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Blade Runner 2049: El milagro de la creación

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En ocasiones el público espera ansioso noticias de secuela. No es el caso que nos ocupa. Hay películas que son material sagrado, y Blade Runner es una de ellas. Por ello, los primeros rumores de secuela de la obra maestra de Ridley Scott no cayeron demasiado bien entre los fans. Más aún cuando el director británico confirmó que no se sentaría de nuevo en la silla, y que esta vez sería solo el productor ejecutivo. Pero un aspecto hizo recobrar las expectativas de cara al filme: La confirmación de Dennis Villeneuve (Incendies, Prisioneros, Sicario, La llegada…) como director.

Y la jugada ha salido razonablemente bien. Sin ser la obra maestra definitiva, Blade Runner 2049 es una digna sucesora de la original. No era fácil mantener la atmósfera de un título único, y Villeneuve lo consigue. Esto es posible gracias a la gran labor que se ha realizado en todos los apartados técnicos y artísticos. Todos los planos están cuidadísimos, y la banda sonora de Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch es un Vangelis sin las pasajes de peli porno. Pero la técnica no sirve de nada sin una buena historia, y hay que reconocer que esta continuación la tiene. De hecho, la historia está por encima de sus lineas de guión.

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Si buscamos parientes cercanos, este Blade Runner está cerca muy cerca de Hijos de los hombres, la historia que Alfonso Cuarón estrenó en 2006 y que planteaba la idea de una sociedad estéril. En el plano artístico, el nuevo Los Angeles recuerda mucho al Japón futurista que vimos en la reciente adaptación de Ghost in the shell, aunque el ritmo de acción de la película de Rupert Sanders poco tiene que ver con la pausa de Villeneuve. Quién espere encontrarse un filme de entretenimiento SCI-FI puede quedarse en casa. También queda confirmado el interés de poner en contacto a creadores y creaciones dentro de la filmografía de Ridley Scott. Si la nueva senda de Alien (Con Prometheus y Covenant) habla de crear una nueva forma de vida biológica, Blade Runner habla de la vida artificial, tema que tampoco esquiva la saga espacial. Esta nueva entrega continúa sembrando la duda ¿Son Alien y Blade Runner partes de un mismo todo? Eldon Tyrell, Weyland, Wallace, David… Son ya demasiados personajes jugando a ser Dios.

Entre los actores, gran trabajo de Ryan Gosling, al que le va como un guante el Blade Runner inexpresivo que interpreta. Posiblemente estemos ante el actor con menos recursos gestuales de todo Hollywood, y lo que normalmente le lastra, en esta ocasión es lo que le hace bueno. También destaca la inquietante presencia de Jared Leto, con un interesante y misterioso personaje secundario.

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Pero no todo son virtudes en este regreso. El principal problema de esta nueva Blade Runner reside en su nudo, lugar donde la trama pasea sin avanzar. Con el telón bajado uno se da cuenta de que los 117 minutos de la primera entrega hubieran sido más que suficientes. Aunque la última hora es excepcional, 163 minutos son demasiados. El otro gran error no está en la película, si no en una decisión de marketing completamente desacertada. Rick Deckard, el mítico personaje interpretó Harrison Ford, aparece en el trailer, poster y en la gran mayoría de actos promocionales del filme, pero su personaje no aparece hasta el último cuarto del filme. ¿No se podía haber guardado ese elemento sorpresa? La experiencia hubiera elevado la película un peldaño mas. Lástima que al ver el cartel todos estemos en el cine pensado «¿Y éste cuando sale?»

En definitiva, estamos ante un regreso que ha merecido la pena. Y tengo la sensación de que Blade Runner 2049 puede ganar en posteriores visionados. Ahora solo queda la duda de si volveremos a visitar la tierra de los replicantes en años posteriores. Nada descartable visto lo visto. Si es así, volveremos a las salas.

 

La llegada: Reivindicando las letras

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El concepto de ‘Primer contacto’ siempre ha seducido a la ficción, sobre todo si se trata de un encuentro entre la humanidad y los extraterrestres. Unas veces somos nosotros los que vamos en su busca, y en otras son ellos los que llegan con desconocidas intenciones. En La llegada, el bando terráqueo juega como local. Pero el ‘Primer contacto’ en su definición exacta habla de «un encuentro entre dos culturas que desconocían su existencia mutua». Si acudimos a la historia encontraremos varios ‘primeros contactos’ documentados. El más célebre es el de la llegada de Cristobal Colón a América, y como sabéis esa primera página común se escribió con sangre. No es de extrañar que el lenguaje predilecto del cine para solucionar ese choque de culturas sea el bélico, con militares a tutiplén. La llegada realiza una inteligente relectura que coloca a una lingüista al frente de la humanidad. ¿El resultado? Una obra maestra.

Hoy por hoy, su director Denis Villeneuve ya es uno de los grandes del cine. Tras Incendies, Enemy, Prisioneros y Sicario vuelve a superarse con un clásico instantáneo. He leído que en La llegada su cine se acerca más que nunca a Kubrick, pero en este punto he de discrepar. Los referentes de Villenueve los encontramos en cineastas más cercanos. Por un lado vemos al Christopher Nolan de Origen e Interstellar y al Robert Zemeckis de Contact. Por otro, al Terrence Malick de El árbol de la vida. El único nexo con Kubrick es el de la imperecedera 2001: Una odisea en el espacio. Pero a diferencia de aquella, La llegada descubre su enigma, mientras que en la de Kubrick seguiremos sin hacer pie por muchos años que pasen. En eso Villeneuve se parece al cine de Nolan, en el que las cuestiones básicas son resueltas al final de metraje.

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El diseño de producción es elegante, y una vez más la partitura de Jóhann Jóhannsson (habitual en las películas de Villeneuve) ayuda a crear una atmósfera única. Los actores también rinden a gran altura. Amy Adams hace aún más grande la película. La actriz interpreta a una especialista en lenguaje con un complejo mundo interior. Su formidable actuación se ve bien secundada por Jeremy Renner y la siempre imponente presencia de Forest Whitaker.

Se agradece que la película evite en todo momento cualquier tentación por tomar el camino  fácil, ese sendero que abren las majors para que todo acabe en el género de acción, y por consiguiente en la enésima saga de consumo rápido. Ya deberían saber las grandes compañías de Hollywood que el espectador no es el mismo que en los 90. Desde el Batman de Nolan no basta con entretener, para que una película perdure en taquilla debe tener calidad. Es por esta razón por la que La llegada tendrá un buen paso por los cines, y una larga vida en formato doméstico.

Su mensaje plantea además un debate filosófico importante y una gran reflexión sobre el lenguaje. ¡Ya era hora! Porque hasta ahora en el cine parece que solo los científicos tenían la última palabra. A eso hay que sumarle la lacra que persigue a las carreras de letras en general, siempre denigradas por las más prestigiosas ciencias. Como estudiante de letras puras, de bachiller humanístico y posterior licenciatura en periodismo, esta película me representa.

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Sin duda estamos ante una de las películas del año. La que va a poner a Denis Villeneuve en el lugar que merece. Ahora solo falta ver cuanta cancha le dan los Oscars. Nominaciones ‘rasca’ seguro, pero ya sabemos lo recelosos que son en la Academia con la ciencia ficción. Eso sí, el lugar en la historia del género ya lo tiene.

 

 

En spoiler (STOP si no has visto la película aún)

El ingenioso final demuestra que La llegada del título poco tiene que ver con la invasión alienígena. Villeneuve cierra el círculo con el alumbramiento de la hija de los protagonistas, la auténtica llegada. Una versión más sencilla que aquel feto que nos mostraba 2001: Una odisea en el espacio.

Tanta inversión armamentística para que salve el mundo una lingüista. El mensaje suena alto y claro: Inviertan más en educación y menos en defensa. Todos saldremos ganando.