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Selfie: Los hijos tontos de la España corrupta

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Selfie, de Victor García León, ha sido uno de los éxitos del cine indie español de 2017. Catalogada como la Borat española, este falso documental, sigue las andanzas de Bosco, un pepero mimado que ve como se le acaba el chollo cuando su padre entra en prisión por corrupción. A partir de ahí, el joven se aprovechará de la solidaridad de un grupo de izquierdas para poder seguir chupando del bote. Selfie fue la ganadora del Premio de la Crítica en el Festival de Málaga, el que consiguió también la Mención Especial del Jurado.

La película bebe de la realidad, concretamente de las dos mayores vergüenzas del país: La corrupción y su legitimación mayoritaria en las urnas. A partir de ahí, García León realiza un brillante retrato de personaje. Santiago Alverú, el protagonista que interpreta a Bosco, es uno de los mayores aciertos de casting del cine español en los últimos años. Consigue dar toda la tirria que pretende, y más. Su trabajo es de Goya. 

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Estamos ante una de esas películas low cost que no lo parecen, porque tampoco necesitaban un euro más para hacerse. Selfie es ágil, entretiene durante su hora y media, y además invita a la reflexión. ¿A quién no gustará? Pues seguramente a todos los que se vean reflejados en su protagonista.

Si hablamos de géneros es una comedia de principio a fin, pero en su decidida apuesta por la naturalidad prescinde del humor de golpes. La sensación es que quizá podía haber sido una mejor comedia, pero de esta manera creo que consigue ser una mejor película. Ayudan las escenas que surgen de la improvisación grabadas en lugares como los mítines del PP o Podemos (Ojo al cameo de Esperanza Aguirre). Sin ser una película redonda, Selfie es una de los títulos más interesantes del año. Una propuesta al margen del cine convencional que merece la pena conocer. Y además su banda sonora incluye este temazo de Luis Brea:

Election: La noche de las bestias. Halloween para adultos

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James DeMonaco (Desconocemos su relación con el Principado) empezó la saga de la purga con un tremendo bodrio que partía de una genial idea. Una noche al año los americanos podían salir a matar sin que ello fuera considerado delito. En este trasfondo, nos encontramos la típica película de invasión casera, casera sin gas, o sea, de las malas. Vista la rentabilidad de la cinta, el estudio preparo otra secuela low cost con DeMonaco (si pones una I después de la N podrías invocar a Satanás) de nuevo al mando. Esta vez el director nos mostró la purga de verdad, nos enseñó lo que pasaba en la calle. El resultado fue tremendamente satisfactorio. Cine antisistema desde el sistema, y el origen de su propia iconografía, caretas blancas en tiempos oscuros.

Y en esa línea comenzaba Election, la tercera entrega de esta exitosa saga. Con aún más contenido político, y con el desarrollo de las líneas estéticas que dejó Anarchy. La primera hora de la película consigue enganchar gracias a todos los WTF, con la noche de la purga convertida en toda una festividad. Entre tanto, una candidata a la presidencia americana intentando sobrevivir, con ayuda del guardaespaldas Frank Grillo, en un auténtico infierno de asfalto.

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Las influencias son claras. La principal es 1997: Rescate en Nueva York, con Grillo en el papel de Snake Plissken, intentando salvar a la clase política. La segunda es The Warriors, con una ciudad tomada por las bandas, bandas ataviadas con ropajes que nos acercan a la tercera gran referencia: Mad Max: Fury Road. El carnaval veneciano en la dirección artística es la versión low cost de lo que nos ofreció el pasado año la dirección de Frank Miller.

Y todo iba bien… Hasta que las ideas se agotaron y la película se convirtió en una ensalada de disparos y hostias. Como bien apuntó mi amigo Julen «El final es una película de Jean Claude Van Damme» (Con todos respetos a JCVD). Es como si de pronto la construcción sólida levantada en la primera hora de película se hubiera venido abajo. Quizá el problema resida en el propósito de contentar al verdadero público de la cinta, cinéfagos amantes de la acción de videoclub, pero tras ofrecer un sólido discurso político Demonaco deja tirados a los que buscábamos algo más.

En el apartado interpretativo, Grillo demuestra auténticos signos de fatiga en su segunda participación en la saga. Su personaje debió limitarse a Anarchy. Elizabeth Mitchel tampoco atina con su pobre versión rubia de Pablo Iglesias, a la que podríamos rebautizar como la coletas.

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En definitiva, un gatillazo cuando más estábamos disfrutando. Eso sí, si hay cuarta purga volveremos a caer. Eso no lo dudeis ni un minuto. Nos la volverán a meter con el trailer, y picaremos de nuevo. Si es que antes no se impone esta ‘curiosa’ celebración. Desde luego que Trump tiene potencial para ser uno de los padres fundadores.