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My father die: El salvaje Mississippi

Sean Brosnan, hijo de Pierce Brosnan, ha sido reconocido con el Premio FANTrobia de la 23ª edición del FANT. Se trata de un galardón dirigido a jóvenes promesas del Cine Fantástico y de Terror. Tras ver My father die, su primer largo como director, entendemos los motivos de esta decisión.

¿De qué va? La película cuenta la historia de Asher, un joven sordomudo traumatizado por la muerte de su hermano a manos de su padre. Cuando el parricida abandona prisión, Asher decide que ha llegado el momento de la venganza.

Brosnan deja claro desde la introducción que vamos a ver una cinta potente y sin compasión. Los primeros minutos nos muestran la brutal muerte del hermano, con voz en off y un gran uso del blanco y negro. Una gran intro que nos sirve para adentrarnos en la América profunda y salvaje que Brosnan quiere mostrarnos. Una América a orillas del Mississippi en el que no hay lugar para la piedad.

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La violencia es una constante durante todo el metraje. A Brosnan le ha salido una ópera prima muy tarantiniana, aunque con bastante menos verborrea. En el reparto destaca Gary Stretch, que encarna al despiado padre de familia. El personaje es una nueva visión del Schwarzenegger de la primera entrega de Terminator.

La cruedad del filme está aderezada en todo momento por un acertado uso del humor negro. La excelente fotografía y una acertadísima selección musical consiguen que la película brille formalmente.

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No sabemos a ciencia cierta si este My father die tiene doble lectura, pero la película resulta una manera brillante de quitarse esa etiqueta de “hijo de…” que en ocasiones lastra algunas carreras. Aunque el bueno de Pierce figura en los créditos como uno de los productores del filme.

La película ha sido una de las sorpresas de este FANT. Un gran debut en el mundo del largo para Brosnan. Estamos seguros de que tras este debut indie, los grandes estudios llamarán a su puerta.

 

 

Los odiosos ocho: La tomatina de Red Rock

Reconozco que no me gustó la idea de que Tarantino se quedara en el oeste durante un film más, quizá me puede el deseo de volver a ver a Tarantino en las calles de Reservoir dogs, Pulp Fiction o Jackie Brown, pero es imposible negarse a visitar el nuevo museo de los horrores de uno de los mejores directores vivos.

En esta ocasión Tarantino ha optado por comprimir en una casa toda la breve historia de los Estados Unidos de América, con vencedores y vencidos, con esclavos y esclavistas, una historia en la que ni siquiera la mayor víctima tiene las manos limpias. Quizá de absolver a alguien Tarantino absuelve al proletariado, al servicio, el único extracto social del que no se nos muestran pecados. No es casualidad que Samuel L. Jackson aparezca cargando tres cadáveres en la apertura de la trama, una metáfora de un país que sigue cargando con sus muertos.

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El casting alterna habituales del director con nuevas incorporaciones, aunque son 4 los actores que destacan por encima del resto: Samuel L. Jackson, Jennifer Jason Leigh, Kurt Russell y Walton Goggins, que brillan con facilidad gracias a grandes personajes. El resto de Odiosos no consiguen estar a la altura. El verdugo que encarna Tim Roth, por poner un ejemplo, es sucesor del cazajudíos o el dentista con los que brilló Christoph Waltz en anteriores títulos, pero el resultado se queda en una insulsa imitación.

A pesar de su innegable calidad, lo que impide que Los odiosos Ocho acceda al olimpo del cine es su irregularidad. Hay grandes aciertos, pero también decisiones erróneas y alguna explicación innecesaria que debió convertirse en elipsis. En una película de casi 3 horas tienen que estar muy bien calculadas las raciones, puesto que es una duración que excede el límite de atención del espectador medio. Su guión, y no me refiero a los diálogos si no a la sucesión de acontecimientos, peca de tramposo, y se saca de la manga algunas soluciones que no se ven venir.

De lo que no se puede acusar a Tarantino es de quedarse corto a la hora de mostrar violencia. La parte final se convierte en una auténtica tomatina con la que el director se desmarca del western para llevarnos a su habitual universo hemoglobínico. Posiblemente el desenlace de Los odiosos ocho sea lo más gore de Tarantino hasta la fecha.

Si hay algo que me parece que no está a la altura de su cine es la banda sonora, a mi juicio injustamente nominada al Oscar e inexplicablemente ganadora del Globo de Oro. ¿Tanto pesa el nombre de Morricone? Y ojo, con esto no quiero decir que la partitura sea mala, si no que es escasa, prácticamente nula. El 80% de la película es sonido de viento. Lo mejor del repertorio lo marcan Jennifer Jason Leigh a la guitarra y Demian Bichir ejecutando Noche de paz al piano.

Siempre da gusto volver a Tarantino y disfrutar de habilidad dialéctica, pero me gustaría verle de nuevo en las calles, en un tiempo presente, ahorrándose homenajes para dar rienda suelta a sus creaciones más personales. Quién sabe si lo mejor de su cine está aún por llegar. Aún así Los odiosos ochos es una muy buena película, a mi juicio superior a Django desencadenado. Quizá sea más difícil de digerir, pero su sabor es más auténtico.

Lo mejor: Todos sus excesos.

Lo peor: Un argumento con alguna que otra trampa. 

 

 

 

 

 

Django desencadenado: Tarantino (demasiado) desatado

Dicaprio y Jamie Foxx en Django desencadenado

Tras su paso por la Francia ocupada por los nazis Tarantino cruza el charco para ofrecer un spaguetti western bañado en sangre y plagado de momentos cómicos. Django desencadenado es para la filmografía del director lo que Oh brother! fue para la de los hermanos Coen.

Tarantino no entiende de épocas ni de fronteras geográficas. Asia, Europa o la América esclavista no suponen un límite para su cine, y hasta un ataque del Ku Klux Klan puede verse con una sonrisa bajo su prisma. Lo que para DW Griffith fue una épica hazaña bélica en los inicios del cine en El nacimiento de una nación, en Django es una tronchante chapuza. Y es en esos sets del metraje donde Tarantino se hace fuerte. Llevando la historia a su terreno y consiguiendo que nada se resienta.

Lo mejor de Django desencadenado es también lo peor. Su falta de pretensiones choca con una declaración que Tarantino ha dispersado en los últimos tiempos, la de que su mejor película está aún por llegar. El tono distendido de Django le quita empaque al conjunto. Es esa falta de ambición a la hora de rodar la que aleja a esta película de las grandes de su filmografía. Kill Bill tenía sangre a chorros, pero también nos hacía sufrir con la novia protagonista. Malditos bastardos contaba con un comienzo de altura, inteligente y terrorífico. Aquí toda esa seriedad es sustituida por sketches, gags y poses, lo que hace que nunca consigamos entrar dramaticamente en la trama. Se empatiza de manera lúdica, pero nunca dramática. Tarantino se desata, pero se olvida de aplicar una necesaria cordura al conjunto.

django desencadenado sangre

Emparentaría a la película, por estética y excesos, con otra road movie de la américa profunda titulada Los renegados del diablo. Los cazarrecompensas de la película de Tarantino son una versión estilizada de los psicópatas de Rob Zombie. Se observa también similitud en el montaje: Planos, uso dela cámara lenta, inserción de la música o su concepción de ver la película como una suma de viñetas. El filme de Zombie puede parecer un primo lejano, pero comparte sangre con Django.

En el elenco destacan dos personajes por encima de todos, ambos poseen un rol secundario. Las escenas del jeque afrancesado Dicaprio elevan el nivel del filme. Cada vez que aparece la película mejora. El actor se luce en un papel más complejo de lo que puede resultar en apariencia. El otro gran personaje es el negrero negro al que da vida un Samuel L. Jackson vestido para la ocasión. Un personaje malvado pero que nos deja carcajadas en cada intervención.

Samuel L Jackson haciendo de negrero. Lo mejor de Django desencadenado

De Django, al que encarna Jamie Foxx, no podemos decir lo mismo. Es el protagonista más plano de todos los que han pisado el cine de Tarantino, pura estética sin esencia. Parece haber sido dibujado con brocha gorda y en ocasiones resulta una naturaleza muerta. El dentista alemán de Christoph Waltz está mejor construido, pero haciendo una comparación reciente se queda a años luz del cazajudios de Malditos Bastardos.

El último elemento del filme dificilmente justificable es su duración, y sobre todo esa forma de finalizar. Con el partido practicamente apagado el árbitro decreta una prórroga que solo incide en lo anterior, bien se podía haber añadido algún minuto más antes en el tiempo reglamentario antes de tener que jugarla. En números, a Django desencadenado le sobra entre 30 o 40 minutos.

A pesar de estos contras Django desencadenado es sin duda una película disfrutable, un entretenimiento con calidad garantizada, pero a veces no viene mal un poco de pretenciosidad para convertir lo bueno en histórico. De cara al próximo filme hay que exigir al tio Quentin que eleve un par de puntos la intensidad, un nuevo trabajo que ya esperamos ansiosos.