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Everest: Cosas que no hacer en un ochomil

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Viendo el cartel de Everest hay que reconocerle un mérito al director islandés Baltasar Kormákur: Convenver a una constelación de actores de primer nivel (Jake Gyllenhaal, Jason Clarke, Josh Brolin  , Keira Knightley, Emily Watson…) para aparecer en su película. Una recomendación para los que estén pensando en ir a verla:  Ahorrarse el trabajo de documentación previa es el mayor acierto .Conocer los sucesos que cuenta la película previamente puede convertir su visionado en un auténtico docudrama, en el peor de los sentidos.

La cinta, basada en hechos reales, narra el dramático intento de cima de dos expediciones comerciales en el Everest. Los hechos tuvieron lugar en el año 1996, cuando la montaña más alta de la tierra ya recibía en su campamento base a excursionistas premium.

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Al filme hay que agradecerle el mostrarnos muy de cerca uno de esos lugares que el mortal medio nunca verá. La parte que nos muestra la ascensión es lo mejor de Everest, y la técnica funciona. Ojalá el subgénero se ponga de moda y podamos ver grandes películas de alpinismo en los próximos tiempos. Un tipo de cine que ha dado pocas alegrías y en el que los grandes maestros son los alemanes (Cara norte o Nanga Parbat). Sin duda un ochomil merece algo más que películas tipo Límite vertical.

Por desgracia es ese apartado técnico lo único salvable. El guión naufraga en una historia que de por si tampoco tiene demasiada chicha. Mi ignorancia me hizo pensar que lo que iba a ver era un rescate épico a más de 8.000 metros, pero no es el caso. Otro de los grandes errores es ese intento de realizar un filme coral con un gran número de personajes. Lo que se ha conseguido de esa manera es anular el desarrollo de los mismos. Eso provoca que lo que debería llegarnos al corazón se convierta en una situación de cartón piedra con reminiscencias al cine de «después de comer».

Josh Brolin in Everest

Mal empezábamos cuando la publicidad de la película hablaba del Everest como la montaña más peligrosa del mundo, lo cual es rotundamente falso. Annapurna, con una tasa de mortalidad que supera el 40% o el K2, una de las más complicadas, son más peligrosas. Bien es cierto que Everest cuenta con el mayor número de cadáveres, pero esto se debe a que sus ascensiones e intentos de cumbre son infinitamente superiores. De hecho, muchos himalayistas se han quejado de esa etiqueta «serial killer» que la película pone a la montaña. El testimonio de la montañera Araceli Segarra, que vivió los hechos en primera persona y que ha sido borrada de la cinta es revelador.

No hay que subestimar a la película como guía de cosas que nunca se deben hacer a más de 8.000 metros, porque los alpinistas se embarcan en una auténtica sucesión de errores, y ya sabemos lo que puede pasar cuando te fumas un cigarro cerca del surtidor de la gasolinera.