Star Wars Episodio VIII: Los últimos Jedi. El equilibrio es imposible

Tras el buen arranque de la nueva trilogía con El despertar de la fuerza, Rian Johnson tenía un buen marrón. Su predecesora cumplió las expectativas, pero hubo unanimidad al señalar su único problema: Se parecía demasiado al Episodio IV. El director de Brick y Looper tenía la obligación de dotar de personalidad a la nueva entrega sin salirse del universo de la saga, y podemos confirmar que lo ha conseguido. Los últimos Jedi aporta nuevos aires a la saga, e incrementa el espectáculo gracias a un puñado de buenas escenas. Pero en el universo Star Wars todo tiene un lado tenebroso, y esta película no es una excepción. Hay momentos cumbre, pero también hay una buena dosis de vergüenza ajena*.

Partimos de la base argumental de siempre. La alianza rebelde resistiendo al terror del imperio. Mientras, Rey intenta convencer a Luke Skywalker de que se una a los buenos. La película va claramente de menos a más. Tanto es así que la primera mitad no logra siquiera alcanzar el aprobado. Hay paja,  más concretamente miles de fardos de paja. Por suerte, toda la potencia que le falta al arranque, la encontramos en el climax, donde la puesta en escena es clave en los momentos álgidos.

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Pero si hay algo rematadamente malo en este episodio es el guión, y en este caso no me refiero a las líneas de texto. Estamos ante un libreto que toma decisiones peregrinas para llevar la acción por donde quiere. Parece que Disney ha vuelto a usar el gran calzador galáctico para que todo encaje, artilugio que ya se utilizó en Rogue One la pasada temporada. ¿Qué significa esto? Que hay cosas que suceden porque sí, porque me viene bien, porque me sale del Naboo. Se nota demasiado la ausencia de Lawrence Kasdan en este apartado. Un hombre que ha subido poner a la franquicia los pies en el suelo.

Lo que tampoco acaba de convencer es la cuestión política y filosófica que plantea la película, que ofrece un mensaje de trazo grueso y menos transgresor que el de sus antecesoras, especialmente si la comparamos con los episodios I, II, III, en los que la burocracia era protagonista. Se incide en el tercer mundo galáctico, en un universo de ricos y pobres, en el origen humilde de Rey, pero en esta ocasión de una manera exclusivamente superficial.

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Quizá por todo esto, Los últimos Jedi funciona mejor si dejas el cerebro en casa y renuncias a cualquier capacidad de análisis. Y es que en realidad el sabor que deja la película es bueno, pero todo empeora al intentar encajar algunas piezas. En definitiva, estamos ante la que es posiblemente la película más irregular de toda la saga galáctica. 

 

 

 

 

ANÁLISIS EN SPOILER (DEJA DE LEER SI NO HAS VISTO AÚN LA PELÍCULA)

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*Momentos de vergüenza ajena:

La muerte de Snoke y Phasma (2×1)

Si bien estéticamente, su ejecución es uno de los mejores momentos de la película, la eliminación de este personaje no deja de ser una auténtica estafa. Visto y no visto. Se nos presenta al tipo más poderoso de la saga para ser ejecutado como un masilla en los Power Rangers. ¿Qué tipo de broma es esta? Y lo peor es que con otro personaje a priori interesante como Phasma, sucede exactamente lo mismo.

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Sobran los comentarios. Lo normal es que a la princesa Leia le explote la puta cabeza en el espacio exterior. Pues no, justo cuando se va a desintegrar… Superman returns y aquí no ha pasado (casi nada) nada. Medio cine en modo facepalm.

El no suicidio de Finn

En esta entrega el personaje de Finn cae en picado, hasta convertirse en un puto mono de feria. Parece que querían utilizar un personaje negro por eso de la inclusión, y han acabado cometiendo el error de siempre. En convertir a Finn en el negro de la película, un (supuesto) personaje negro que aporta entre poco y nada. Pues bien, cuando parece que Finn iba a tener un final potable suicidándose por el bien común… Va su rollete oriental y se suicida para salvarle a él, muriendo con beso previo. El vergüenzómetro hecha humo.

Además de estos ‘momentazos’ hay varias cosas más que chirrían. El personaje de Poe Dameron, supuesto Han Solo de la nueva trilogía, es el personaje más plano de toda la saga. Sí, me ha hecho añorar a Jar Jar Binks. Un personaje guiado por sus testículos.

Tampoco nos han contada nada del romance entre Leia y Amilyn Holdo, que se marcan un Frodo-Sam en versión Star Wars. Parece claro que hubo tema. Veremos si el episodio VIII es capaz de cicatrizar todas estas heridas.

Mindhunter. Temporada 1. En la mente del monstruo

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Mindhunter no es solo una de las mejores series de Netflix. También es una pieza que faltaba en su catálogo. Un thriller adulto que deja la pistola en el opening para hablarnos de comportamiento. La serie se centra en un nuevo departamento del FBI que allá por los setenta se convierte en pionero en estudiar el comportamiento de un psicópata, en adentrarse en la mente del monstruo. Se trata de una adaptación del libro Mind Hunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, escrito por Mark Olshaker y John E. Douglas, por lo que está inspirada en hechos reales.

Hay que decir que no estamos ante la típica serie que engancha desde el primer consumo. Mindhunter en ese caso es una droga blanda, un The Wire. Por eso se recomienda cierto grado de paciencia. Mediado el segundo episodio todo se eleva por encima del notable.

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Detrás de esta serie se encuentra uno de los más grandes directores de la historia del thriller: David Fincher. Además de actuar como productor, Fincher dirige los dos primeros episodios y los dos últimos. Otro de los nombres destacados tras la cámara es el de Asif Kapadia, autor de los documentales Senna o Amy (La chica detrás del nombre), que dirige los episodios 1×03 y 1×04.

Buscando similitudes en el cine, encontramos cierto parecido con Zodiac, en mi opinión uno de los mejores thrillers jamás realizado. La serie no solo nos muestra el camino recto de la investigación. Al igual que la película de Fincher también nos muestra los callejones sin salida.

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En el apartado interpretativo brilla los secundarios, especialmente Cameron Britton, que encarna magistralmente al asesino Edmund Kemper. La aparición de Hannah Gross (Novia de Holden) y Anna Torv (Wendy) también mejoran el resultado final. Quizá el que menos convence es Holden, el obsesivo personaje principal que interpreta Jonathan Groff, pero por suerte este primo de Albert Rivera va ganando enteros en casa episodio. Holt McCallany (Bill Tench), segundo de abordo, se gana a los espectadores desde la primera aparición.

Estamos sin duda ante de las imprescindibles de 2017. Una apuesta de Netflix que deja de lado su habitual consumo fácil y digestión rápida. Un producto maduro para los que valoran que una serie les tome por gilpolllas.

Si quieres leer más acerca del grado de realismo de Mindhunter, te recomiendo este artículo de Cribeo (La Vanguardia) que analiza las coincidencias de esta primera temporada

El 1X10 de Mindhunter. La ley de la gravedad (Leer solo si has visto la primera temporada completa)

El final de Mindhunter deja al descubierto que la serie acaba de empezar. Por un lado asistimos al derrumbe de Holden tras su encuentro con Kemper. Su caída en los pasillos del hospital no solo es física. Holden llevaba toda la serie jugando con dinamita, y en alguno momento iba a estallar. La experimentación del miedo es la asimilación del terror de las víctimas de sus (casi) amigos psicópatas. Por otro lado, la serie nos muestra al misterioso hombre de Kansas quemando una serie de dibujos. Se trata de un personajes al que hemos visto en todos los comienzos previos al opening, pero al que aún no tenemos calado. Todo nos lleva a pensar que estamos ante el psicópata en el que se centrará la segunda temporada.

Perfectos desconocidos: Las Cartas boca arriba

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Diga lo que diga la crítica especializada Perfectos desconocidos es ya un éxito rotundo, y no lo digo porque haya visto los datos de taquilla, que la verdad es que no los conozco. Lo digo porque en el pase de la película al que acudí los espectadores no solo se partieron el pecho de principio a fin, también aplaudieron al final de la proyección. Y no hay mayor éxito en el cine que hacer cómplice al público.

Como ya habréis leído o escuchado por ahí, Perfectos desconocidos es un ‘remake’ de la italiana Perfecto Sconocciti, pero Álex De la Iglesia va a tener la suerte de que es una película que no he visto, por lo que puedo analizar esta obra con total virginidad. La premisa es brutal. Un grupo de amigos, parejas en su mayoría, se prepara para la típica cena de reunión. Durante el banquete, uno de los comensales planteará un juego para mutilar la rutina: Dejan los móviles en el centro de la mesa y leer en voz alta todo mensaje que llegue a partir de entonces. 

El caos no tarda en reinar, y las situaciones cómicas se suceden. Un humor que se apoya en los estereotipos sociales de sus personajes: El cuñado, la pija, el ligón… Todos tremendamente identificables. Eso no solo provoca cercanía, también que los gags resulten más efectivos. A todos nos hace más gracia una anécdota que involucra a un conocido, y es que a pesar del título los comensales nos resultan muy pero que muy conocidos.

Hay quién pensará que la película versa sobre la incidencia tecnológica, vamos, quien le echará la culpa al puto móvil. Pero Perfectos desconocidos no va de objetos, va de personas. Concretamente de lo hipócritas que podemos llegar a ser. El filme demuestra que hablamos de un mal colectivo, seguramente un mal al que hemos sentado en el trono entre todos. 

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Actrices y actores (Belen Rueda, Eduardo Noriega, Pepón Nieto, Dafne Fernández, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta y Beatríz Olivales) rinden a un nivel altísimo, ayudados por grandes personajes. Lo que es casi tan bueno como las interpretaciones es que no se coman entre ellos. Nadie brilla por encima, y ese mérito es exclusivo de Álex De la Iglesia. En el terreno de la comicidad, quizá el más destacado sea el ‘cuñado’ al que da vida Ernesto Alterio. Inexplicablemente, los Premios Goya 2018 han dejado fuera a todo el casting, algo que me cuesta entender, puesto que todos encajarían como finalistas por la estatuilla.

Esta comedia consigue al final resultados similares a los de otros títulos como la francesa ¡Dios Mio, pero que te hemos hecho! Añadiendo más debate y más inteligencia al conjunto. Vamos, que De la Iglesia consigue estar al nivel de los franceses, los grandes dominadores de la comedia comercial en los últimos años. Parece poco, pero esto es mucho decir.

Al final de la proyección una duda ¿Qué pasaría si realmente fuéramos todos de cara? Seguramente la tercera guerra mundial. En este mundo tan imperfecto quizá, desgraciadamente, el show deba continuar para que reine la paz. Un mensaje desesperanzador, pero muchas risas por el camino. Antes de navidad os recomiendo sentaros a la mesa de Perfectos desconocidos. Unas risas antes de que venga lo serio: Las cenas navideñas.

 

The Square: Un palazo en la cara a tus prejuicios

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Era cuestión de tiempo. Tras Involuntary, Play y Fuerza mayor, el momento en el que Ruben Östlund se sacara la chorra iba a llegar más temprano que tarde. El director sueco se alzó con la palma de oro del Festival de Cannes gracias a The Square, un trabajo que recopila lo mejor de su cine. Un golpe maestro al sistema de bienestar.

La película sigue los pasos de Christian, un afamado “barón Thyssen” del arte contemporáneo que prepara una misteriosa exposición titulada ‘The Square’. En pleno proceso, Christian sufrirá un robo en la calle que marcará el devenir de la misma. La sátira es el vehículo principal en una película que obliga al espectador a reflexionar en todo momento sobre lo que se muestra en pantalla. Aunque la etiqueta de la comedia sea la más adecuada, The Square está lejos de ser una comedia al uso.

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Inicialmente, la película pone en cuestión el arte contemporáneo con una interesante pregunta. ¿Sería una pieza de arte cualquier cosa que coloquemos en un museo de arte contemporáneo? Como ejemplo se pone el bolso de una periodista. Plantea la duda, pero The Square aparca este tema para dar paso a otro, el más recurrente de la filmografía de Östlund: La desidealización del estado de bienestar. El director ya demostró en Play ser un auténtico especialista en enfrentar a las clases pudientes con las necesidades de la población en riesgo de exclusión social. Pero más que de arte o diferencias sociales The Square es una película que habla de los prejuicios, la gasolina que llena el depósito de la diferencia entre clases. Östlund mete el dedo en la herida con un descaro que hasta el momento no habíamos visto en su cine.

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El actor danés Claes Bang realiza una de las interpretaciones del año dando vida a Christian, un personaje público a punto de ser engullido por la realidad real. Los secundarios responden muy bien, especialmente Elizabeth Moss y un brutal Terry Notary, que realiza una breve interpretación de la bestia humana que ya es historia del cine. Su escena, bien podría ser una revisión de la célebre escena de los monos simios de Stanley Kubrick. Un paso en la escala evolutiva, pero no sabemos si hacia adelante.

The Square se desarrolla durante unos exigentes 142 minutos en los que no hay tregua para el espectador. Estamos ante una película a la altura de su Palma de Oro, el galardón más importante que se puede entregar en el mundo del cine. Posiblemente la mejor palma desde La vida de Adele en 2013. No estamos ante una película para todos los públicos, pero los valientes que se acerquen a ella podrán ver cual es la dirección correcta en la que avanza el séptimo arte.

 

 

Cassette: A Documentary Mixtape: Un formato imperfecto, como nosotros

Ir con el Walkman a clase escuchando música. Seguramente sea una de las cosas que más puedo echar de menos, y seguramente sea la localidad natal de mi pasión por la música. Para el instituto ya llevaba Discman, uno de los peores inventos jamás popularizados. Recuerdo esa sensación de no saber donde meterlo, y al final acabar llevando el puto frisbee en la mano. Su tamaño era un problema, pero no el único. No era la Game gear, pero si un buen yonki de pilas. Según con que movimiento podía pararse, y supuso el fin del orden lógico de escucha, de la concepción original del artista. Aunque quizá el Autoreverse fuera el primero en disparar. Tampoco olvido a toda la gente a la que iba llevando a mi secta musical armado cassette en mano tras grabar de la radio. Ok, ¿Y por qué os estoy contando mi vida por enésima vez? Ni idea, la verdad. Ah sí, que he visto un documental titulado Cassette: A documentary Mixtape (2016), dirigido por Zack Taylor.

El documental contiene dos lineas argumentarles principales: Por un lado el viaje a Holanda para entrevistar a Lou Ottens, creador del Cassette, y por otro, el presente del formato, con apasionados fans que no solo han conseguido que sobreviva, también que sus ventas crezcan en los últimos tiempos.

Aunque con los años parece la japonesa Sony la responsable del Cassette (Por eso del Walkman), fue la holandesa Philips la que dio a luz este sistema. En la empresa tenían claro que había que sustituir el falible reproductor de bobinas por un medio portátil. El equipo de Ottens lo logró. “Esperábamos que fuera un éxito, pero no una revolución” afirma el nonagenario creador.

Entre las interesantes reflexiones del documental, me quedo sin duda la que equipara a la persona y la cinta, la que habla de la dimensión humana del Cassete. “En un lápiz USB no puedes decir que eso eres tú”.  Los testimonios del documental explican que al igual que el ser humano, el cassette también se iba desgastando con el tiempo. Además, se pone en valor que fuera un formato muy personalizable. En una cinta estaba todo. No solo la música seleccionada, también tu letra y parte de tu creatividad. El componente emocional está ahí.

Mención especial también para los intentos de conquista a los que ha dado lugar este sistema de reproducción. Las voces del documental se sinceran, y alguno comparte con cierta sorna ese pensamiento pasado: “Esperaba conquistarla con mi gusto musical impecable”. El cassette requería un gran esfuerzo. Calcular tiempos, meter una intro… Cuando se la regalabas a alguien le estabas regalando algo muy tuyo. En algunos casos, se trataba de una (poco) disimulada declaración de amor.

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El Cassete pasó al culto en 1994 a causa de la digitalización, del boom del CD, también obra de Lou Ottens y su equipo. El creador no se arrepiente del salto tecnológico que dejó atrás a su primer retoño. “Uno nunca debería dudar a la hora de explorar todas las posibilidades” reconoce. 

En el documental aparecen artistas como Damien Jurado, Henry Rollins, Mike Watt, Daniel Johnston o Thurston Moore. A decir verdad, Cassette: A Documentary Mixtape no es el docu definitivo, pero si una pieza de gran valor para los que, como yo, aman las cintas. En definitiva, mas que un documental se trata de una declaración de amor. 

“Vivimos en una época en la que las cosas quedan obsoletas más rápido que nunca. Siempre hay una versión más nueva y mejor. Mientras que no hace muchos años el valor de algo consistía en cuánto iba a aguantar en el tiempo” Cassette: A Documentary Mistape

Handia: El gigante que no fue molino

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Casi todo lo que se pueda decir de Handia (grande en Euskara) lo confirma su título. La nueva película de Jon Garaño y Aitor Arregi (Loreak) confirma el buen momento que vive el cine vasco. Ya no es solo que cumpla, a nivel formal está película impresiona. Que nadie piense que el Premio del Jurado que recibió en el Zinemaldia es un localismo. Handia es cine con mayúsculas.

Garaño y Arregi mezclan realidad y ficción para contarnos la historia de Miguel Joaquín Eleicegui Arteaga, más conocido como el gigante de Altzo (Gipuzkoa). Un joven que empezó a crecer desmesuradamente al superar la veintena, llegando a alcanzar los 2,42 metros. El célebre gigante vivió en la época de las guerras carlistas, antes de ser ‘exhibido’ por medio mundo.

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El mayor logro de Handia es estético. Pocas veces hemos visto rentabilizar con tanto acierto un presupuesto (3,5 millones de euros). A veces no es cuestión de tener más dinero, si no de saber seleccionar el material para que no se note el déficit. Alatriste, que costó 24 millones, se convirtió en un “quiero y uno puedo”. No ocurre lo mismo con esta película, menos ambiciosa, pero con un extraordinario acabado. Su dirección artística debería estar muy bien posicionada de cara a los próximos Goya. El trabajo de FX es soberbio, un truco de Meliès que se alarga durante dos horas y al que no se le encuentra la trampa. No era nada fácil hacer un gigante creíble, pero el equipo de la película lo consigue.

Más allá de la mera técnica, Handia tiene esa magia del cine. Un toque fantástico sobre una sorprendente base real. Se podría decir que la película es un punto de encuentro entre Vacas y El hombre elefante. Una historia universal que no pierde la identidad en ningún momento. Se podría decir que estamos ante un Forrest Gump vasco de autor.

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En el casting destacan los dos hermanos protagonistas: Eneko Sagardoy, que interpreta al gigante Joaquín, y su hermano Martín, al que da vida Joseba Usabiaga. Su selección para los personajes es un acierto total. El único problema de la película es su propio planteamiento, que recrea la vida de Joaquín pero no nos da un foco claro de tensión. Hay relato, y las situaciones se suceden, pero en su parte final se echa de menos un climax. A pesar de esto, y sin ser cine de entretenimiento al uso, Handia está lejos de ser una película aburrida. Merece la pena disfrutarla en una sala de cine (Siempre que sea en su versión original en euskera).

La historia real del Gigante de Altzo

Al ver la película uno se pregunta si el gigante de Altzo está más cerca de la mitología que de la realidad, pero Handia tiene más elementos auténticos de lo que puede parecer. El robo de su esqueleto parece un truco de guión, pero realmente sucedió, y aunque se rumorea que puede estar en algún museo inglés, no se tiene constancia de su paradero. También me ha llamado la atención otro dato que en la sala no me parecía creíble. Miguel Joaquín pegó el estirón a los 20 años debido a la acromegalia. A diferencia del gigantismo, esta enfermedad se desarrolla en la edad adulta. Se estima que su altura alcanzó los 2,27 metros y su envergadura 2,42.

Selfie: Los hijos tontos de la España corrupta

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Selfie, de Victor García León, ha sido uno de los éxitos del cine indie español de 2017. Catalogada como la Borat española, este falso documental, sigue las andanzas de Bosco, un pepero mimado que ve como se le acaba el chollo cuando su padre entra en prisión por corrupción. A partir de ahí, el joven se aprovechará de la solidaridad de un grupo de izquierdas para poder seguir chupando del bote. Selfie fue la ganadora del Premio de la Crítica en el Festival de Málaga, el que consiguió también la Mención Especial del Jurado.

La película bebe de la realidad, concretamente de las dos mayores vergüenzas del país: La corrupción y su legitimación mayoritaria en las urnas. A partir de ahí, García León realiza un brillante retrato de personaje. Santiago Alverú, el protagonista que interpreta a Bosco, es uno de los mayores aciertos de casting del cine español en los últimos años. Consigue dar toda la tirria que pretende, y más. Su trabajo es de Goya. 

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Estamos ante una de esas películas low cost que no lo parecen, porque tampoco necesitaban un euro más para hacerse. Selfie es ágil, entretiene durante su hora y media, y además invita a la reflexión. ¿A quién no gustará? Pues seguramente a todos los que se vean reflejados en su protagonista.

Si hablamos de géneros es una comedia de principio a fin, pero en su decidida apuesta por la naturalidad prescinde del humor de golpes. La sensación es que quizá podía haber sido una mejor comedia, pero de esta manera creo que consigue ser una mejor película. Ayudan las escenas que surgen de la improvisación grabadas en lugares como los mítines del PP o Podemos (Ojo al cameo de Esperanza Aguirre). Sin ser una película redonda, Selfie es una de los títulos más interesantes del año. Una propuesta al margen del cine convencional que merece la pena conocer. Y además su banda sonora incluye este temazo de Luis Brea:

Crónica del 14 de octubre en Sitges: What happenned to monday, Jojo’s bizarre adventure y How to talk to girls at parties

Para cerrar Sitges un sábado muy loco con varios titulazos, en el sentido literal. No digáis que no molan “¿Qué le pasó a Lunes? o “Como hablar con chicas en las fiestas”. Vamos a ello.

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He entrado a la proyección de What happened to monday? sin tener ni la más remota idea de lo que iba a ver. Solo sabia que era una distopía protagonizada por siete hermanas, cada día con un día de la semana asignado, y que salía Noomi Rapace. Mi cabeza había autocompletado pensando que iba a ver un drama intimista. La primera sorpresa que me llevo es que dirige Tommy Wirkola, el de Zombis nazis, pero he pensado… “Pues habrá apostado por un cine más maduro…”. Y la primera media hora de película no se salía mucho de esta idea. La primera media hora, porque a partir de ahí todo se ha convertido en Jungla de cristal con la Rapace dando hostias como panes y tirando de ametralladora. Yo flipando, claro. Estamos ante una película con buenas ideas, pero que en mi opinión se equivoca al querer ser una de Jean Claude Van Damme. Que no hace falta ser Blade Runner, pero una solución intermedia hubiera sido más satisfactoria. Aún así no se puede decir que no sea entretenida. Eso sí, si eres fan de la Rapace es tu día de suerte. Las siete hermanas son ella.

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Tras el buen sabor de boca de Blade of the immortal el día anterior, había cierta esperanza en disfrutar de la locura de Miike en Jojo’s bizarre Adventure: Diamond is unbreakable. Pero mal empezaba la sesión por cuestiones ajenas a la proyección. Una persona no identificada en la fila delantera transmitía un olor corporal muy potente, y no precisamente bueno. Cuando se dice que el cine es una experiencia sensitiva debe ser por esto. Si ha sido algún tipo de prueba para el cine en 4D… ¡Aborten! A lo que íbamos. ¿Qué queríamos? Pues simple y llanamente 2 horas de diversión. ¿Qué encontramos? Posiblemente la peor de las cien película de Miike. Ok, no he visto ni un cuarto de su filmografía, pero esto es difícil, muy difícil de empeorar. Por ahorraros la tortura, resumiré el argumento con ‘una película de jóvenes con superpoderes rodada en Sitges’. Y Sitges es lo único salvable de la función con su gran interpretación de pueblo nipón. Un rollo adolescente Pokemon mezclado con Pequeños guerreros y trazas de Locomía. Tampoco os puedo contar mucho más. He intentado abstraerme, pensar en otras cosas, y evitar seguir prestando atención a este engendro que hace buena a Dragonball Evolution.

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Pero nunca hay que arrojar la toalla, y How to talk to girls at parties ha sido un gran cierre para nuestras sesiones del festival. Una punkarrada, en el sentido más británico de la palabra, que mezcla descaro y rabia con extraterrestres. Todo en tono de comedia. Destacar la presencia de Nicole Kidman, muy pero que muy alejada de los papeles serios que acostumbra. En esta ocasión interpreta a una especie de matriarca con aspecto de David Bowie en Dentro del laberinto. Elle Fanning, protagonista de The Neon Demon, confirma que es algo más que una actriz de moda. La película es como Under the Skin pero en versión musical dirigida por John Cameron Mitchell. También tiene algo del cine del cine de John Carney (Sing Street), momentos musicales incluidos. Si te gusta el punk y las películas atípica de invasión extraterrestre, es tu película. Si solo te gusta el punk disfrutarás igualmente.

Y hasta aquí nuestras crónicas de esta 50ª edición del mejor festival sobre la faz de la tierra. A partir de ahora quedará un día menos para el siguiente. La Semana de Terror de Donostia y el FANT harán la espera más llevadera.

Crónica del 13 de octubre en Sitges: Happy death day, Errementari y Blade of the immortal

Viernes 13 en la 50ª edición del Festival de Sitges. Contra todo pronóstico, una película mainstream made in USA de terror adolescente y bucles temporales, se ha convertido en mi preferida de lo que va de Sitges. Happy death day (Feliz día de tu muerte), de Christopher Landon, es un Atrapado en el tiempo protagonizada por la chica popular de la universidad. La joven despierta una y otra vez en el día de su cumpleaños, una jornada en la que siempre acaba asesinada.

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Ojito, porque puede que estemos ante el Scream de los milennials. La ridícula máscara de Ghostface es traje de etiqueta al lado del Babyface de esta función. Hora y media de referencias sin complejos y música juvenil. Entretenimiento puro. Le deseamos la mejor de las suertes en la taquilla USA. El terror necesita esta clase de fenómenos.

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La segunda del día ha sido un golpe de mano ejecutado por Paul Urkijo Alijo, director al que veníamos siguiendo del corto y que ya demostró en El bosque negro su buen hacer en el género de Espada y Brujería. En Errementari, se sirve de la mitología vasca para contarnos un cuento en euskera de herreros y demonios. Una película que lo apuesta todo a la dirección artística para acabar ganado la partida. La película soluciona los problemas de presupuesto con imaginación, aunque a veces se nota que hay más ambición que euros. El herrero Kandido Urania y Uma Brancaglia, la niña protagonista, son dos aciertos totales de casting. En conjunto, una buena opera prima que esperamos que sea el Batman Begins de Urkijo. La primera de muchas.

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Para acabar, una carrerita hasta el Retiro para disfrutar de Blade of the immortal, live action del manga homónimo del género de espadazos nipón. La película 100 del prolífico Takashi Miike, que incluso se permite hacer algún guiño autorreferencial en la película a esta cuestión. 140 minutos de amputaciones con tiempos muertos para filosofar al estilo oriental. La película está a años luz de Ichi the killer, Gozu y Audition, pero es una de sus obras más destacadas en los últimos tiempos. Quizá lo más negativo, es que la gran secuencia de la película es la primera de todas. Un largo ‘yo contra el mundo’ con violencia extrema en elegante blanco y negro. A partir de ahí, demasiada repetición por momentos.

 

Que la sala haya recibido a Takashi al grito unánime de “Miike, Miike, Miike” demuestra la importancia de su figura en el microcosmos de Sitges. Estamos ante una leyenda viva.

Crónica del 12 de octubre en Sitges: Survival family, Krotkaya, Stephanie y La piel fría

El sueño se acumula en Sitges. Por eso suele ser importante que la primera película del día no sea un ladrillaco que haga perder la esperanza. No ha sido el caso de la japonesa Survival Family, de Shinobu Yaguchi, una simpática película que sigue los pasos de una familia tras un apagón tecnológico completo.

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A pesar de ser comedia, el humor no es su punto fuerte. Lo mejor es su manera de hacer pensar por la vía ligera, y destapar la mentira de que la tecnología une a las personas. Con la ‘obligación’ de comunicarse, veremos que los lazos familiares se vuelven a estrechar. Unos lazos que se van destensando de generación en generación. Disfrazada en ocasiones de película de aventuras, la película consigue además entretener de principio a fin.

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Tras ella, tocaba Krotkaya (A Gentle creature), de Sergei Loznitsa, una película que llega a la sección Noves Visions procedente de la Sección Oficial del Festival de Cannes, donde recogió palos y alabanzas a partes iguales. Y contra pronóstico, esta es la mejor película de lo que llevamos de festival. Eso sí, de Festival de Sitges tiene más bien poco. El filme nos hace cómplices del infierno que vive una mujer cuyo deseo es entregar un paquete a su marido encarcelado. Su viaje se convertirá en un frustrante laberinto sin salida poblado por personajes en forma de obstáculo. Cine en estado puro. Cine para interesados en adentrarse en las profundas heridas de la vieja Europa. Y un puñado de buenas canciones a capella que hacen mucho más llevaderos sus 143 minutazos. Su cierre es antológico.

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Ya por la tarde, ligera decepción con Stephanie, dirigida por el guionista Akiva Goldsman, responsable de los libretos de Cinderella man, Una mente maravillosa, Tiempo de matar o El cliente. Una vuelta de tuerca al terror con presencia infantil que tras unos potables primeros minutos se va desvaneciendo. Hablamos de Low Cost, pero los FX dejan mucho, muchísimo que desear. Algunas Apps de FX para video en el móvil cantan menos que los del tramo final de esta película. A eso hay que añadir que Goldsman está muy, pero que muy lejos de ser Shyamalan.

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Por último, turno para La piel fría de Xavier Gens. Una historia de supervivencia en la que lobos de mar se enfrentan a los primos de los masillas. Adaptación literaria de estética Lovecraftiana que destaca especialmente en lo visual y sonoro. A nivel técnico, esta coproducción entre España y Francia está a la altura de cualquier película de Hollywood. Hay que resaltar especialmente el nivel de detalle de la horda de criaturas. Tecnología digital bien utilizada. ¿Lo malo? Problemas de ritmo, reiteraciones y un metraje que acaba resultando pesado. Empieza todo demasiado pronto, y en la última media hora hay signos evidentes de fatiga.

Termina una jornada sin peliculón, pero seguimos disfrutando del ambiente festivalero. Mañana más, y seguramente mejor.

Un blog de cine con muy mala leche