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El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos. Tensión sexual no resuelta

Muchas cosas por comentar tras ver El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos. La primera pregunta sería… ¿Ha merecido la pena esta nueva trilogía? Yo diría que la experiencia no ha sido satisfactoria, pero lo digo después de haber pagado cada navidad la entrada de la película. Este viaje ha sido «lo mismo pero peor». A pesar de que El Hobbit y El señor de los anillos adaptan libros diferentes hemos visto películas idénticas, sobre todo en sus respectivas primera y tercera película. Tanto La comunidad del anillo como Un viaje inesperado eran dos películas de aventuras y caminata que partían desde La Comarca, pasando por tierra de elfos y desembocaban en un final inconcluso. Lo mismo ocurre con El retorno del rey y La batalla de los cinco ejércitos, películas que se pueden calificar como bélicas, o vulgarmente «de gente que ha quedao pa’ darse unas hostias».

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Si en la mítica primera trilogía se hablaba de versiones extendidas en el Hobbit podemos hablar de versión alargada. Peter Jackson debió de ser uno de los primeros compradores del Jes Extender (nombre del más célebre de los alargadores de pene), porque no se entiende de otra manera el hacer tres películas de un libro de 324 páginas. Para que os hagais una idea, El señor de los anillos tenía un total de 1.368 hojas.

La batalla de los cinco ejércitos es El retorno del rey, pero despojada de épica. Peter Jackson ha intentado metérnosla haciendonos creer que El Hobbit es una sucesión de peleas, cuando en realidad el libro no es más que una gran aventura. Tolkien se hubiese llevado las manos a la cabeza al ver lo que Jackson ha hecho con la esencia de su ejemplar.

THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG

Si en El señor de los anillos Jackson nos hablaba de la relación de amor entre Frodo y Sam, en esta ocasión hace lo propio con Thorin y Bilbo Bolsón, un amor homosexual entre razas de la tierra media que no termina de materializarse. No explico de otra manera que Bilbo, claramente nervioso y reprimido diga «Es mi… Es mi… Es mi… Es mi… Es mi… Amigo» ¿Tan dificil era decir Amor platónico? Las ganas de estos dos de acabar entre arbustos son evidentes. Como ya dijo Jay en Clerks II, ese hubiera sido el final lógico, en referencia al interminable final de El retorno. Quizá hubiera sido la escena salvadora de tan recatada trilogía.

Los FX son una de las cosas que menos me han gustado de este filme. ¿El problema? Ahorrar pasta con orcos con ordenador. SI al menos dieran el pego… Pero no, estos orcos se acercan más a masillas de los Power Rangers que a temibles archienemigos. En tres palabras, son unos mierdas. Otro elemento que se podían haber ahorrado son esas escenas unicamente dedicadas al 3D. Hollywood debe asumir que las tres dimensiones ya no funcionan.

THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG

Quizá el gran error de esta trilogía fue sentar en la silla de nuevo a Jackson. Nos quedamos con la duda de como hubiera sido este proyecto otorgándole plenos poderes a Guillermo Del Toro, o a Whedon, o a Nolan, o a Gunn, o a Ken Loach, pues tampoco se ha terminado de exprimir uno de los principales temas de la tierra media: La avaricia humana, o como nos corrompemos, tema muy de moda por cierto.

No se si volveremos a la Tierra de Media, pero de volver me gustaría ver enterito a Sauron.

La desolación de Smaug: A medias en la tierra media

Aún con el fuego de Smaug en el cogote, me dispongo a escribir unas lineas sobre la segunda aventura bilbaina, quinta en la tierra media. Vayamos al grano, La desolación de Smaug cumple expectativas medias, pero no alcanza la excelencia. Cierto es que en este nuevo «Camino de Santiago» hay pasajes de altura, pero no están los suficientemente bien ensamblados para ver algo más que momentos. La desolación de Smaug comienza como acabó su antecesora, con acción. No quiero caer en el tópico, pero sí, esta entrega es más oscura que la anterior, al menos si nos atenemos a la fotografía. Bilbo y compañía continúan por la senda del peligro, por un tenebroso bosque, y los que hemos visto Un hombre americano en Londres sabemos que alejarse del páramo no es una buena opción. Entre las tinieblas aparece lo mejor de la película: Evangeline Lilly, la eterna Kate de Perdidos reconvertida en elfo para la ocasión. Los elfos esta vez no son tan perfectos como creíamos. Se puede decir que son demasiado humanos, a excepción de nuestra querida Tauriel, que es tan adorable… Sí, me dejo llevar por la subjetividad, por el amor que me produce ver a Kate con orejas puntiagudas, que le vamos a hacer. THE HOBBIT: THE DESOLATION OF SMAUG

Junto a ella, pasará a la historia el descenso portaventuresco del Río Sella que realizan los protagonistas. Excelsa coreografía con toques de Cartoon a ritmo vertiginoso. Todo para que Kate haga buena la expresión «De perdidos al río». A partir de ahí la película no se levantará hasta el desenlace. No desvelo nada si os cuento que al fin vemos a Smaug, y Smaug es imponente, y digo esto mientras veo en la tele el spot de La leyenda del Samurai y su dragón hecho con el juego de pintar de la Nintendo DS. Como era de esperar su diseño es magnífico. Lo único que hecho en falta es la voz de Constantino Romero para hacerlo perfecto. Lo único que lamento del ineludible pasaje draconiano es que llega con mucha carga de minutos encima. Su previsibilidad y longitud hacen que no funcione como debería. A un espectador exhausto hay que darle algo más ligero, sin rodeos. En esta entrega el peor parado es Gandalf, que pierde parte de su magia. Sus viajes no parecen estar del todo justificados. Y su historia paralela no es tan grande como se podría esperar. Esta vez su «voy a por tabaco» no mola tanto. Bilbo se baña en oro en el hobbit

Otro apartado a la baja es el musical. He estado esperando unas canciones que nunca han llegado… ¿No había canciones? ¿Han decidido prescindir de ellas tras la primera entrega? Lo cierto es que la banda sonora rinde a un nivel inferior. No hay estruendo donde se esperaba. Para la tercera entrega espero algo más que un Beowulf tolkiano. Se esperan sorpresas, y una batalla entre el bien y el mal que no nos haga añorar la trilogía original. Quien sabe si la mejor película de la tierra media está aún por llegar.

EL HOBBIT: De Erebor vendrá el enano que de casa te echará

por Samdra

Comprendan de antemano los fanáticos de la literatura de Tolkien, a los que respeto y admiro por ese don para no extraviarse entre linajes, que como bien saben, el paseíto del anillo se ha convertido ya en un fenómeno cinematográfico de entidad propia y es posible valorar el trabajo de Peter Jackson sin haber recurrido antes a las páginas de la novela. Ofreciendo una visión menos precisa e inconclusa de la adaptación y permaneciendo impasible a los guiños con El Silmarillion, si-bueno-vale-de-acuerdo, pero no por ello debemos ser castigados a arder en el infierno de la ignorancia, ¿no?

Me voy a permitir el lujo de dar por sentado que los aquí lectores han visto las anteriores aventuras de La Comunidad, entre otras cosas porque es básicamente a ellos a los que va dirigido este nuevo episodio de La Tierra Media que, narrativamente, se sitúa 60 años antes de la partida de Frodo y Sam hacia el fuego de Mordor. Jackson apela descaradamente al recuerdo para devolvernos a La Comarca desde el minuto 1, manipulando nuestras emociones -en positivo- con el reconocible tema del compositor Howard Shore que llama al hobbit que llevamos dentro.

Los enanos de El Hobbit

Me apetece definir ‘El Hobbit’ dentro de las mismas fronteras del basto y surtido universo Jackson-Tolkien. Me explico. Pongamos que la trilogía de El Señor de los Anillos es el King-to-be Aragorn-hijo de Arathorn-heredero de (Tristán e) Isildur pronunciando con majestuosidad y valentía aquello del “…veo en vuestros ojos el mismo miedo que encogería mi ojayer…” frente a la Puerta Negra de Mordor acompañado de un ejército de bravos y leales soldados de Gondor y Rohan. Miremos la escena desde la divinidad slow motion de los movimientos de Arwen en todas sus apariciones. Ese aplaudido empacho de batallas épicas, hazañas heroicas, situaciones trascendentales, diálogos de sentencia rotunda, paisajes de wallpaper, criaturas dantescas y seres entrañables, sangre de orco y hierba de La Comarca… ¿Me seguís, no?

Bien. Pues El Hobbit sería, entonces, el punto intermedio entre la party-hard de Bilbo Bolsón en La Comunidad del Anillo y el “YOU-SHALL-NOT-PASS!” de minas Moria, observado desde la mirada curiosa del Pippin que pone en riesgo su vida para evitar la muerte por calcinación del caballero Faramir-hermano de Boromir-hijo de Denethor-rey de Gondor. Traducido a la lengua romance para los no familiarizados con el lenguaje élfico: las aventuras de Bilbo Bolsón en El Hobbit no siguen ni el tono, ni las pretensiones, ni la grandilocuencia que encumbró merecidamente a la trilogía que le precede. Pero no por ello pierde en espectacularidad, lo mantiene e incluso lo supera gracias a la mejora de los efectos y el amor por el detalle.

El nuevo Gollum de El Hobbit

El objetivo de esta nueva Comunidad no es la defensa ante un mal endémico que ansía el poder absoluto y la destrucción de toda forma de vida en un entramado memorable sobre la lucha Bien-Mal y la unión-hace-la-fuerza. Es más modesto, los múltiples frentes dinámicos de allí se reducen aquí a un viaje iniciático de Bilbo Bolsón y a la travesía de una compañía de enanos que anhela recuperar su hogar, y de paso un tesoro que allí les aguarda, que tontos tampoco son. Y en medio de todos, como no podía ser de otro modo…el viejo y sabio Gandalf (el abuelo de Heidi de la Tierra Media), una vez más encargado de poner un poco de orden y cordura al `Aquí no hay quien viva´ constante de la Tierra Media.

Un Viaje Inesperado es una presentación, el inicio de una larga aventura que tiene por delante dos discutidas secuelas -bienvenidas para la que aquí suscribe-. Es una historia “adornada” (en palabras del mismo Gandalf), un cuento de aventuras que arranca con un fantástico prólogo de conexión y una posterior presentación de personajes que busca la complicidad a través de la nostalgia y la comicidad. A todo ello ayudan los divertidos tics nerviosos de un espléndido Martin Freeman que da vida a un Bilbo Bolsón rejuvenecido con el que empatizamos en un parpadeo.

Rivendel, ciudad de vacaciones

Y volvemos a la travesía. Y otra vez a andar. Y el camino continua. Y nos volvemos a maravillar con las espectaculares tomas de Jackson en Rivendel, ciudad de vacaciones para elfos de alta nómina. Y recuperamos a un Gollum cuyas expresiones han sido tan perfeccionadas que ya no sabes ni donde empieza Andy Serkis y donde acaba Gollum, ni porque no aparece Steve Buscemi también en los créditos. Y entre los 13 enanos de la compañía, se esconde en secreto el líder de Red Hot Chili Peppers. Y descubrimos que hay un nuevo mago afiliado a PETA. Y guiños geológicos a Transformers. Y de repente Jackson se saca de la manga una escena tediosa de Greatest Hits con rostros familiares. Y hay orcos, ¿cómo no va a haber orcos? ¡Por dios, hay orcos A GRANEL! Pero hay mucho más que eso, hay dos nuevos grandes enemigos a batir, y uno de ellos tiene el mismísimo aspecto de un ingeniero de Prometheus corrompido por el poder del anillo.

Y sí, la película viene precedida por un sinfín de cifras y números que tienen al espectador medio trastornado. ¿24, 48, 96 o 328 fps? ¿2D, 3D ó 4B? ¡¿3 horacas de película?! Si os sirve de alivio y os ahorra sufrimiento, yo la vi en 24fps (vamos, lo habitual), 3D (sí, merece la pena) y aguanté los casi 160 minutos sin hacer pipí ni preocuparme de mirar el reloj. JACKSON, GIMME MORE, I’M READY.