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El ataúd de cristal: La limusina de Caronte

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Es un orgullo afirmar que la mejor película de lo que llevamos de FANT es bilbaina. No acudía con demasiadas expectativas al pase, quizá porque los cortos de Haritz Zubillaga, aunque correctos, no me habían maravillado. Pero El ataúd de cristal conquista por la vía rápida.

¿De qué va? Una ‘Meryl Streep‘ del cine se dirige en limusina a recoger un premio a toda su carrera. Lo que parecía una convención más en la vida de una estrella se convertirá en una auténtica pesadilla.

La actriz tinerfeña Paola Bontempi, que ya trabajó con Zubillaga en She’s lost control, sale airosa de un desafío complicado. Bontempi aparece en la práctica totalidad del metraje, y lo que soporta durante sus 75 minutos no es precisamente un camino de rosas. Estamos ante una exigente interpretación a todos los niveles. Esto no es Paseando a Miss Daisy.

Pero si Bontempi es importante en la película más lo es la limusina que la transporta, el bien llamado Ataúd de Cristal. Un espacio hipnótico que emparenta Cube con 2001: Una odisea en el espacio. De Cube tiene ese uso del color. Si en la película de Natali cambiaba el color en cada cubo aquí tenemos lo mismo, pero con control remoto De 2001 la película se lleva el ojo de Hal 9000, esta vez manejado por algo más peligroso que la inteligencia artifiial: El ser humano.

Tanto el trabajo de dirección artística como la fotografía son impresionantes. Nada hace indicar que estemos ante una cinta de bajo de presupuesto. Hasta la violencia es elegante en el interior del vehículo. Mención especial merece la excelente banda sonora de la película, compuesta por Aránzazu Calleja. Música siempre presente para indicarnos en todo momento que la amenaza es real. Encaja como anillo al dedo con las imágenes de la película.

Por si esto fuera poco, Zubillaga ha creado además un personaje icónico que nos ha conquistado desde la presentación: El misterioso chofer de la limusina. Nos hemos quedado con ganas de saber más de él. Da para un spin off, o al menos para un cameo en la próxima película.

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En definitiva, estamos ante un potente filme que aprovecha al máximo sus recursos y al que no se le ven las costuras. Esperamos que pueda tener el estreno digno en salas que realmente merece. Una gran opera prima.

«No he visto Saw» Haritz Zubillaga

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Tras la proyección, Haritz Zubillaga, el guionista Aitor Eneriz y Paola Bontempi respondieron a las preguntas de la audiencia. Uno de los espectadores hizo referencia al parecido entre El ataúd de cristal y el juego macabro de Saw, pero Zubillaga afirmó no haber visto la célebre película de James Wan. Eneriz habló de otros parecidos que le han sacado a la película, como el de un productor estadounidense que la relacionó acertadamente con el clásico ¿Qué fue de Baby Jane?. Asimismo desgranó como fue el rodaje de algunas escenas, como la espectacular secuencia final. El equipo estuvo ‘defendido’ en todo momento por el imponente chofer de la limusina.

La cura del bienestar: El encanto de la imperfección

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Gore Verbinski se acaba de ganar todo mi respeto. Hasta ahora se podía hablar de un director cuya carrera se ha caracterizado por un eficiente trabajo al servicio de las majors. De la primera trilogía de Piratas del Caribe al remake de The Ring, pasando por Un ratoncito duro de roer, El hombre del tiempo, Rango o The Mexican. Un cineasta que ha pasado de ser un mero peón de la industria a dirigir un filme de terror gótico de dos horas cuarenta, sin estrellas y con suculentas idas de olla. Quizá La Cura del bienestar de la que habla el filme es la que ha tomado Verbinski, dejando encargos de lado y haciendo de una vez por todas lo que le ha salido del nabo.  Y bien saben los lectores que en esta página somos enemigos de los que piden moderación desde el sofá contándonos que ‘El cementerio está lleno de valientes’. Tal vez desconocen que la hora nos llega a todos, y de palmar, palmar con estilo.

El comienzo de La cura del bienestar es de esos a lo Apocalypse now: Un hombre con la misión de encontrar a otro hombre. Un tiburón de Wall Street es enviado por los mandamases de la empresa a buscar a un compañero que se niega a volver a Manhattan tras su estancia en un balneario suizo. Todo se complicará al comprobar que el enclave alpino no es tan idílico como aparenta.

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Las referencias son evidentes. Imposible no mencionar al Scorsese de Shutter island. Por parecer se parece hasta Dane DeHaan, protagonista de la película, a Leonardo Dicaprio. Aunque en todo momento se ve más un homenaje que un plagio. También hay guiños a El resplandor, como ese plano aéreo de la carretera camino al balneario que recuerda tanto al del inicio de la película de Kubrick, o a La Escalera de Jacob. El resto es una Hammer de serie A.

La película que va sobrada visualmente. La fotografía y la dirección artística son de Oscar. Por el precio de la entrada nos llevamos una treintena de planos perfectos. Por momentos La cura del bienestar nos traslada a ese balneario. La hipnosis de Verbinski funciona y el viaje merece la pena. A pesar de que estamos ante un título que también cuenta con algunos problemas evidentes. El más notable su reiteración de ideas. También padece de uno muy habitual en los títulos de suspense: La sobrexplicación en el último acto. Pero en ningún momento esto provoca el derrumbe, mérito añadido tras sus casi 160 minutos. Quizá esa irregularidad, esos pasos bruscos de la solemnidad al What the fuck son los que consiguen que la película acabe conquistando.

Y además La cura del bienestar nos muestra el lado oscuro de los avances de la ciencia. Esa búsqueda del progreso se ha cobrado muchas vidas en el pasado y se las sigue cobrando hoy en día. Es el fantasma que se esconde tras nuestra rutina, eso que algunos llaman bienestar. Desde ya reivindicamos este título, que está dejando las salas tras su primera semana de proyección con bastante más pena que gloria. Con el tiempo quizá se hable de esta película como un título de culto. Merece la pena apuntarse a la cura.

Trailer:

 

 

Regresión: El legado del hombre del saco

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Soy muy de Amenabar, uno de los cineastas que me hizo cinéfilo en plena adolescencia gracias a dos películas: Tesis y Abre los ojos. Más tarde disfruté con Los Otros, pero menos de lo que he disfrutado revisionándola, quizá porque en esos días El sexto sentido me pilló demasiado cercana en el tiempo. Desde esos tres primeros filmes el director no me ha vuelto a emocionar. Tras ver el trailer de Regresión recuperé la esperanza de volver a encontrar al genio de aquellos días, esperanzas que se han desvanecido a la salida del cine. Reconozco que me entusiasma la idea y el sentido de su última película. ¿La pena? La ejecución.

La acción se desarrolla en un pueblo de Minessota. Un policía intenta resolver un caso de abusos a una menor ayudado por un psicólogo, que aplica terapias de regresión en los interrogatorios. Tirando del hilo los investigadores se encontrarán con una trama de tintes satanistas.

Argumento totalmente de mi gusto. El problema es que a Amenabar se le cala el coche y tarda más de una hora en arrancarlo. Hasta entonces todo es demasiado gris y acartonado, interpretaciones incluidas. Ni Hawke ni Watson ni Thewlis aparecen en su mejor versión. En buena parte por culpa del guión. La relación Hawke-Watson es increible, y no en el sentido «GUAUUU», si no en el de «No se la cree ni Cristo». Y esto no es lo peor del guión de Amenabar, que parece en sus primeros minutos el relleno de un disco. Una auténtica cara B de su filmografía.

Por suerte a la salida del cine el sabor de boca no es tan malo. La película gana cuando Amenabar explica (y re-explica) lo que de verdad nos quería contar, de largo lo más interesante del filme. En este caso no es lo bueno el Qué ni el Cómo, si no el Por qué. Lo explico más adelante, en el apartado *Spoiler.

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Esperamos que el director nacido en Chile no se obsesione en exceso con esta película fallida y pueda afrontar un nuevo proyecto sin la sombra de la derrota. Esto que parece simple se antoja básico para volver a realizar una obra trascendente.

*Spoiler (Si no has visto la película mejor pasa de este párrafo)

Se nos habla del origen de nuestros miedos. De como todo lo que tenemos al alcance puede sugestionarnos. Del cine a los libros, pasando por cuarto milenio o las historias de terror de los campamentos. Si nadie nos hubiera contado la historia de la chica de la curva jamás nos parecería verla en ese trayecto nocturno. Si no nos hablaran de muertos vivientes no nos daría mal rollo un cementerio. Y lo hace poniendo el caso real de las regresiones.

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Amenabar hace un guiño de cinefilia al desvelar el misterio, concretamente a El exorcista y El resplandor. Esa cara blanca tan de los flashes de la película de Friedkin y esa sangre bajo la puerta tan «ascensores del hotel Overlook». Lástima que estos destellos solo sean eso.

 

 

 

Alejandro Amenabar: Una vida dedicada a la muerte

Nunca había reparado en ello, pero viendo Los otros en televisión, en programa doble con Mar adentro, me di cuenta de cual era el objeto de análisis en la carrera de Alejandro Amenabar. Detrás del genio se encuentra un denominador común un tanto siniestro. Os lo explico película a película.

Tesis: La muerte como parque de atracciones

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La película exprora desde los ojos de Ana Torrent el sentido «lúdico» de la muerte, la violencia por diversión. Lo hace a través de películas gore y snuff movies, que pronto traspasan la pantalla para incorporarse a la acción de la cinta. Para el recuerdo esa escena final en la que el antagonista (no desvelo nombre por si aún hay quien no lo ha visto) sugiere la idea de usar la mano de la Torrent como peineta. Aunque el mejor ejemplo de lo que quiero mostrar Amenabar está en ese inicio en el Metro. Una fantástica síntesis de la película.

Abre los ojos: La muerte es sueño

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El juego de suspense de Tesis pasa a ser un juego sobre lo real o no. ¿Vida, muerte, sueño? Amenabar se atreve a pasar con ingenio la frontera en un auténtico salto al vacío para el cine español. El resultado, una obra maestra sobre la evasión de la muerte, la vida eterna.

Los otros: La muerte como forma de vida

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La ambición de Amenabar es ilimitada. Primera película en inglés y con una estrella de la talla de Nicole Kidman. Quizá su película más redonda. Una vuelta de tuerca al género de fantasmas y casa encantada sin perder la vista a los clásicos. La muerte como ente fantasmal, sin sábana ni cadenas.

Mar adentro: El derecho a una muerte digna

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Amenabar dejó la ficción de lado para contarnos a su manera el camino hacia la muerte de Ramón Sampedro en tono de fábula. El resultado, un Oscar a la mejor película de habla no inglesa para un director que sin duda merece tener uno.

Ágora: La muerte en sentido épico

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En Ágora Amenabar nos mostraba los peligros del fanatismo religioso, que ha puesto en peligro la vida de mentes brillantes de la época. La muerte en Ágora es una muerte lírica, una muerte con la que empieza la leyenda de Hypatia.