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Ícaro: La gran mentira colectiva

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El documental La mentira de Lance Armstrong (2013), sobre la vida y milagros del ciclista tejano, era hasta ahora el gran documental sobre las trampas en el deporte, más conocidas como dopaje. En 2017 llegó su secuela involuntaria, en la que la trama de dopaje sobrepasa un individuo y un deporte para involucrar a toda una nación. Ícaro, de Brian Fogel, se hizo en la 90ª edición de los premios de la Academia con el Oscar al mejor documental.

Lo que empezó para el cineasta Brian Fogel como un Super Size Me cambiando McDonalds por sustancias dopantes, se acabó convirtiendo en todo un ‘puente de los espías’ con el deporte ruso como actor principal. Fogel contactó con el ruso Grigory Rodchenkov en su intento de probar en primera persona el efecto de los anabolizantes en el ciclismo amateur, un auténtico Maestro Miyagi en esto de las drogas deportivas. Pero cuando la sombra de la sospecha se instaló sobre Grigory, el doctor ruso decidió tirar de la manta, destapando una profunda trama criminal con implicación del Kremlin y el KGB. Algo parecido a lo que sucedió con el ya mencionado La mentira de Lance Armstrong, que comenzó como un documental sobre el retorno del ciclista y acabó convirtiéndose en un análisis detallado de su historial tramposo.

Brian Fogel ha hecho un trabajo audaz, que a pesar de sus ecos de gran thriller in the real life, le debe todo a su personaje principal. El señor Rodchenkov se nos presenta como un auténtico trilero, y su carisma es tal que nos hace obviar su gran culpa en el proceso. Estamos ante un personaje que conquista, un ser sin escrúpulos pero completamente entrañable.

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Y es que a pesar de la mentira, Ícaro es ante todo un documental sobre la verdad, concretamente sobre la importancia de contarla. Fogel concluyó con esta reflexión al recoger el Oscar, además de dedicar el premio a Grigory Rodchenkov, que tras la emisión de este trabajo se encuentra en serio peligro.

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Podríamos decir que Ícaro es la cara B de Red Army, el documental sobre el equipo soviético de hockey que nos encandiló hace dos temporadas. El largo de Brian Fogel es desde ya una de las obras imprescindibles del catálogo de Netflix. Un título complejo, pero apasionante.

Making a murderer (T1): La oveja negra de Wisconsin

Qué el éxito de Netflix no es casual lo demuestran productos como Making a murderer, serie documental que recrea el caso del pueblo de Manitowoc (Wisconsin) contra Stephen Avery, un vecino poco integrado en la comunidad. Diez episodios que nos harán replantearnos el funcionamiento de la justicia gracias a una minuciosa recopilación de información montada con tintes de thriller. En ausencia de adaptaciones de John Grisham lo mejor que podemos hacer es recurrir a la cruda realidad.

A partir de aquí va la primera recomendación. ¡No busques información sobre el caso real! No necesitas saber nada. De este modo obtendrás los asientos de primera fila de esta montaña rusa de acontecimientos. Tras el interesante piloto llegué a pensar que el caso ya estaba contado, y resulta que solo acababa de empezar. Con el paso de los capítulos lo interesante se torna en apasionante. Hacía tiempo que no me enganchaba tanto a una serie.

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Quizá no estemos ante un producto para todos los públicos. Aquí no hay gente guapa ni personajes carismáticos. Tampoco encontramos bellos paisajes. Estamos en la América profunda y la protagonista es la investigación. Desconocemos como se ha llevado a cabo la labor de recopilación de información, pero el trabajo de las realizadoras Laura Ricciardi y Moira Demos es sencillamente deslumbrante. No falta un audio, una declaración, un testimonio, una llamada clave. Da la impresión de que todo está ahí.

Además la serie ha conseguido traspasar las barreras del consumidor de documentales hasta el gran público. El éxito de sus diez episodios ha dejado una fuerte resaca en la sociedad americana. El caso de Making a murderer deja en ropa interior a un sistema judicial que presume de no tener parangón en el planeta. Una vez más, la (supuesta) primera potencia mundial queda muy tocada.

Solo me queda recomendaros la que ya es una de las mejores series de los últimos años. Que no os eche para atrás la etiqueta de documental, Making a murderer es una serie de primera división. Y adictiva como pocas. Una de juicios, a mi juicio, imprescindible. Para muestra su intro:

The Act of killing: Demonios de la Indonesia salvaje

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No es casual que The act of killing aparezca en el puesto 14 en la lista de las 100 mejores películas del Siglo XXI que recientemente ha realizado la BBC. El documental de Josua Oppenheimer demuestra que aún quedan millas por recorrer en este género, y es que lo que propone es algo nunca visto: Dar protagonismo a auténticos genocidas, convertidos en estrellas dentro de una sociedad donde el odio al comunismo vende y la corrupción tiene buena prensa. Todo esto aligerado con un indescriptible toque cómico.

Vayamos a la raíz. Desde 1965 entre medio millón y un millón de personas han sido asesinadas en Indonesia. Así, como si de un atroz truco de magia se tratase. Y no mucha gente lo sabe. Parece que en occidente estábamos tan sobrecogidos con el genocidio nazi que se nos olvidó mirar hacia oriente. Los ejecutores eran gangsters al servicio del gobierno, que lejos de ser apartados de la sociedad, gozan hoy en día de fama y aceptación popular. Los matarifes se vuelven a reunir con la excusa de grabar una película en la que recrean sin ningún pudor los asesinatos cometidos.

Si hay algo casi tan atroz como las barbaridades perpetradas por los protagonistas, es su falta de arrepentimiento. Asoma algún liviano remordimiento en forma de pesadilla, pero los verdugos parecen mucho más cómodos a la tranquila sombra del The Show must go on.

The act of killing es además una concatenación de enormes WTF. Por momentos he pensado estar viendo una falsecuela de Pink Flamingos. Por haber hay hasta alucinatorios números musicales. Ojo al momento «arcada», escena para la historia del cine documental.

Estamos ante una película imprescindible, que deja un interesante debate sobre la violencia. Uno de esos títulos que debería verse sí o sí en institutos y universidades. Los monstruos existen, y están entre nosotros.