bienvenidas para la que aquí suscribe-. Es una historia “adornada” (en palabras del mismo Gandalf), un cuento de aventuras que arranca con un fantástico prólogo de conexión y una posterior presentación de personajes que busca la complicidad a través de la nostalgia y la comicidad. A todo ello ayudan los divertidos tics nerviosos de un espléndido Martin Freeman que da vida a un Bilbo Bolsón rejuvenecido con el que empatizamos en un parpadeo.

Rivendel, ciudad de vacaciones

Y volvemos a la travesía. Y otra vez a andar. Y el camino continua. Y nos volvemos a maravillar con las espectaculares tomas de Jackson en Rivendel, ciudad de vacaciones para elfos de alta nómina. Y recuperamos a un Gollum cuyas expresiones han sido tan perfeccionadas que ya no sabes ni donde empieza Andy Serkis y donde acaba Gollum, ni porque no aparece Steve Buscemi también en los créditos. Y entre los 13 enanos de la compañía, se esconde en secreto el líder de Red Hot Chili Peppers. Y descubrimos que hay un nuevo mago afiliado a PETA. Y guiños geológicos a Transformers. Y de repente Jackson se saca de la manga una escena tediosa de Greatest Hits con rostros familiares. Y hay orcos, ¿cómo no va a haber orcos? ¡Por dios, hay orcos A GRANEL! Pero hay mucho más que eso, hay dos nuevos grandes enemigos a batir, y uno de ellos tiene el mismísimo aspecto de un ingeniero de Prometheus corrompido por el poder del anillo.

Y sí, la película viene precedida por un sinfín de cifras y números que tienen al espectador medio trastornado. ¿24, 48, 96 o 328 fps? ¿2D, 3D ó 4B? ¡¿3 horacas de película?! Si os sirve de alivio y os ahorra sufrimiento, yo la vi en 24fps (vamos, lo habitual), 3D (sí, merece la pena) y aguanté los casi 160 minutos sin hacer pipí ni preocuparme de mirar el reloj. JACKSON, GIMME MORE, I’M READY.