Los resultados de Texas en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos son un fiel reflejo de lo sucedido en el resto de la nación. Trump se impuso con el 52,2% de los votos, una victoria holgada frente al 43,2% que optó por Clinton. 9 puntos de diferencia, que se traduce en unos 800.000 votos. Pero no todos los territorios votaron por igual al magnate.
Las principales ciudades (Dallas, Austin, Houston, El Paso y San Antonio) eligieron a Hillary, en tres de ellas con un porcentaje superior al 60%. Mientras en condados como el de Archer, donde comienza Comanchería, Trump fue respaldado por el 88,7% de los votantes. La prueba evidente de que existe otra América, una América rural olvidada, asfixiada, y en la que no calan los bailes de Barack y Michelle. La película recorre algunas carreteras secundarias de la America de Trump. Las vías por las que no transita el sueño americano.
Vamos a ser claros, se dice tan a la ligera lo de peliculón incontestable que se debería tener cierta prudencia al usar semejantes términos, pero a la mierda. Comanchería es un peliculón incontestable. En esta película todo es notable, el guión, la dirección, la fotografía, la banda sonora, el sonido, el montaje, el reparto… Y cuando esto sucede solo queda aplaudir. Además la taquilla americana la ha convertido en el éxito independiente del verano. Un milagro en un panorama en el que es muy complicado hacerle sombra al blockbuster.
Estamos ante un neowestern de tiempos en los que los vaqueros no llegan a fin de mes. No esperéis al John Wayne de turno en este panorama. Los protagonistas son dos ladrones de bancos que buscan encadenar con acierto varios golpes para recuperar la dignidad perdida. Todo esto en un entorno en el que los bancos representan el papel que antaño era propiedad de la banda de hijoputas que atemorizada al poblado en el western.
El cuarteto protagonista está de escándalo, especialmente la extraña pareja policial que forman Jeff Bridges y Gil Birmingham. El primero es un inteligente agente a punto de jubilarse que no ha perdido el buen olfato, aunque Torrente aparezca en su modelo de conducta. El segundo, un policía con antepasados indios y mexicanos que será el blanco de los chistes Bridges, a pesar de ello en el transcurso de la película irán desarrollando una extraña hermandad. La otra, nunca mejor dicho, es la de los hermanos protagonistas (Chris Pine y Ben Foster), que llevan el peso dramático de la película.
Los melómanos están de enhorabuena. A la excelente banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis hay que sumarle temas de Colter Wall, Chris Stapleton o Johnny Cash. Se agradece además que se hayan dignado a subtitularlas en español durante el metraje.
En definitiva, una película redonda que está llamada a convertirse en un título de culto. Lo único que chirría en su traducción al español, de Hell or High Water a Comanchería. Nos imaginábamos a los traductores diciendo…
-Hay que traducir Hell or High water al español
-¿Cómo chería?
-Me gusta, adjudicado
Aunque la realidad nos ha jodido el chiste. Comanchería era el título inicial de la película. Así es llamada la zona ocupada por los comanches antes de 1860, y que abarca el este de Nuevo Mexico, el oeste de Texas, parte de Oklahoma, las montañas de Wichita y grandes porciones de Colorado y Kansas.
A pesar del vacío en premios (no en nominaciones) de la película en los Globos de Oro, nos encantaría que pudiera rascar algo en los Oscar, aunque esta edición está llamada a ser la de la victoria amplia de La la land. Ya sabéis que esto también va de modas. Una última recomendación, acercaros a disfrutarla en una sala de cine antes de que sea tarde.