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Un monstruo viene a verme: Solo el buen cine emociona

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Lo último de Bayona lo tenía todo para no gustarme:

  • Película con niño. Los niños en el cine me chirrían, a no ser que exploten la vena de hijoputismo, como en El pueblo de los malditos, ¿Quién puede matar a un niño? o Edén Lake.
  • Siempre critico la búsqueda de la lágrima en el cine. Esto es lo que escribí sobre por ejemplo The imitación game: «Puede que la partitura de Alexandre Desplat no esté mal, pero estamos ante una de esas músicas que intentan guiar todo sentimiento. Imagino a los montadores diciendo… “Mete ese pasaje aquí que el espectador tiene que llorar”. Curiosamente a mi me pasa al revés. Cuando se pretende emocionar con música de llorar me acuerdo de que estoy viendo una película, lo que me descentra totalmente».
  • Los dramas me dan ‘patrás’. Casi tanto como las películas románticas.
  • El bombardeo de imágenes en la promoción ha sido continúo. A veces en el cine hay sensación de Deja Vu en cada escena con tanta promo. Ya pasó con Ocho apellidos vascos.
  • La acogida en el Zinemaldia fue bastante tibia entre la crítica especializada.
  • La mitificación que la prensa hace de Bayona, un director que solo cuenta con dos películas hasta la fecha: El orfanato y Lo imposible. La primera demostró que había talento. La segunda mostró una gran técnica y optimización de recursos, pero su drama no consiguió traspasarme.

A la mierda, Un monstruo viene a verme me ha encantado. Y sí, he llorado (Y no soy nada de llorar), tanto que la muerte de Mufasa al lado puede considerarse un sketch de Martes y trece. El monstruo ha conseguido derribar todos mis prejuicios con una receta que nunca falla: Buen cine. El resto lo hace J.A. Bayona con ideas claras y una dirección magistral.

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No os fiéis de los que hablan de la película como una copia mala de El laberinto del fauno. La película de Del Toro es digna de recordar, pero no olvidemos que Bayona lo que ha intentando es adaptar lo mejor posible el libro A monster calls de Patrick Ness, que además es guionista de la película. El mundo interior como vía de escape es un tema recurrente en la historia del cine, pero pocas veces ha alcanzado la perfección técnica y artística que muestra Un monstruo viene a verme.

En el apartado interpretativo sorprende lo bien que el joven Lewis MacDougall aguanta los primeros planos. A la Weaver le basta con su presencia para bordar el personaje de severa abuela. Aunque lo mejor de la función es sin duda el monstruo, que en la versión original cuenta con la poderosa voz de Liam Neeson. Debería haber una categoría especial en los premios para este tipo de criaturas. De ese modo este monstruo seguramente se haría con la estatuilla.

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Siempre critico el uso de la música para enfatizar la emoción, pero en esta ocasión se me hace difícil ante la bellísima partitura del getxotarra Fernando Velazquez, al que le bastan un par de teclas de piano para transmitir. Otra categoría que debería llevarse la nominación al Oscar. Y no la única. Película, dirección, dirección artística, efectos especiales y banda sonora merecen ser finalistas en la lucha por la estatuilla.

No solo hay pasión por la historia que se cuenta, hay pasión por el cine, por el arte en general. Ese proyector tan de Cinema Paradiso, las imágenes de King Kong, ese tejo que parece estar sacado del bosque de La princesa Mononoke, el preciosista uso de la animación… Lo de Bayona es amor por el cine. Además la película hace creer en el cine como terapia. Para muchos, casi para todos, es un reencuentro con el dolor. Es difícil no relacionar las situaciones del joven protagonista con nuestra propia vida. Pero a pesar de las lágrimas, este monstruo tiene un elemento cicatrizante: Se llama esperanza. Si desficcionamos un poco (No, no se si existe la palabra desficcionar) veremos a las personas que de modo imperativo nos ayudaron a salir de las arenas movedizas. El mensaje es tan antiguo como el mundo: Siempre hay que levantarse.