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El hilo invisible: Lo que amas es necesitar

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Pues nada, que lo ha vuelto a hacer. Paul Thomas Anderson ha vuelto a demostrar por qué es uno de los mejores directores de cine de los últimos años. El autor de Pozos de Ambición, Boogie nights o The master ha recurrido al mundo de la moda para hablarnos de amor, más concretamente de un amor enfermizo.

El hilo invisible nos presenta a Reynolds Woodcock, un brillante diseñador que vive acomodado en una tortuosa disciplina. Una vida dedicada al trabajo en la que apenas hay sitio para nada más. Su rutina se ve alterada cuando conoce a Alma, una joven que no solo se convertirá en su amante, también en su modelo predilecta.

Todo es más fácil con Daniel Day Lewis. El actor británico vuelve a realizar una interpretación monumental, demostrando los motivos por lo que es considerado uno de los mejores en su oficio. Una actuación que deja un halo de tristeza, porque Day Lewis ha anunciado que esta será su última vez. No es la primera vez que lo deja. En 1999 también comunicó su retirada para convertirse en zapatero en Florencia, pero Scorsese le recuperó para el cine en Gangs of New York. Esperamos que alguien le vuelva a sacar de la jubilación, porque el cine no puede permitirse prescindir de uno de los actores más grandes de todos los tiempos. Le da la réplica Vicky Krieps, que aunque no está al nivel, no le negamos el mérito de mantener el tipo. La que si sorprende con un potentísimo personaje secundario es la nominada al Oscar Lesley Manville, que interpreta a Cyril, hermana de Reynolds. Sus minutos en pantalla son de oro.

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No estamos ante una película sencilla. Anderson se toma su tiempo en la construcción del entorno y, sobre todo, en la de los personajes. Que nadie espere un ritmo alto, porque el director cocina a fuego lento sus verdaderas intenciones. Y para que esto funcione nada mejor que cuidar el detalle. La fotografía, como en todos sus títulos, es impecable. Pero hay algo aún mejor: La cuidadísima banda sonora de corte clásico que ha compuesto el guitarrista de Radiohead Jonny Greenwood. Hay que ser muy bueno para llevar a cabo un trabajo de este nivel. Más aún cuando eres conocido por formar parte de una legendaria banda de pop alternativo.

El director no nos muestra sus cartas hasta el último cuarto de la película. Es en su tramo final cuando El hilo invisible se cita con la excelencia. PTA arriesga y gana en un final sin concesiones que desnuda en totalidad a sus protagonistas. Al abandonar la butaca mucho por asumir, y varias preguntas para el espectador ¿Es la historia que cuenta el hilo invisible un caso aislado o es la forma más común de amor? La teoría de Anderson parece inclinarse ante esto último. Una vez más el espectador contra las cuerdas, y la sensación haber visto una gran obra. Pero lo que hace aún más grande a El hilo invisible es que se presta a múltiples visiones, y cada espectador saldrá del cine con su película. Guste o no, estamos ante una experiencia única.

Reflexión en Spoiler (Déjalo aquí si no has visto la película)

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All you need is love es uno de los temas más populares de los beatles y, por ende, de toda la música británica. Anderson le da la vuelta al estribillo relacionando el amor con la dependencia emocional. Alma gana la partida cuando se da cuenta de que el hueco que debe llenar es de la madre de Reynolds. Esa dependencia emocional que se intuye con la pérdida. Todo lo que necesitas no es amor, lo que amas es necesitar a alguien. Lo mejor en las últimas escenas es que los dos protagonistas ya conocen sus roles, y aún así todo fluye. Un final en el que la pareja protagonista es feliz y como perdices, y aún así atroz.

Reynolds Woodcock: Kiss me, my girl, before I’m sick.

Call me by your name: El verano no vivido

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Entro a ver Call me by your name con los prejuicios de siempre ante una película que los premios convierten en hype y temiéndome un Moonlight 2. A eso hay que añadirle mi particular alergia al género romántico y la crema pastelera. Salgo encantado de haberme vuelto equivocar. Estamos sin duda ante uno de los títulos de la temporada y una de las mejores películas de amor de los últimos años.

La premisa la hemos visto muchas veces. Comienzo del verano de 1983 para un adolescente, o lo que es lo mismo, viaje iniciático y despertar sexual. Todo esto en el idílico norte de Italia. Elio acoge junto a su familia a Oliver, el típico guaperas Made in USA que llega a Europa para conocer in situ la historia del arte. Ambos jóvenes irán creando poco a poco una particular amistad.

El director italiano Luca Guadagnino crea desde la sencillez una interesante historia de amor alejada de los tópicos y con más capas de lo que aparenta. Todo ese sentimiento se entremezcla con otro amor con el que encaja a la perfección: El amor al arte. Además, la película evita el desarrollo sencillo de los acontecimientos para transitar por un camino más complejo, lo que hace que el guión se reserve la capacidad de sorprender. El simbolismo también está presente, como se puede ver en la escena en la que se saca a flote la escultura, en la que también salen a la superficie del film otros restos del naufragio a modo de sentimientos.

El protagonista Timothée Chalamet, nominado al Oscar por su papel, lleva a cabo una interpretación inolvidable, que redondea con un antológico plano final. Una escena para el recuerdo, y no es la única de la película. La célebre escena del melocotón, de la que no diré ni mu, es ya historia del cine. Al igual que el momentazo Timothée Chalamet Chalamet- Michael Stuhlbarg, con un texto de los que atraviesan la pantalla y abren en canal al espectador. Un gran conjunto que se ve mejorado por la brillante aportación de Sufjan Stevens en la banda sonora.

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Además del Awakening, la película explora otros temas interesantes como las relaciones familiares. Los padres de Elio son parte fundamental de la historia, y un ejemplo de libertad en el convulso 1983. Ambos son perfectos espejos aún para los padres y madres hoy en materia de comunicación, aunque también sean consecuencia de los tiempos. Por desgracia, algunas mentes tardarán décadas aún en abrirse, y habrá quién se sienta incómodo viendo la película. Los que detecten esa sensación en 2018 tienen un problema severo.

En definitiva, Call me by your name es cine que transmite, y también cine que rompe. Estamos ante un nuevo clásico en su género, una de las películas del año que no se quedará en eso, puesto que deja escenas que permanecerán en el tiempo.

La frase

“La naturaleza tiene formas muy ingeniosas de encontrar nuestro punto más débil”

Profesor Perlman

 

 

Reflexión en Spoiler (SI NO HAS VISTO LA PELÍCULA NO LEAS ESTO)

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Mantengo una teoría sobre la película. Elio es en realidad el Profesor Perlman, y  su verano el que no pudo vivir como quería, de ahí el título de esta crítica.

 

Molly’s game: El gran telar de Circe

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Entraba a ver Molly’s game con expectativas medias. Si una película de casi dos horas y media de duración lograba entretener ya iba a ser un triunfo. Salgo del cine con los niveles de entusiasmo muy arriba. Estamos ante la primera gran película de 2018. Un filme fascinante. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en una sala.

Molly’s game adapta la vida de Molly Bloom, la ‘autoproclamada’ princesa del Poker. Una ex esquiadora que pasará a la historia por ser la anfitriona en las partidas de Poker entre algunas de las personas más poderosas del planeta.

La clave del éxito de la película es bien sencilla. Cuenta con dos de las grandes personalidades de lo que hoy conocemos como cine. Por un lado encontramos a Aaron Sorkin, guionista de Moneyball, La red social o las televisivas El ala oeste de la casa blanca y The Newsroom. En esta ocasión, también se encarga de la dirección. Por el otro Jessica Chastain, una intérprete en permanente estado de gracia, que, una vez más, devora la pantalla con una actuación hipnótica. Y si a un texto de primer nivel, le sumas el talento inagotable de una actriz y un montaje afortunado, las cosas solo pueden salir bien.

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En el cine de Sorkin los personajes hablan y hablan, y Molly’s game no es una excepción. No dista demasiado de una de una de Jackie Chan, hostias verbales en cada escena, un interminable combate dialéctico. Mi enemistad con el silencio injustificado en el cine hace que no me haya costado demasiado adherirme a su causa. Más si cabe cuando cada línea tiene interés. Y eso que por momentos la película se mete hasta el cuello en el complejo mundo de los términos de Poker, pero el mérito de Sorkin en ese pantano de cartas es ser capaz de que nos creamos especialistas en el tema. El guionista podría adaptar a todos los públicos hasta el listín telefónico.

Y no digo que la película sea perfecta, porque no lo es, ni el Sorkin director está al nivel del escritor, pero a veces el cine consigue traspasar el criterio. Cuando una película consigue conectar como lo ha conseguido Molly’s game, poco importa algún desliz artificioso. Joder, si hasta me ha emocionado. O igual tengo uno de esos días, yo que se.

También os digo que 141 minutos viendo a la Chastain nunca serán demasiados. Es algo que parece repetirse película a película. Hace unos meses ya lo comprobamos con El caso Sloane. Chastain tiene un don para hacernos fans de sus personajes a los diez minutos. Hoy por hoy, pocos intérpretes, masculinos o femeninos, poseen ese carisma. Quizá Cate Blanchett de vez en cuando. Y que en un Hollywood tan masculinizado nos encanta ver a una mujer dando un golpe en la mesa, y que cada vez más historias en femenino den el salto a la gran pantalla. La industria necesita un centenar de Chastains.

No quiero olvidarme de Kevin Costner, que interpreta a un personaje que me ha recordado al de Robin Williams en El indomable Will Hunting. El veterano actor exprime sus reducidos minutos en pantalla con dos apariciones antológicas.

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Además de la historia de Molly Bloom, Sorkin también tira de mitología, recurriendo en este caso a La odisea, en concreto al episodio de Circe y la llegada de los marinos a la isla de Eea, donde posteriormente serán convertidos en cerdos por la hechicera. El paralelismo de la historia de Bloom y este pasaje es evidente, y se menciona con fortuna en la película. Una mirada desacomplejada al clásico relato de Homero.

En definitiva, Molly’s game es una película que está teniendo un injusto discreto paso por salas. Por favor, aprovechad estos últimos días, porque la vida de Molly Bloom merece ser disfrutada en pantalla grande.

 

La historia real de Molly Bloom

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La realidad supera a la ficción, capítulo 10.564. Explorando la historia real de Molly Bloom encontramos algunos de los nombres que la película ha decidido omitir. Entre los asiduos a sus partidas aparecen los nombres de Tobey Maguire y Leonardo DiCaprio. Este último era utilizado de señuelo para que el ex spiderman atrayese a más jugadores. Quizá esto signifique Maguire sea ese señor X que interpreta con acierto Michael Cera. Según afirma Bloom,  el actor la obligó a que “gruñera como una foca ansiosa de recibir un pescado” durante una partida. Se ve que llevaba mal eso de sentarse en una mesa controlada por una mujer con los galones de Bloom.

Handia: El gigante que no fue molino

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Casi todo lo que se pueda decir de Handia (grande en Euskara) lo confirma su título. La nueva película de Jon Garaño y Aitor Arregi (Loreak) confirma el buen momento que vive el cine vasco. Ya no es solo que cumpla, a nivel formal está película impresiona. Que nadie piense que el Premio del Jurado que recibió en el Zinemaldia es un localismo. Handia es cine con mayúsculas.

Garaño y Arregi mezclan realidad y ficción para contarnos la historia de Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga, más conocido como el gigante de Altzo (Gipuzkoa). Un joven que empezó a crecer desmesuradamente al superar la veintena, llegando a alcanzar los 2,42 metros. El célebre gigante vivió en la época de las guerras carlistas, antes de ser ‘exhibido’ por medio mundo.

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El mayor logro de Handia es estético. Pocas veces hemos visto rentabilizar con tanto acierto un presupuesto (3,5 millones de euros). A veces no es cuestión de tener más dinero, si no de saber seleccionar el material para que no se note el déficit. Alatriste, que costó 24 millones, se convirtió en un “quiero y uno puedo”. No ocurre lo mismo con esta película, menos ambiciosa, pero con un extraordinario acabado. Su dirección artística debería estar muy bien posicionada de cara a los próximos Goya. El trabajo de FX es soberbio, un truco de Meliès que se alarga durante dos horas y al que no se le encuentra la trampa. No era nada fácil hacer un gigante creíble, pero el equipo de la película lo consigue.

Más allá de la mera técnica, Handia tiene esa magia del cine. Un toque fantástico sobre una sorprendente base real. Se podría decir que la película es un punto de encuentro entre Vacas y El hombre elefante. Una historia universal que no pierde la identidad en ningún momento. Se podría decir que estamos ante un Forrest Gump vasco de autor.

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En el casting destacan los dos hermanos protagonistas: Eneko Sagardoy, que interpreta al gigante Joaquín, y su hermano Martín, al que da vida Joseba Usabiaga. Su selección para los personajes es un acierto total. El único problema de la película es su propio planteamiento, que recrea la vida de Joaquín pero no nos da un foco claro de tensión. Hay relato, y las situaciones se suceden, pero en su parte final se echa de menos un climax. A pesar de esto, y sin ser cine de entretenimiento al uso, Handia está lejos de ser una película aburrida. Merece la pena disfrutarla en una sala de cine (Siempre que sea en su versión original en euskera).

La historia real del Gigante de Altzo

Al ver la película uno se pregunta si el gigante de Altzo está más cerca de la mitología que de la realidad, pero Handia tiene más elementos auténticos de lo que puede parecer. El robo de su esqueleto parece un truco de guión, pero realmente sucedió, y aunque se rumorea que puede estar en algún museo inglés, no se tiene constancia de su paradero. También me ha llamado la atención otro dato que en la sala no me parecía creíble. Miguel Joaquín pegó el estirón a los 20 años debido a la acromegalia. A diferencia del gigantismo, esta enfermedad se desarrolla en la edad adulta. Se estima que su altura alcanzó los 2,27 metros y su envergadura 2,42.

Blade Runner 2049: El milagro de la creación

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En ocasiones el público espera ansioso noticias de secuela. No es el caso que nos ocupa. Hay películas que son material sagrado, y Blade Runner es una de ellas. Por ello, los primeros rumores de secuela de la obra maestra de Ridley Scott no cayeron demasiado bien entre los fans. Más aún cuando el director británico confirmó que no se sentaría de nuevo en la silla, y que esta vez sería solo el productor ejecutivo. Pero un aspecto hizo recobrar las expectativas de cara al filme: La confirmación de Dennis Villeneuve (Incendies, Prisioneros, Sicario, La llegada…) como director.

Y la jugada ha salido razonablemente bien. Sin ser la obra maestra definitiva, Blade Runner 2049 es una digna sucesora de la original. No era fácil mantener la atmósfera de un título único, y Villeneuve lo consigue. Esto es posible gracias a la gran labor que se ha realizado en todos los apartados técnicos y artísticos. Todos los planos están cuidadísimos, y la banda sonora de Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch es un Vangelis sin las pasajes de peli porno. Pero la técnica no sirve de nada sin una buena historia, y hay que reconocer que esta continuación la tiene. De hecho, la historia está por encima de sus lineas de guión.

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Si buscamos parientes cercanos, este Blade Runner está cerca muy cerca de Hijos de los hombres, la historia que Alfonso Cuarón estrenó en 2006 y que planteaba la idea de una sociedad estéril. En el plano artístico, el nuevo Los Angeles recuerda mucho al Japón futurista que vimos en la reciente adaptación de Ghost in the shell, aunque el ritmo de acción de la película de Rupert Sanders poco tiene que ver con la pausa de Villeneuve. Quién espere encontrarse un filme de entretenimiento SCI-FI puede quedarse en casa. También queda confirmado el interés de poner en contacto a creadores y creaciones dentro de la filmografía de Ridley Scott. Si la nueva senda de Alien (Con Prometheus y Covenant) habla de crear una nueva forma de vida biológica, Blade Runner habla de la vida artificial, tema que tampoco esquiva la saga espacial. Esta nueva entrega continúa sembrando la duda ¿Son Alien y Blade Runner partes de un mismo todo? Eldon Tyrell, Weyland, Wallace, David… Son ya demasiados personajes jugando a ser Dios.

Entre los actores, gran trabajo de Ryan Gosling, al que le va como un guante el Blade Runner inexpresivo que interpreta. Posiblemente estemos ante el actor con menos recursos gestuales de todo Hollywood, y lo que normalmente le lastra, en esta ocasión es lo que le hace bueno. También destaca la inquietante presencia de Jared Leto, con un interesante y misterioso personaje secundario.

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Pero no todo son virtudes en este regreso. El principal problema de esta nueva Blade Runner reside en su nudo, lugar donde la trama pasea sin avanzar. Con el telón bajado uno se da cuenta de que los 117 minutos de la primera entrega hubieran sido más que suficientes. Aunque la última hora es excepcional, 163 minutos son demasiados. El otro gran error no está en la película, si no en una decisión de marketing completamente desacertada. Rick Deckard, el mítico personaje interpretó Harrison Ford, aparece en el trailer, poster y en la gran mayoría de actos promocionales del filme, pero su personaje no aparece hasta el último cuarto del filme. ¿No se podía haber guardado ese elemento sorpresa? La experiencia hubiera elevado la película un peldaño mas. Lástima que al ver el cartel todos estemos en el cine pensado «¿Y éste cuando sale?»

En definitiva, estamos ante un regreso que ha merecido la pena. Y tengo la sensación de que Blade Runner 2049 puede ganar en posteriores visionados. Ahora solo queda la duda de si volveremos a visitar la tierra de los replicantes en años posteriores. Nada descartable visto lo visto. Si es así, volveremos a las salas.

 

Animales nocturnos: La importancia del interlineado

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Si algo podemos decir de Animales nocturnos, segundo largometraje de Tom Ford (Un hombre soltero), es que estamos ante uno de los títulos más inquietantes de los últimos años. Una dirección elegante para un título singular sobre el entorno literario. Se nota que Ford ha hecho la película que quería.

Animales nocturnos cuenta la historia de Susan (Amy Adams), una galerista de arte que en plena crisis matrimonial recibe un libro escrito por su ex novio. La lectura removerá hechos que parecían enterrados.

La película recorre dos vías, por un lado está la realidad de Susan, y por otro el libro, que es dramatizado paralelamente a la lectura. Ford no evita los terrenos áridos, y en ocasiones la película duele. La historia de Tony Hastings, protagonista del relato, es un golpe seco, una mezcla entre Jeepers Creepers y No habrá paz para los malvados. Fuera del relato encontramos sentimientos más terrenales, pero no por ello menos dolorosos.

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Al margen del buen hacer de Michael Shannon, Jake Gyllenhaal y, sobre todo, Amy Adams, brilla sobre cualquier otro elemento la partitura de Abel Korzeniowski, compositor que después unos años en Estados Unidos tras dejar su Polonia natal, parece estar en su mejor momento. Casi al mismo nivel, luce la gran fotografía de Seamus McGarvey.

Estamos ante un título que no busca la unanimidad, y que seguramente deje a muchos en fuera de juego. No por su complejidad, porque Ford no es David Lynch, ni lo pretende; pero su juego de espejos puede no contentar a los que no estén dispuestos a ponerse el delantal para terminar la receta.

 

El final de Animales Nocturnos (EXPLICACIÓN EN SPOILER)

La película no oculta en ningún momento que se está cocinando una venganza. El fin del libro y el posterior mensaje de Edward confirman lo que ya se presentaba en detalles. El libro no va sobre la venganza. El libro es la venganza en si misma. Edward hace complice a Susan del dolor de Tony, sin que ella sepa de que ese es en realidad el dolor de Edward. La sensación final de Susan en la consumación de la misma. Supongo que esta será la lectura mayoritaria, aunque lo bueno de este título es que se presta a la multilectura. Sea como fuere, una escena en apariencia banal como la del cuadro revenge y el móvil que cae al suelo se convierte en un resumen imprescindible de lo que el director quiere trasladar.

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Por poner un pero, diré que no me ha entusiasmado que la película equipare a un feto con la vida de una niña ya adulta. Diría que la posición del filme con el aborto parece bastante conservadora, aunque el mecanismo de pérdida sea igualmente doloroso. Os invito a compartir vuestras visiones del fin.

El autor: Nightcrawler literario

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La Sección Oficial del Zinemaldia ha acogido a El autor, de Manuel Martín Cuenca, tras su paso por el Festival de Toronto. La película adapta El móvil, la primera novela del escritor Javier Cercas. En ella, un aprendiz de escritor que vive eclipsado por el éxito de su mujer decide tomar medidas drásticas para abrirse paso en el mundo de la literatura.

Varios alicientes de partida. El primero, un director que parece que en cualquier momento puede que va a dar el campanazo. Cuenca estuvo cerca con La flaqueza del Bolchevique y Canibal, películas que a pesar de su calidad, no terminaban de rematar. La segunda un intérprete que desde que se destapó en La isla mínima vive en estado de Gracia: Javier Gutiérrez. Motivos más que suficientes para sentarse en la butaca.

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Y empieza bien El autor. Su primera hora es de gran nivel, con algunas de las mejores secuencias del cine español reciente y un animal como Gutierrez comiéndose la pantalla, bien secundado por el siempre extraordinario Antonio De la Torre. Lástima que haya un pero. La película se mete en un laberinto en la segunda mitad del que no consigue salir, lo que desemboca en una ausencia de climax y un final que no resulta satisfactorio. Es una pena, porque tras los primeros minutos se puede llegar a pensar incluso que estamos en lo que podría ser un clásico del cine español. El filme funciona mejor cuando se desata del todo. De la Torre regala escenas que recuerdan a una versión literaria del J.K. Simmons de Whiplash, mientras Gutierrez se va convirtiendo con los minutos en el Jake Gyllenhaal de Nightcrawler.

Por el camino, la película lleva al extremo la búsqueda del “yo escritor” y su convivencia con el “yo persona”. Cada cierto tiempo leemos sobre las locuras que cometen algunos intérpretes para preparar algunos papeles, extravagancias que siempre son aplaudidas por prensa y público. ¿Pero que pasaría si los creadores hicieran lo mismo y decidieran implicarse de lleno con su historia? Seguramente algo parecido a lo que cuenta la película de Martín Cuenca. Al final, lo que se esconde detrás de su personaje protagónico es la historia de una obsesión.

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En definitiva, estamos ante filme irregular que funciona mejor por piezas que en conjunto. A pesar de que el sabor de boca que deja no es el muy bueno, al salir del cine sus momentazos hacen que la experiencia merezca la pena. Sin ser la mejor, estamos ante una de esas pelis españolas que hay que ver en 2017. Si el filme os ha dejado con ganas de más, nada mejor que revisionar En la Casa, una gran película sobre procesos creativos que ganó la Concha de Oro en 2012.

 

 

Proyecto Lázaro: Un dramón sobre la resurrección

Tenía ciertas esperanzas depositadas en el regreso de Mateo Gil a la dirección tras las satisfactorias Nadie conoce a nadie (1999) y Blackthorn: Sin destino (2011). Aunque si por algo ha trascendido Gil es por haber escrito algunos de los guiones más importantes del cine español de los últimos años, para Amenabar en su mayor parte. Suyos son los de Tesis, Abre los ojos, Mar Adentro, El método o Ágora. Proyecto Lázaro en su regreso a la ciencia ficción, un terreno que no pisa desde que Eduardo Noriega despertará como el hombre elefante tras un accidente de coche. Aunque no hay un nexo argumental, la película se presenta como una secuela tardía de Abre los ojos, y pretende explicar la vida después de la criogenización.

A pesar de lo interesante de la cuestión, Proyecto Lázaro nunca termina de arrancar. La película centra demasiado el foco en el amor y el drama. El protagonista vive atormentado por la vida que dejó atrás con su pareja, y ese eje tractor del filme no contiene el interés suficiente para crear intriga. Se apuesta todo al conflicto interior dejando de lado lo más significativo: Las consecuencias para la humanidad de esa primera resurrección.

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No ayudan tampoco las interpretaciones. Los personajes de Gil parecen robots con apariencia humana. Les cuesta demasiado expresar, y al espectador mucho más empatizar. El uso y abuso de la voz en off termina consiguiente que veamos al protagonista (Marc Jarvis) como un tipo cansino. Naomi (Oona Chaplin), su novia del pasado, no consigue más de lo que hubiese conseguido un maniquí. Nada resulta real.

La estética acaba por rematarla. Más cercana a un publirreportaje de una clínica dental que al cine en si mismo. Si se llega a llamar el Método Dentix nos quedamos igual. Mateo Gil ha intentado hacer su Gattaca bebiendo de Abre los ojos, pero se le ha Gattascado seriamente. Una pena. Esperamos su pronta recuperación y un regreso a la senda de anteriores trabajos.

Pieles: La malformación está en la mirada

El FANT 23 ha empezado fuerte. El Teatro Campos Eliseos ha sido un año más el escenario elegido para la ceremonia inaugural, y como en ediciones anteriores Lander Otaola y Maria Goiricelaya se han metido al público en el bolsillo con un humor espontáneo, valiente y muy oportuno. En esta ocasión han estado bien secundados por las ‘maníacas’ que se mezclaban entre el público para recordarnos que esto va de terror, aunque si hay que pasar de horror a La La Land se pasa. Cuánta razón Otaola al nombrar todos los festivales de cine bilbaínos para rematar diciendo “El FANT, al que va gente”, y es que en el Campos no cabía ni un alfiler.

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Este año la organización ha acertado de pleno con Pieles, la mayúscula bizarrada española que ha abierto el certamen. La opera prima de Eduardo Casanova es un auténtico salto al vacío artístico en el que el director consigue caer milagrosamente de pie. Pocos director pueden presumir de tanta libertad en su primer trabajo, aunque esto quizá hay que agradecérselo a Álex De la Iglesia, productor de la película.

Pieles pertenece al subgénero de historias cruzadas. La película presenta a varios personajes al límite unidos por un físico diferente, algo similar a lo que Tod Browning nos enseñó en La parada de los monstruos.

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Uno de los mayores logros de Casanova es la rapidez con la que el espectador se familiariza con ‘lo diferente’ tras la sensación de estupor inicial. Y es que cuesta en un primer momento cuesta hacerse a personajes como el que interpreta Ana Polvorosa, una joven con ano por boca. Si por algo merece todos los elogios esta cinta es por su extraordinaria labor de maquillaje, bien acompañada por una dirección artística cuidada al detalle en el que predominan los tonos rosas (Veáse en look del elenco en la foto de portada).

Las referencias de la película son claras. Las más evidentes un Almodovar desatado o un David Lynch menos oscuro de lo habitual. A Casanova bien podríamos emparentarle con Carlos Vermut, quizá porque ambos comparten sendos debuts suicidas y se decantan por las historias cruzadas. La sensación tras terminar Diamond Flash no era muy distinta de la que se queda al final de pieles.

Casanova también ha acertado con el reparto, del que hay que destacar su generosidad. Sorprende para bien el ‘Freddy Krueger’ que interpreta Jon Kortajarena, totalmente irreconocible hasta el final. Muy meritorio también el ya mencionado personaje de Ana Polvorosa. Lo más sencillo era caer en el más absoluto ridículo, pero lo excesivo del maquillaje contrasta con la serenidad de la actriz para afrontarlo. Itziar Castro es para mi uno de los descubrimientos de la cinta. Quizá el personaje de la casi siempre extraordinaria Candela Peña es el que mejor sintetiza el sentir del filme. Siente que no va con ella lo de ‘ser diferente’ y ve claramente que el problema lo tiene el espectador.

La peor noticia para Casanova es que estamos ante una de esas películas que despertará fobias directas por su contenido, incluso entre los que no lleguen a verla. La mejor, es que estamos ante una pieza de culto instantáneo.

*La película se estrena en cines el 9 de junio de 2017

CRUDO: PRIMERO DE CANIBALISMO

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A Crudo le ha pasado lo mismo que a The Witch el año pasado. Películas de autor que acaban en mutilsalas debido a campañas de marketing engañosas. Ni The witch era la película más terrorífica de la historia, ni Crudo es la gran salvajada que han querido vender. El filme se ha hecho hueco gracias al eslogan «Puede provocar mareos» que se ha vendido en los medios. Ahora bien, el debut en la dirección de Julia Ducournau merece todos los elogios que ha recibido por parte de la crítica.

La película nos lleva a la universidad de la mano de Justine, una joven que llega al Campus para iniciar sus estudios de veterinaria. Formada en una educación vegetariana, su vida cambiará por completo al descubrir los encantos de la carne.

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Crudo naturaliza una cuestión que la sociedad ha convertido en tabú: El canibalismo, al que Ducournau decide darle un tratamiento similar al de la adicción a las drogas. A partir de ahí se abre la veda para que cada espectador decida jugar con esa metáfora de ‘comernos unos a otros’, más si cabe en un entorno universitario en el que los novatos viven sometidos por los alumnos de segundo curso.

Estamos también ante el enésimo viaje iniciático puente entre la adolescencia y la edad adulta tras dejar atrás el hogar familiar. Quien haya pasado por esa franja horaria vital sabrá que es una zona gobernada por el cambio constante. De hacer y dejar de hacer cosas por el ‘que dirán’. Una época de influencia del entorno que acaba cuando encontramos nuestra propia identidad. Encontrareis todo esto en Crudo. dejando a la vista que a pesar del factor canibal estamos ante un retrato de personaje fascinante y jodidamente veraz.

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La fuerza de los personajes femeninos y ese aire francés, evoca a La Vida de Adele. Las jóvenes Garance Marillier y Ella Rumpf  son el equivalente perfecto a Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, aunque en el caso de Crudo el nexo sea únicamente fraternal. Todo el trabajo interpretativo se ve apoyado en una fotografía excelsa y en una hipnótica banda sonora que recuerda al trabajo de Rob para la versión francesa de Maniac, dirigida por Frank Khalfoun. También encontramos un guiño a Carrie, la obra maestra de Brian De Palma. Mezclando sangre y novatadas era imposible no recurrir a ella.

Crudo sin duda será recordada como una de las grandes de este 2017. A pesar de la hemoglobina, una cinta que puede gustar a cualquier cinéfilo. Más difícil lo van a tener los que esperen encontrar una película de terror al uso. Ya esperamos ansiosos el próximo paso de Ducournau tras esta brillante opera prima.

Incidencias durante la proyección: Niños/as en la sala

En la sala a que acudimos había niños, y no me refiero a niños de 14 años, si no a niños de menos de diez. Al girarnos para ver su reacción ante alguna de las escenas hardcore,  vimos a uno de ellos con el envase de palomitas en la cabeza.  ¿Qué lleva a alguien a llevar a niños pequeños a ver este tipo de películas? ¿Hasta que punto debería haber cierta regulación en la entrada de menores a según que proyecciones? Dejo abierto el debate por si alguien quiere comentar algo al respecto.