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IT: El trauma infantil se disfraza de payaso

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Lo tenía verdaderamente jodido Andrés Muschietti. El nuevo proyecto de IT cobró relevancia gracias a las noticias que sentaban en la silla del director a Cary Joji Fukunaga, director de la primera temporada de True Detective. Una noticia ilusionante que dejó de serlo cuando se confirmó que el también autor de Beast of no nation y Jane Eyre abandonaba el proyecto tras desavenencias con el estudio. El marrón le quedada a Muschietti, autor argentino que debutó en el terror sin pena ni gloria con Mamá. Las expectativas bajaron, pero volvieron a subir tras los primeros screenings y las aterradoras imágenes promocionales. El hype comenzó a crecer, y parecía que la burbuja, una vez más, iba a explotar. Pero esta nueva IT ha flotado por encima de las expectativas. Contra todo pronóstico, estamos ante uno de los mejores trabajos de horror de los últimos años.

El gran acierto de la película es tomar la valiente decisión de apostar por los personajes, una opción que no es la mayoritaria dentro del género. Los niños protagonistas crean un vínculo casi inmediato con el espectador, lo que nos hace cómplices de su terror. Un mecanismo más elaborado que la habitual colección de sustos, que seguramente defraude a los que solo acudan al cine a paliar los problemas de estreñimiento, pero que a la vez conquistará a los que busquen algo más que entretenimiento.

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IT es una gemela oscura de títulos como Los Goonies, Cuenta conmigo o Super 8, aunque su pariente actual más cercano se llama Stranger Things. La nostalgia vuelve a dar buenos resultados. Estamos ante una nueva confirmación de que lo retro es tendencia en el presente audiovisual.

IT es uno de esos proyectos en los que si algo falla el resultado final puede ser completamente ridículo, pero el acabado técnico de la cinta logra colocarse fuera de la sombra de la serie B. Esto se consigue gracias a una elegante fotografía, una banda sonora de calidad y unos impolutos efectos especiales. El resto lo hace un acertado casting en el que destaca la magnética Sophia Lillis, la actriz que da vida a Beverly. Ojo, que quizá estemos ante el nacimiento de una estrella.

De Pennywise, el payaso protagonista al que da vida Bill Skarsgård, decir que en los primeros minutos me ha dado la impresión de que quedaba eclipsado por el recuerdo del excelso trabajo de Tim Curry en la TV movie noventera. Ese payaso, de apariencia más humana que en esta nueva versión, es sin duda uno de los rostros más célebres de la historia del género. Pero este Pennywise se hace ‘querer’ según avanza el metraje. Aunque hay que tener en cuenta que el clown no deja de ser un falso nueve dentro de lo que de verdad cuenta la película. Los niños protagonistas desarrollan diferentes fobias, pero cada una de ellas esconde un problema más grave que el natural temor infantil. El verdadero miedo del grupo de ‘Los perdedores’ está en la vida real.

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A pesar de todas las virtudes, el título también cuenta con algunos problemas, como la redundancia de algunas escenas o el alargamiento excesivo del desenlace. No obstante, queda patente que en la sala de montaje se ha tenido que tirar de tijera. Por suerte, hablamos de exceso, pero no de aburrimiento. De hecho este IT deja con ganas de más. De esa segunda parte ya en proyecto que muestra a los protagonistas 27 años después del fatídico encuentro. Por si fuera pequeño el Hype, suena Jessica Chastain como Beverly adulta. Por favor, que así sea.

 

Un monstruo viene a verme: Solo el buen cine emociona

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Lo último de Bayona lo tenía todo para no gustarme:

  • Película con niño. Los niños en el cine me chirrían, a no ser que exploten la vena de hijoputismo, como en El pueblo de los malditos, ¿Quién puede matar a un niño? o Edén Lake.
  • Siempre critico la búsqueda de la lágrima en el cine. Esto es lo que escribí sobre por ejemplo The imitación game: «Puede que la partitura de Alexandre Desplat no esté mal, pero estamos ante una de esas músicas que intentan guiar todo sentimiento. Imagino a los montadores diciendo… “Mete ese pasaje aquí que el espectador tiene que llorar”. Curiosamente a mi me pasa al revés. Cuando se pretende emocionar con música de llorar me acuerdo de que estoy viendo una película, lo que me descentra totalmente».
  • Los dramas me dan ‘patrás’. Casi tanto como las películas románticas.
  • El bombardeo de imágenes en la promoción ha sido continúo. A veces en el cine hay sensación de Deja Vu en cada escena con tanta promo. Ya pasó con Ocho apellidos vascos.
  • La acogida en el Zinemaldia fue bastante tibia entre la crítica especializada.
  • La mitificación que la prensa hace de Bayona, un director que solo cuenta con dos películas hasta la fecha: El orfanato y Lo imposible. La primera demostró que había talento. La segunda mostró una gran técnica y optimización de recursos, pero su drama no consiguió traspasarme.

A la mierda, Un monstruo viene a verme me ha encantado. Y sí, he llorado (Y no soy nada de llorar), tanto que la muerte de Mufasa al lado puede considerarse un sketch de Martes y trece. El monstruo ha conseguido derribar todos mis prejuicios con una receta que nunca falla: Buen cine. El resto lo hace J.A. Bayona con ideas claras y una dirección magistral.

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No os fiéis de los que hablan de la película como una copia mala de El laberinto del fauno. La película de Del Toro es digna de recordar, pero no olvidemos que Bayona lo que ha intentando es adaptar lo mejor posible el libro A monster calls de Patrick Ness, que además es guionista de la película. El mundo interior como vía de escape es un tema recurrente en la historia del cine, pero pocas veces ha alcanzado la perfección técnica y artística que muestra Un monstruo viene a verme.

En el apartado interpretativo sorprende lo bien que el joven Lewis MacDougall aguanta los primeros planos. A la Weaver le basta con su presencia para bordar el personaje de severa abuela. Aunque lo mejor de la función es sin duda el monstruo, que en la versión original cuenta con la poderosa voz de Liam Neeson. Debería haber una categoría especial en los premios para este tipo de criaturas. De ese modo este monstruo seguramente se haría con la estatuilla.

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Siempre critico el uso de la música para enfatizar la emoción, pero en esta ocasión se me hace difícil ante la bellísima partitura del getxotarra Fernando Velazquez, al que le bastan un par de teclas de piano para transmitir. Otra categoría que debería llevarse la nominación al Oscar. Y no la única. Película, dirección, dirección artística, efectos especiales y banda sonora merecen ser finalistas en la lucha por la estatuilla.

No solo hay pasión por la historia que se cuenta, hay pasión por el cine, por el arte en general. Ese proyector tan de Cinema Paradiso, las imágenes de King Kong, ese tejo que parece estar sacado del bosque de La princesa Mononoke, el preciosista uso de la animación… Lo de Bayona es amor por el cine. Además la película hace creer en el cine como terapia. Para muchos, casi para todos, es un reencuentro con el dolor. Es difícil no relacionar las situaciones del joven protagonista con nuestra propia vida. Pero a pesar de las lágrimas, este monstruo tiene un elemento cicatrizante: Se llama esperanza. Si desficcionamos un poco (No, no se si existe la palabra desficcionar) veremos a las personas que de modo imperativo nos ayudaron a salir de las arenas movedizas. El mensaje es tan antiguo como el mundo: Siempre hay que levantarse.