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Cien años de Perdón: «Disculpen las molestias, pero esto es la Valencia del PP»

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El personaje del «Uruguayo», interpretado magistralmente por Rodrigo De la Serna, entra en un banco valenciano ataviado con una máscara deportiva, al igual que sus compinches. Una vez allí explica con efusividad y educación a los clientes la nueva situación: «Señores y señoras, disculpen las molestias pero esto es un atraco». Esa frase, aparentemente simple, refleja muy bien el proceder de los bancos en la España de los desahucios. En traje, con educación, y con la efusividad del vendedor de mercadillo vendieron preferentes durante las vacas gordas. Ese traje y esa educación que en ese pasado reciente era el uniforme de la «confianza» de las entidades bancarias. Con ese mismo look nos ofrecían hipotecas para el coche, para las vacaciones, o como dijo un obrero de la construcción en un Salvados «hasta para irte de putas». Con ese mismo look convencieron a muchos para «meterse» en la casa que hoy les quitan. Y todo esto a cara descubierta, con el antifaz transparente de la impunidad. La diferencia es que a sus clientes nadie vino a inyectarles dinero cuando lo necesitaron.

Cien años de perdón es la Plan Oculto española. Cierto es que la dirección y la puesta en escena de Daniel Calparsoro está por debajo de la de Spike Lee. Quizá lo que le falta para llegar a ese nivel se ve compensado con la gran radiografía de la España de la corrupción. Proponemos venderla en pack con el otro gran título de robos durante la crisis española, la muy lúcida El mundo es nuestro.

Tampoco resulta casual que la trama se desarrolle en un banco de Valencia, lugar donde el Partido Popular podría considerarse (si no se considera ya) una auténtica organización criminal. Los intentos de los políticos que aparecen en la película para intentar ocultar la mierda se parecen demasiado a los que estos días ha llevado a cabo el PP para blindar a Rita Barberá.

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Además, la película es también el Show del argentino Rodrigo De la Serna, con un personaje para la historia del cine español. Todo carisma. Es como si el Tano Pasman se hubiera pasado a esto de los grandes «negocios». Esto relega a un segundo plano a Luis Tosar, que aunque sigue teniendo presencia no está a la altura de sus mastodontes papeles habituales. Es un problema que se extiende a todo el ramillete de personajes secundarios, todos demasiado planos, aunque los buenos momentos cómicos del torpe asaltante que interpreta Joaquín Furriel, (una suerte de Jesús Castro) ayudan a que la película no se acabe tomando demasiado en serio a si misma, lo que juega en favor del relato.

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El guión no es perfecto, y quizá se echan en falta algunos de los trucos habituales del cine de robos. La película no va en ningún momento por delante del espectador, como si temiera meterse en más jardines de los que lo hace. Aún así Cien años de Perdón es un muy digno entretenimiento por encima del nivel medio de los títulos americanos que nos suelen llegar en este subgénero. Eso si, si buscas evasión no es tu película, todo lo que sucede en ella está pasando.

El niño: Pájaro derribado

El niño se ha convertido en el segundo gran fenómeno del cine español de 2014 tras el éxito de Ocho apellidos vascos. Aunque no llegará a las cifras totales de la primera, ya es un éxito en taquilla. Nuevo triunfo de la factoría Telecinco, que le ha dado a la película el empujón promocional que necesitaba.

Marketing aparte, hay una gran razón para ver El niño. Se trata de la primera película de Daniel Monzón tras Celda 211, ya un clásico del cine español. El director se ha armado de ambición para ofrecer un thriller fronterizo que no tenga nada que envidiar a las producciones USA, y viendo el resultado final puedo afirmar que lo ha conseguido.

La película nos presenta a dos policías: Luis Tosar y Bárbara Lennie, que intentarán dar al cuerpo lo que demanda: La foto de la incautación de un gran alijo de droga. Paralelamente, un joven chapuzas, interpretado por Jesús Castro, decide hacer carrera en el negocio del narcotráfico.

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El mayor logro de El niño son sin duda son sus secuencias de acción, destacando sobre todas ellas las que implican a cielo y mar, con helicóptero y lancha como protagonistas. Se ve que Daniel Monzón metió horas de pequeño con el helicoptero de Playmobil. Su ejecución me recuerda al cine de Paul Greengrass, en especial al de Capitán Phillips, con retazos del Michael Mann de Corrupción en Miami. La película no pierde en las comparaciones, por lo que se puede decir que, en este sentido, el trabajo de Monzón es mayúsculo. Trabajo que va acompañado de un gran fotografía.

Hay decisiones muy acertadas, como ese comienzo en el puerto que tanto ha recordado a la excelsa segunda temporada de The Wire. Excelentes localizaciones y una inteligente puesta en escena que hacen que nos traslademos de manera rápida del cine a la sombra del Peñón de Gibraltar.

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La trama nos involucra en temas de actualidad latente, como Gibraltar (vemos hasta a los famosos monos), los problemas en la frontera con Marruecos o el narcotráfico. Incluso lanza un guiño al islote de Perejil y a su sonado episodio. Por suerte la película omite la crítica social y el lenguaje ejemplarizante. Era muy fácil caer en la moralina, en las drogas son malas, en el discurso populista. Aquí lo que importa es la investigación policial.

No todo funciona en El Niño. Su tercer cuarto no está a la altura y detiene su ritmo frenético, lo que nos lleva a pensar que recortando un cuarto de hora el resultado final se vería beneficiado. Por el camino encontramos alguna escena que sobra, como la sonrojante escena de «Sex in the beach», que parece un copy paste de algún bodrio adolescente. Por suerte su duración es escasa. También me he llevado una ligera decepción con la partitura del imprescindible compositor Roque Baños, que a pesar de algún gran pasaje no me ha terminado de convencer. Más acertado el uso de algunas canciones, por momentos en claro homenaje al cine quinqui español.

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En cuanto al reparto, me ha llamado mucho la atención la de palos que le han caído a Jesús Castro por su actuación. Si bien no pasará la historia, sería injusto criticarle por no tener un abanico gestual amplio, puesto que su personaje no lo requiere. No olvidemos que su papel es el de un chico de barrio sin demasiada formación, por lo que pintarle de «Lobo de Wall Street» habría sido un tremendo error. Más afortunados están sus compañeros de fatigas. «El compi», interpretado por Jesús Carroza, es el encargado de introducir el humor, que ayuda y mucho a hacer llevadero el thriller. Veo influencia directa de la reciente El mundo es nuestro. Por momentos, el niño y el compi parecen una versión mainstream del culebra y el cabesa. Igualmente brillante el trabajo de Saed Chatiby, que interpreta a Halil,  y que avanzada la trama se transformará magistralmente en Özil (ya entendereis a que me refiero). Este trío de actores encajaría a la perfección en una hipotética secuela de Barrio. Además la moto de agua ya la tienen.

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Luis Tosar se enfrenta a un personaje que no está a la altura monumental de Malamadre, pero una vez más sale victorioso. ¿Podemos ya hablar de Tosar como uno de lo mejores españoles de todos los tiempos? En mi opinión, rotundamente sí. Barbara Lennie cumple, aunque con el metraje va perdiendo peso gradualmente. Lo contrario que le sucede al siempre excelente Eduard Fernandez.

En definitiva, estamos ante un thriller fronterizo con una gran fortaleza, más brillante por momentos que en conjunto, que dejará huella en la manera de rodar secuencias de acción en España. Es portadora de la ambición que tanto demanda el cine español. Intuimos una merecida lluvia de nominaciones a los Goya para la película.

A PARTIR DE AQUÍ… SPOILER. (NO LEAS A PARTIR DE AQUÍ SI NO HAS VISTO LA PELÍCULA)

Sobre el final de El Niño

Con el cierre de la trama se lanza una incógnita. Se nos muestran imágenes de un camión en el puerto, intuimos que bien cargado de nada legal. Se oye una conversación telefónica en la que un hombre le dice a otro «Encárgate de recoger a los niños a las 5» o  algo similar. Hemos visto que a raíz de esto se han sucedido los comentarios del tipo «No he entendido el final» y la verdad es que he podido leer unas cuantas versiones diferentes. Tenemos la nuestra:

1. El compi empieza carrera en la policía, pero no abandona su periplo en el narcotráfico. El es el nuevo topo.

1+. Versión mejorada. El compi es el topo, y habla con su nuevo socio: El padre de su novia.

Y ahora algunas versiones que circulan por internet…

2. La llamada solo es síntoma de que el narcotráfico continúa. Los personajes no nos tienen que resultar familiares.

3. (La mejor) El que habla es Luis Tosar. Desde el principio de la película el auténtico capo. El es el que lleva la trama por donde quiere por su beneficio. El gran titiritero.

4. A Eduard Fenandez nada le salpica y continua con sus labores de enlace de la policía.

5. Ninguna respuesta es correcta.

Podeis hacer vuestra versión en los comentarios, poniendo OJO SPOILER para que nadie sea destripado.