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Molly’s game: El gran telar de Circe

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Entraba a ver Molly’s game con expectativas medias. Si una película de casi dos horas y media de duración lograba entretener ya iba a ser un triunfo. Salgo del cine con los niveles de entusiasmo muy arriba. Estamos ante la primera gran película de 2018. Un filme fascinante. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en una sala.

Molly’s game adapta la vida de Molly Bloom, la ‘autoproclamada’ princesa del Poker. Una ex esquiadora que pasará a la historia por ser la anfitriona en las partidas de Poker entre algunas de las personas más poderosas del planeta.

La clave del éxito de la película es bien sencilla. Cuenta con dos de las grandes personalidades de lo que hoy conocemos como cine. Por un lado encontramos a Aaron Sorkin, guionista de Moneyball, La red social o las televisivas El ala oeste de la casa blanca y The Newsroom. En esta ocasión, también se encarga de la dirección. Por el otro Jessica Chastain, una intérprete en permanente estado de gracia, que, una vez más, devora la pantalla con una actuación hipnótica. Y si a un texto de primer nivel, le sumas el talento inagotable de una actriz y un montaje afortunado, las cosas solo pueden salir bien.

MOLLY'S GAME

 

En el cine de Sorkin los personajes hablan y hablan, y Molly’s game no es una excepción. No dista demasiado de una de una de Jackie Chan, hostias verbales en cada escena, un interminable combate dialéctico. Mi enemistad con el silencio injustificado en el cine hace que no me haya costado demasiado adherirme a su causa. Más si cabe cuando cada línea tiene interés. Y eso que por momentos la película se mete hasta el cuello en el complejo mundo de los términos de Poker, pero el mérito de Sorkin en ese pantano de cartas es ser capaz de que nos creamos especialistas en el tema. El guionista podría adaptar a todos los públicos hasta el listín telefónico.

Y no digo que la película sea perfecta, porque no lo es, ni el Sorkin director está al nivel del escritor, pero a veces el cine consigue traspasar el criterio. Cuando una película consigue conectar como lo ha conseguido Molly’s game, poco importa algún desliz artificioso. Joder, si hasta me ha emocionado. O igual tengo uno de esos días, yo que se.

También os digo que 141 minutos viendo a la Chastain nunca serán demasiados. Es algo que parece repetirse película a película. Hace unos meses ya lo comprobamos con El caso Sloane. Chastain tiene un don para hacernos fans de sus personajes a los diez minutos. Hoy por hoy, pocos intérpretes, masculinos o femeninos, poseen ese carisma. Quizá Cate Blanchett de vez en cuando. Y que en un Hollywood tan masculinizado nos encanta ver a una mujer dando un golpe en la mesa, y que cada vez más historias en femenino den el salto a la gran pantalla. La industria necesita un centenar de Chastains.

No quiero olvidarme de Kevin Costner, que interpreta a un personaje que me ha recordado al de Robin Williams en El indomable Will Hunting. El veterano actor exprime sus reducidos minutos en pantalla con dos apariciones antológicas.

MOLLY'S GAME

Además de la historia de Molly Bloom, Sorkin también tira de mitología, recurriendo en este caso a La odisea, en concreto al episodio de Circe y la llegada de los marinos a la isla de Eea, donde posteriormente serán convertidos en cerdos por la hechicera. El paralelismo de la historia de Bloom y este pasaje es evidente, y se menciona con fortuna en la película. Una mirada desacomplejada al clásico relato de Homero.

En definitiva, Molly’s game es una película que está teniendo un injusto discreto paso por salas. Por favor, aprovechad estos últimos días, porque la vida de Molly Bloom merece ser disfrutada en pantalla grande.

 

La historia real de Molly Bloom

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La realidad supera a la ficción, capítulo 10.564. Explorando la historia real de Molly Bloom encontramos algunos de los nombres que la película ha decidido omitir. Entre los asiduos a sus partidas aparecen los nombres de Tobey Maguire y Leonardo DiCaprio. Este último era utilizado de señuelo para que el ex spiderman atrayese a más jugadores. Quizá esto signifique Maguire sea ese señor X que interpreta con acierto Michael Cera. Según afirma Bloom,  el actor la obligó a que “gruñera como una foca ansiosa de recibir un pescado” durante una partida. Se ve que llevaba mal eso de sentarse en una mesa controlada por una mujer con los galones de Bloom.

El caso Fischer: La tercera guerra mundial sobre un tablero

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Hay películas que sin ser gran cosa se convierten en fenómeno. Y también existe el efecto contrario, películas que a pesar de su calidad pasan completamente desapercibidas. Eso es lo que ha ocurrido con El Caso Fischer, en inglés Pawn Sacrifice, una visión apasionante de la compleja mente del ajedrecista norteamericano Bobby Fischer, que ascendió al Olimpo del ajedrez mientras sufría una auténtica pesadilla en su cabeza.

La cinta recrea el episodio más célebre de su carrera, el duelo ante el soviético Boris Spassky. Había oído hablar del enfrentamiento, pero desconocía la historia detrás de la partida. Este desconocimiento no ha hecho más que mejorar la experiencia, aunque la película también gustará a los iniciados en la figura del ajedrecista, o simplemente a los fans del cine de la guerra fría. Una guerra que tenía lugar en todos los ámbitos, de la carrera espacial al hockey sobre hielo. Estados Unidos y la Unión soviética aprovechaban el éxito en cualquier materia para mostrar al mundo su condición de potencia dominante. La partida Fischer-Spassky sintetiza a la perfección lo que supuso la guerra fría para ambas naciones.

Tobey Maguaire ofrece en esta película la que es posiblemente la mejor interpretación de su carrera. También cumple Liev Schreiber, en buena línea tras su buen trabajo en Spotlight el pasado año. Buena parte del resultado final se debe al buen hacer de ambos intérpretes.

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Dirige el eficiente Edward Zwick, responsable de un puñado de títulos competentes (Diamante de sangre, Leyendas de pasión, El último samurai, Resistencia), pero que nunca alcanzan la excelencia.  Y se puede decir que hace un ‘Another brick in the wall’ para confirmar esta fama de cumplidor.

No es una película redonda, pero El caso Fischer es una película que merece la pena recuperar. Sin tanto nombre da mil vueltas a películas de su liga, como Una mente maravillosa. Una historia bien contada y bien interpretada que se ve de un tirón, a lo que ayudan ciertos toques cómicos en algunas partes del metraje. Más allá del cine, estamos ante una historia que merece ser conocida.

Bonus track:

Las referencias de Los chicos del maíz siempre son interesantes. En este tema sacan chispas al duelo Bobby Fischer vs Spassky.

 

Hasta el último hombre: A la mierda la segunda enmienda

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«Bajo esta máscara hay algo más que carne y hueso, bajo esta máscara hay unos ideales, señor Creedy, y los ideales son a prueba de balas». Reconoceréis esta cita. Es de la versión cinematográfica de V de Vendetta. Y es perfectamente aplicable a Desmond Doss, protagonista de Hasta el último hombre, un soldado que se agarró a sus principios para salvar la vida de sus compañeros.

Se ha prodigado poco Mel Gibson en esto de la dirección, pero cuando lo ha hecho ha sido para trascender. Braveheart marcó un antes y después en las escenas de batalla. Apocalypto mostró la naturaleza salvaje de los mayas. La pasión de Cristo se convirtió en un fenómeno que llevó a las salas a millones de espectadores no habituales. Es normal que ante una película de su sello las expectativas estén altas.

Es importante matizar que no estamos ante una cinta bélica al uso. Hasta el último hombre más que el episodio del acantilado de Hacksaw cuenta la historia de Desmond Doss, el primer objetor de conciencia condecorado por el ejército de Estados Unidos. Un tipo que sin tocar un arma se plantó en la puerta terrestre del infierno. Si habláramos de ‘jugar a los médicos’ Desmond Doss estaría en nivel Dios.

Se podría dividir la historia en tres partes: Romance, campo de entrenamiento y guerra. Las dos primeras se podrían enmarcar en el terreno del cine clásico americano. Ahí es donde Gibson se pone el disfraz de Clint Eastwood para narrar con mano firme y a la vieja usanza. Un tipo de cine casi extinto.

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Es en la guerra donde vemos la cara más reconocible del director, haciendo de la violencia una de las bellas artes. La coreografía bélica del australiano es digna de mención. A esto hay que añadirle que se ha prescindido de los efectos especiales apostando por la acción real. Como cuenta el propio director en el Making Off «Todo lo que se ve en pantalla está rodado de verdad». Así que cuando vemos a una persona en llamas en la película hubo fuego real, no el ya habitual fuego por ordenador.

El problema de Hasta el último hombre es el mismo que padecieron Braveheart o Apocalypto. A Gibson le cuesta atravesar la capa de superficialidad que hay en sus películas. Hay amor, hay sufrimiento, hay guerra… Pero todo parece orquestado. Hay violencia, hay dolor, pero falta esa capa de realismo que nos acerque aún más a sus protagonistas. Falta crudeza.

Tampoco me ha convencido Andrew Garfield. He visto más a un ‘actor haciendo de’ que al verdadero Desmond Doss. He visto ‘al que hizo de Spiderman’, lo cual no dice mucho a su favor. Por suerte los secundarios, fantásticos Vince Vaughn, Sam Worthington y Hugo Weaving, consiguen lo que no logra el protagonista. También brilla con luz propio Teresa Palmer. Vale, su interpretación no es nada del otro mundo, pero como le dicen a Doss en un momento de la película… «¿Sabes qué juega en otra liga, verdad?». Vamos, que la chica no está mal.

Tras esta valoración gratuita y superficial volvamos a la película. Aún con sus fallos, el material con el que cuenta Gibson es de primer nivel. Hay una historia que merecía ser contada, y que por si solo hace que la película funcione. Además aparecen temas como el bullying, porque Hasta el último hombre no es solo una película antibelicista, también es una gran cinta contra los prejuicios.

La historia real de Desmond Doss (Leer solo si ya has visto la película)

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Aunque parezca la última gran americanada la historia de Desmond Doss es completamente verídica. Sus compañeros de misión contabilizaron más de 100 salvamentos por parte del objetor de conciencia, pero Doss, del que todos los que le conocieron destacan su humildad, dijo que ‘solo’ habían sido unas 50, por lo que el ejercito americano dejó la cifra en 75.

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En el momento de su rescate tras la explosión de una granada, la película omite una de sus mayores heroicidades. (Quizá Gibson pensó que era demasiado ya). A pesar de la gravedad se tiró de la camilla y cedió su lugar a otro herido. Se mantuvo esperando cinco horas en el campo de batalla  a la siguiente camilla.

La guerra pasó factura a Doss, que sufrió tuberculosis, perdió un pulmón y se quedó sordo.

La verdad duele: Will Smith contra el domingo americano

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Tras un discreto paso por los cines, Concussion, titulada en España La verdad duele, recuperó repercusión gracias a un tweet de Gerard Piqué tras una derrota del Real Madrid que levantó ampollas entre los seguidores blancos.

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Mi desconocimiento de la historia real en la que se basa era total. De hecho tuve que revisar que había puesto la película correcta tras ver que el filme empezaba hablando de fútbol americano. Pero no era un error, Concussion no es cine deportivo, pero habla de una auténtica final, la que jugó la todopoderosa NFL contra el doctor Bennet Omalu. Este último asoció el alzheimer precoz y otros problemas cerebrales a los fuertes impactos que recibían los jugadores de fútbol americano durante su carrera. La liga, con apoyo del sistema, hizo todo lo posible por tirar abajo la teoría y desacreditar al doctor Omalu.

Estamos ante una película tremendamente irregular que por momentos hace honor a ese título tan de sobremesa con el que nos han deleitado los traductores. No se puede negar que funciona como entretenimiento de digestión fácil, pero tampoco que en ningún momento alcanza la trascendencia que el director Peter Ladesman quiere darle. La mayor cota que se alcanza es la corrección.

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Will Smith no está demasiado fino en su interpretación de Bennet Omalu. El actor es víctima de un guión que intenta meter con calzador otras historias menores como el romance del protagonista con Prema Mutiso, interpretada por Gugu Mbatha-Raw. Una historia de amor instantánea y sin fundamento que en momentos como el del baile en la discoteca provoca vergüenza ajena. Quizá lo más destacado del apartado interpretativo es la breve pero intensa interpretación de un David Morse dejadísimo para la ocasión. El actor de Massachusetts puede presumir a sus 62 años de interpretar a secundarios que siempre funcionan. Morse es uno de esos tan necesarios obreros de la construcción interpretativa, un peón en un terreno de egos.

La sensación final que se le queda a uno tras ver la película fue que la tremenda lucha de Omalu apenas ha servido para nada. Los que se queden con ganas de ver un gran título del subgénero «El hombre contra la megacorporación» pueden acercarse a la extraordinaria El dilema, sobre la lucha de un hombre contra la ‘mafia’ tabacalera. Eso sí es gran cine americano.

Joy: Por no decir JLaw

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Jennifer Lawrence me recuerda al Stephen Curry de esta temporada en la NBA. Puede parecer un símil delirante, pero la sensación que tengo al verles es similar. Van sobrados. Supongo que la única razón por la que JLaw no se hizo con la estatuilla fue simplemente tener ya una. Ella es la responsable de que esta Joy se eleve muy por encima de la película infumable que podía haber sido. En esta ocasión la interpretación está por encima del personaje.

Joy cuenta la historia real de Joy Mangano, una mujer que pasó de ama de casa plurihipotecada a reina de la Teletienda. Quizá no sea la historia más apasionante del planeta, pero la buena mano en la dirección David O. Russell convierte la película en una experiencia satisfactoria. Aunque el guión esté por debajo de los The fighter, El lado bueno de las cosas o La gran estafa americana, el acertado (e intencionado) tono Frank Capra aporta cierta magia a la película.

Poco puedo decir del resto del casting, habituales del director como Robert De Niro o Bradley Cooper, que se ven eclipsados por el cometa Lawrence. Como es habitual es las pelis de O. Russell, la dirección artística esta cuidadísima, y la selección de temas para la banda sonora vuelve a ser un acierto.

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Además Joy muestra una variante complicada del sueño americano. Intentar lograrlo siendo mujer trabajadora, madre soltera y ama de casa en el seno de una familia complicada. Si es algo complicado hoy más lo era a principios de los años noventa.

Dicho todo esto, no entiendo la mala acogida de crítica y un importante sector del público que tuvo la película. Quizá su sencillez juegue en contra, pero mi sensación es que David O. Russell es uno de esos directores a los que esperan con antorchas cada vez que estrena. Puede que no sea ese rey de Hollywood que convierte en oro cada proyecto que toca, pero lo que es innegable es su personalidad y estilo propio a la hora de narrar. Esta Joy merece una oportunidad.

The imitation game (Descrifrando enigma): Todo por un Oscar

De no existir la noche de los Oscar puede que The imitation Game (Descrifrando enigma) hubiese sido una gran película. Sin duda estamos ante una cinta correcta, pero tanta corrección es lo que la acaba matando. Lástima, porque el material sobre el que se trabajaba es extraordinario.

La película cuenta la historia de Alan Turing, el padre del primer ordenador. Por un lado veremos su gran hito, la creación de la máquina que logró desifrar los mensajes encriptados que enviaban los nazis durante la segunda guerra mundial. Por otro, su lado más íntimo, en el que se trata como vivió su homosexualidad.

Del director Mortem Tydlum nos apasionó su anterior película: Headhunters. Estaba repleta de irreverencia y mala leche, así que aún entendemos menos este biopic hecho con corsé, aunque podría apostar a que no han faltado presiones por parte del estudio.

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El nudo, que nos habla de la creación de la máquina tiene a mi entender un problema. No se nos explica bien su funcionamiento. Sabemos que está hecha para traducir la máquina Enigma, sabemos que tiene cables y elementos que dan vueltas y vueltas, pero podían haberse esforzado en explicarnos como se consigue, aunque sea en versión para niños. Más acertado me parece como trata la homosexualidad del personaje, usando su historia para recordar la persecución que vivieron estos en la Inglaterra de la época. Que nadie piense que los únicos enemigos de las libertades estaban en el eje del mal.

Solo he oído halagos para la interpretación de Cummberbatch, halagos que no comparto. Mi razón es sencilla: He visto durante dos horas a Benedict Cummberbatch. Ni rastro de Alan Turing. A nuestra amiga Keira Knightley le quedaba bastante mejor su encantador personaje de Begin Again que el de florero inteligente que vemos aquí. Más allá de Turing solo vemos una inmensa llanura de personajes planos.

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Puede que la partitura de Alexandre Desplat no esté mal, pero estamos ante una de esas músicas que intentan guiar todo sentimiento. Imagino a los montadores diciendo… «Mete ese pasaje aquí que el espectador tiene que llorar». Curiosamente a mi me pasa al revés. Cuando se pretende emocionar con música de llorar me acuerdo de que estoy viendo una película, lo que me descentra totalmente.

Para las escenas bélicas se ha usado la fórmula de «El discurso del rey». Escenas con FX muy poco elaboradas, más dignas de un producto para TV que del cine. Si no quieren mostrar nada sobre la guerra hay un recurso ideal, y se llama elipsis. El segundo se llama archivo.

En definitiva, quizá sería injusto decir que The imitation game es una mala película, pero es un filme hecho con el piloto automático, con la cabeza puesta en el gusto académico. El riesgo es mínimo, es ir a la playa con protección 50, usar flotador en la piscina infantil… Vaya símiles se me ocurren en pleno invierno… Los aficionados a esto tendreis que verla para tener opinión en la lo noche de las estatuillas, pero no hay mucho más allá. Corran riesgos señores/as.